“A Sofía Delgado la mataron por ‘ira’ y por ‘placer”. “Macabro hallazgo: mataron a una mujer y arrojaron su cuerpo en un tambor de 200 litros”. “Aralí Vivas fue violada y asesinada”. “30 puñaladas sobre una mujer en una pizzería”. “Abusada y asesinada”. Horror, espanto, macabro, brutal; las palabras se repiten, los títulos también. Estos son algunos de los que aparecieron en medios distintos sólo en el mes de noviembre. En Rosario, en Córdoba, en el conurbano, en Misiones; en Entre Ríos una mujer trans, en Bahía Blanca también.
Dos son niñas, otros niños y niñas han quedado huérfanos este mes como cada mes del año. Según el observatorio Ahora que sí nos ven, 236 niñes perdieron a sus madres en 2024 a mano de parejas, ex parejas, conocidos o familiares; ya que estos son el 79 por ciento de los agresores letales. Del resto no hay datos, salvo para el 1 por ciento que era desconocido para la víctima.
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Antes de que pase un día medio desde el momento en que se está leyendo esta nota, otra mujer, niña, adolescente, travesti o lesbiana será asesinada. Ese es el ritmo de los femicidios en Argentina. El número se duplica si contamos los intentos de femicidio, las que se salvaron de milagro, las que recibieron ayuda, las que quedaron con heridas graves. Esas historias que se cuentan menos porque se salvaron.
Pero, ¿quién acompaña a estas víctimas? ¿con cuáles políticas públicas? ¿Por qué se niega la diferencia entre los géneros frente a la evidencia flagrante de que son tantas las que mueren en la intimidad de sus casas, a manos de quienes fueron amores o compañeros de vida? ¿Cómo se puede salir de un círculo de violencia en el hogar cuando es tan difícil acceder a una vivienda, llegar a fin de mes y además tener sobre las espaldas el trabajo no pago de las tareas de cuidado?
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El 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, se marcó esa fecha en el calendario internacional en honor a las hermanas Minerva, María Teresa y Patria Mirabal asesinadas en 1960 en República Dominicana, por una ejecución sumaria y clandestina del dictador Rafael Trujillo. En memoria de Las Mariposas, como se las conoció, el movimiento feminista y de mujeres empezó a reunirse en la región latinoamericana para explicar, hacer visibles y combatir las razones de la violencia de género.
Hoy, en Buenos Aires y muchos otros lugares del país, los feminismos saldrán a la calle para desafiar el negacionismo sobre la desigualdad de género por parte de este gobierno libertario y cruel, contra la masacre silenciosa de mujeres, lesbianas o trans sólo por el hecho de serlo y no cumplir con los mandatos de su género. Contra la asfixia de las políticas públicas que se consiguieron en la década anterior y que Javier Milei destruyó de manera acelerada por encontrar en los feminismos su chivo expiatorio, un supuesto mal que acecha al mundo, según su discurso, para robarle recursos al estado.
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Lo cierto es que frente a una violencia que no cesa, y aunque los feminismos hayan puesto el grito Ni Una Menos en cada lugar donde hubo que ponerlo como forma de autodefensa y de gigantesco apañe colectivo, en nuestro país se perdieron en este año el 86 por ciento de las políticas públicas de cuidado, según el Cels y son miles las que no fueron asistidas cuando solicitaron apoyo para salir de la violencia. El Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) registró que de 43 mil usuarias del programa Acompañar en el segundo trimestre de 2023, se pasó a sólo 4500 asistidas en este año. Si hay un freno a la violencia por razones de género son las redes feministas, la conciencia social que creció en la última década en todos los territorios y que tantas veces tiene que cubrir la ausencia del estado, también su política agresiva contra la existencia misma de la palabra género.
Cuerpos extenuados, cuerpos en riesgo
Entre las políticas de cuidado que se han ido perdiendo están aquellas que justamente reconocen la inequidad que implican los patrones tradicionales de género que el gobierno libertario en alianza con los sectores más conservadores e integristas -representados en la nueva Fundación Faro, que dirige Agustín Laje, también en otras expresiones del partido libertario como el grupo Las fuerzas del cielo que puso en escena Daniel Parisini, más conocido como “el gordo Dan”- buscan declarar inexistente.
Así, la moratoria previsional que permitió jubilarse a cientos de miles de mujeres que trabajaron dentro de sus casas o en otros trabajos informales toda su vida fue eliminada. Y no solo eso: se convirtió en la razón de que las jubilaciones en general no alcancen. Un discurso repetido por funcionarios hasta el hartazgo que demoniza a las mujeres y convierte en víctimas a jubilados de trabajos formales.
También se perdieron espacios de primera infancia y no se construyeron nuevos, ni hogares para mayores ni presupuesto para quienes tienen que salir de sus casas para preservar la integridad de la vida. Las familias y las organizaciones sociales y comunitarias tienen que hacer malabares para preservar la vida mientras se retacea la entrega de alimentos y los medicamentos y la asistencia social es cada vez más escasa. Las tareas de cuidado pesan el doble y el triple sobre las mujeres y otras identidades feminizadas. Doblan las espaldas de quienes se hacen cargo de niñes y personas mayores, de organizar la economía doméstica, cocinar, limpiar, llevar a la escuela, ayudar a estudiar y a crecer ¿No es esta desde el vamos una situación de violencia hacia estos cuerpos extenuados? ¿Qué chances de salir de un hogar violento cuando tantas responsabilidades caen sobre las mismas espaldas?
Femigenocidios
Rita Segato, la antropóloga y escritora argentina que reside entre Tilcara y Brasil, autora de números libros en los que analiza la violencia por razones de género y su expresión más cruel, los femicidios, dice que se necesitaría “hacer una investigación más seria para contestar si en el marco de un gobierno libertario y negacionista de las desigualdades de género los femicidios crecen, ya que los femicidios tienden a crecer en todo el mundo de manera constante”.
¿Y cómo evalúa el ataque permanente y coordinado con las nuevas derechas a escala global hacia las políticas y perspectivas de género?
--Es evidente que están convergiendo en el bloqueo de las aspiraciones y reivindicaciones de las mujeres o feministas, por ejemplo la criminalización del aborto ¿En que se origina esa coincidencia? ¿En que le molesta a un rico, que es promovido por las fuerzas de las nuevas derechas, que una mujer se haga una aborto? Creo que la prohibición del aborto es una forma tenaz de la usurpación de la soberanía sobre el territorio cuerpo de las mujeres y por eso es también un paso fundamental para derrocar el poder patriarcal y así abrir una puerta hacia un rumbo histórico de otras formas de convivencia, hacia el derrumbe de otros poderes autoritarios.
--¿Usted advierte una relación entre esta etapa cruel y de máxima concentración del capitalismo y la violencia contra las mujeres y disidencias sexuales?
--Creo que esta etapa del capitalismo primero hay que definirla como de adueñamiento, de un orden feudal pero con menos espacios comunes que en la edad media. Ese adueñamiento tiene una perfecta afinidad en la dominación del cuerpo de las mujeres y la feminización de nuevas formas de la guerra -como lo define la escritora inglesa America Alder- como las de oriente medio. La dominación que se ejerce en la usurpación del cuerpo de las mujeres muestra la afinidad entre esta etapa del capitalismo y lo que nos pasa.
--En este sentido, usted define dos formas de los femicidios ¿podría explicar esta perspectiva?
--Hablo de dos tipos de esta crueldad, aunque ambos son emanaciones del patriarcado y la estructura de género. Pero hay que mirarlos por separado tanto en la investigación policial como en el proceso judicial.
En nuestro continente es evidente el crecimiento de economías ocultas, paraeconomías, de gestión en verdaderos paraestados de tipo mafioso, que superan en poder al propio estado. Hay varias evidencias de que hemos llegado a un mundo sin ley, a una situación de ausencia del estado de derecho, lo que pasa en gaza nos lo muestra, también los cárteles mafiosos y las pandillas asociadas al narco. En este marco hablo de femigenocidios que expresan el adueñamiento del mundo. El ensañamiento letal sobre el cuerpo de las mujeres muestra claramente que hemos llegado a una situación histórica apocalíptica, porque el poder de muerte se expresa como ley y en el femigenocidio así actúa sobre el cuerpo de las mujeres.
La existencia de esta guerra oculta, la existencia de esta paralegalidad tiene un efecto también que retroalimenta la violencia doméstica y en la intimidad contra las mujeres, tiene un efecto violentogénico que afecta los femicidios íntimos.