Gauchito Gil: la vigencia de una leyenda que se convirtió en santo popular

Como cada 8 de enero, miles de devotos de todo el país celebran a su "santo pagano". Los "Promeseros" visitan santuarios para agradecerle y pedirle al Gauchito Gil.

08 de enero, 2022 | 10.33

El rojo es intenso y el calor golpea sobre la espalda. En pleno verano, el 8 de enero, todos los años, en diferentes puntos del país, un grupo de personas  se agolpa frente a pequeños altares. En la ruta, en la calle o en el santuario principal, en Corrientes, los devotos al Gauchito Gil lo conmemoran y, cada uno, de una manera propia para venerar al gaucho justiciero y cumplidor. 

El Gauchito Gil, en realidad, tiene su historia. Antonio Mamerto Gil Núñez se convirtió en santo popular a través de sus devotos, sus fieles y su leyenda. Las velas en los altares o los bocinazos en las rutas son situaciones que se repiten. La historia del Gaucho, como cada leyenda, tiene bifurcaciones que fueron sumándose a través de la historia construida por sus devotos. Nacido en Mercedes, provincia de Corrientes, allí está el santuario más grande en su honor. 

Luego de haber sufrido la Guerra de la Triple Alianza donde tuvo que batallar con cercanos y conocidos, la leyenda cuenta que el Gauchito Gil desertó del ejército y, en ese camino, se convirtió en un justiciero que le robaba a los ricos y después repartía entre los pobres de la zona. Corrientes, su provincia, su lugar y, sobre todo, su gente lo protegió hasta que finalmente fue capturado luego de una celebración. Un 8 de enero a fines del siglo diecinueve, el Gaucho fue asesinado cuando iba a ser juzgado. Antes de morir, le dijo a su verdugo: "Con la sangre de un inocente, se curará a otro inocente".  Después de matarlo, el verdugo juntó algo de esa sangre y se la untó a su hijo enfermo que, luego, se recuperó. 

La historia que creció con el boca a boca de los pueblos tiene su actualidad y desde el interior del país comenzó a extenderse por las ciudades más populosas. Ya existen devotos por toda Argentina. Mercedes -como la ciudad del Gaucho- es una de ellas. "Lo conocí en una santería de la calle Centenera. Siempre me había llamado la atención, su figura y todo. Él y la Difunta Correa", cuenta a El Destape y agregó: "Me eduqué en una colegio católico, fui a la Iglesia y la verdad que cuando uno crece y conocés, hay cosas que te alejan".  Como suele ocurrir en diferentes ocasiones, el desencanto por las instituciones que representan a un culto pueden alejar de la fe, pero hay momentos que se necesita. 

"Hubo un día que estaba desesperada por un tema familiar. Bastante complicado y, no sé, me pintó pedirle al Gaucho. No sé, quizás de esa cuestión de la Santería que me quedó. Y bueno, le prometí algo, el tema de salud complicado de mi papá se revierte", relata. En el momento en el que se vive una situación complicada, la fe suele aparecer. Con el Gauchito Gil, lo que ocurre, es que cada vez que se le pide algo hay que prometer. Y cumplirle. Ese es el código de este trato divino. Mercedes, después de su situación puntual, lo replicó: "Después de eso, cada vez que puedo contagiar lo que hace el gaucho, lo hago. De hecho, mi pareja no sabía quien era y ahora lo conoce. Fuimos al santuario, vamos.  Ojo, no es como ir al Mc Donalds. Es como con cualquier devoto, ser respetuoso y agradecer siempre. Además respetar sus tiempos".

 

Los "Promeseros", los fieles del Gauchito Gil, se multiplicaron y el clamor popular por este "santo del pueblo" sigue creciendo. Andrea Ghilino conoció al Gaucho a través del arte y creó un inventario fotográfico sobre lo más significativo alrededor de su figura del santo popular: los santuarios. En rutas, en calles o en balcones. El rojo intenso, las velas, la estatua y las ofrendas se repiten. "Lo que me pasó a mi es que me llamó la atención cuando vi el altar, con las velas. Me llamó la atención desde el arte. Los colores, las formas y después conocí todo el movimiento detrás", dice a este medio. 

En la cuenta SantuariosGauchitoGil en Instagram Andrea rescata la belleza de cada uno de los altares realizados por promeseros. "Yo me siento una promesera, pero desde otro lugar. Nunca le pedí nada, pero me gusta ver todo lo que pasa alrededor. La gente, la solidaridad, como se arma todo", indicó.  Incluso, además de la comunidad que se arma alrededor, Andrea le da un gran valor a la historia: "Es más cercano a uno. Tiene una historia mucho más humana y también hay algo difuso".  En esa línea difusa aparece, por supuesto, la dificultades de la comunidad para luchar contra los prejuicios de un santo popular:  "Uno va al Gauchito  existe un prejuicio por cómo se presentó. Muchos creen que solo van los ladrones antes de robar y entonces aparece un prejuicio muy grande que no es así. Pero vas al santuario y hay virgencitas, gente que llega caminando. Hay mucho más de lo que se conoce".

Como todos los años, en diferentes puntos del país, los devotos y los fieles se movilizan a cada uno de los santuarios del país. Filas largas, velas y vinos para el santo popular que cumple y derrumba prejuicios.