Desde hace años, es “costumbre” o “tradición” que las jóvenes estrellas que llegan a la Primera de un equipo del Fútbol Argentino atraviesen diferentes ritos de iniciación que fueron aceptados y/o naturalizados en el mundo del deporte. El "pagar el derecho de piso" no difiere demasiado de las historias ya conocidas en las fraternidades universitarias o en instituciones militares, donde ya se contabiliza un saldo importante de muertos a causa de dichas prácticas. "Nadie sale psíquicamente ileso al hacer algo en contra de su voluntad", señaló en ese sentido el psicólogo Dan Weksler. Frente a los hechos, la necesidad de debatir y poner en discusión por qué estos ritos se mantienen y cómo replican mandatos de masculinidad es cada vez mayor.
No solo ocurre en el fútbol sino también en otras disciplinas, como el caso del rugby. “Naturalizamos que en un bautismo te caguen a trompadas, que te muerdan hasta que no te puedas sentar… A mí me pasó, me mordieron la cola y no me pude sentar por cuatro días. El gran problema es haber naturalizado esa violencia”, lanzó Agustín Pichot, histórico jugador de ‘Los Pumas’ en enero de este año, en el marco del juicio por el crimen de Fernando Báez Sosa.
El fútbol no es la excepción y las acciones violentas se reflejan con las tradicionales “peladas” desprolijas a los más chicos, con las que luego deben posar frente a la cámara y dejar a la vista los ridículos cortes que los más veteranos les propiciaron como “bienvenida” al plantel profesional, como si se tratara de la transición de una etapa de la vida a la otra. “No nos gusta eso, nos parece que no tiene sentido. Estás ridiculizando a los chicos y la realidad es que no tenemos esa idea. Mientras estemos nosotros (junto a Mariano Andújar) eso no se va a dar en Estudiantes”, expresó Mauro Boselli, referente del “Pincha”, en diálogo con TyC Sports hace unos meses al instalar el debate.
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Además de humillar y ridiculizar a los más jóvenes, también se los termina exponiendo a prácticas mucho más violentas que generan, en algunas ocasiones, todo lo contrario a lo esperado: no se forja una personalidad más fuerte, se propician importantes traumas que afectan a la salud mental y muchas veces, debido a ellos, los chicos deciden abandonar el deporte por los miedos construidos.
Del otro lado de la vereda de la ciudad de La Plata, el presidente de Gimnasia y Esgrima La Plata se hizo eco de los bautismos violentos que han ocurrido en el club y que despertaron una gran indignación. Pese a que aclaró que por el momento no hubo ninguna denuncia en la Justicia, Mariano Cowen le reconoció a C5N que en el plantel de la Primera División hubo "golpes" y que también se solía "tapar a alguien con una sábana como se hacía en la colimba". Asimismo, el dirigente electo recientemente -a fines de noviembre del 2022- resaltó que está "a disposición de la Justicia" ante la posibilidad de una investigación y también anunció que instalarán "un código de ética". En tanto, Cowen sostuvo que "no hubo abuso sexual" (más allá de la información que surgió en los últimos días), que en "El Lobo" iniciaron "una investigación para informar todo" y que "dan por finalizados los bautismos en Gimnasia" para los juveniles recién llegados al primer equipo.
En diálogo con El Destape, el psicólogo deportivo Dan Weksler se refirió a los ritos de iniciación y los caracterizó cómo "acciones propuestas por un grupo preexistente" propiciadas a un nuevo grupo. Sobre ellas señala que si bien "no siempre deben ser actividades nocivas" (como preparar una comida o colocarse alguna insignia en un bolso), sostiene que en muchas ocasiones "pueden resultar perjudiciales si implican daños físicos y/o morales" para las personas afectadas por dichas acciones. A su vez, sostiene que las consecuencias frente a estos "rituales" dependen de cada persona aunque opina que "nadie sale psíquicamente ileso al hacer algo en contra de su voluntad". En el caso de los más jóvenes, resalta que dichas "costumbres" pueden resultar aún más complejas ya que "no tienen herramientas para poner límites" a los adultos. También subraya que les es difícil hablar sobre dicho temas que sufrieron, "ya sea por no encontrar a la persona ideal para hacerlo o por temor a ser juzgados como débiles".
En estos procesos, se pueden desencadenar otras afecciones como el estrés y la ansiedad y también lesiones, específicamente musculares que los afecten inclusive en el deporte de alta competencia. "Es crucial contar con psicólogos en las instituciones deportivas y que estos profesionales no hayan estado relacionados previamente con el equipo ni a la institución desde otro rol", explicó Weksler. Y agregó: "Deben tener una posición ética que permita establecer qué es lo que integra y se puede seguir haciendo, y qué es lo que daña y debe dejar de hacerse".
Para el psicólogo deportivo se confunde, en muchos casos, la fortaleza mental o la virilidad con el "no aceptar debilidad", algo que desde su punto de vista puede ser contraproducente para un deportista. "Todas las personas con una estructura psíquica sana tenemos temores, la mejor forma de que los mismos nos impidan desarrollar nuestro potencial es hablar de ellos, exteriorizarlos y no guardarlos por temor a ser juzgados", añadió.
El experto sostiene que la "jocosidad entre los deportistas" se puede aceptar hasta cierto punto. Tienen que ser avaladas dentro del grupo hasta no llegar a generar incomodidades. Si esto no ocurre, se toman esos comportamientos como agresivos y ahí empiezan los problemas. Incluso, para marcar una clara diferencia, señala como "positiva" la actitud de Lionel Messi al pedir que dentro de la Selección Argentina no llamen a Alexis Mac Allister "Colo" porque al joven del Brighton le molestaba. "Sabemos que en muchos equipos o grupos de trabajo existe la competencia no sana, donde muchos ven a los pares como rivales y por medio de 'cargadas' buscan incomodarlos o simplemente no les importa su bienestar. Por ello es también importante contar con profesionales de la psicología que trabajen para un bienestar común", sostuvo.
La mejor forma de ponerle un freno a este tipo de comportamientos es, sin lugar a dudas, establecer normas y sanciones. Pero en el caso de que esto no ocurra, como suele pasar, Weksler habla de diferentes estrategias para enfrentarse a los agresores o evitar ser víctimas. Por un lado existe la "evitación", es decir entrar en contacto lo menos posible con el agresor y por el otro, el "afrontamiento" o confrontamiento, no necesariamente desde la violencia, donde se les ponen límites a los agresores; aunque "estas alternativas son las menos 'sanas' para los equipos" porque pueden provocar reacciones mayores, opina. De todas formas remarca la importancia de que las instituciones presten atención a los aspectos psicológicos, algo que no ocurre; por eso resalta que se deben “generar estructuras” para trazar conexiones entre el deporte y la salud.
La postura de Leonardo Di Lorenzo, ex futbolista de la Primera División del fútbol argentino
Leonardo Di Lorenzo, exfutbolista y mediocampista de clubes como San Lorenzo, Atlético Rafaela, Argentinos Juniors y Temperley, entre otros, también se refirió a la problemática que atraviesa a todas las instituciones, desde la Primera hasta las categorías menos profesionales. Hizo inferiores en el club de Boedo, debutó en medio de un torneo y se perdió la pretemporada -donde se llevan a cabo dichos rituales- por estar en el Sub 20, pero esto no fue un obstáculo. “En cuanto empecé a ir seguido al banco, me agarraron entre cuatro o cinco en una de las concentraciones y me pelaron. Era inevitable, más allá de que yo no quería”, contó.
Si bien resaltó que no sufrió estos episodios porque estaba "resignado", sí padeció mucho el pagar “el derecho de piso” de empezar a entrenar con el plantel profesional. “‘Ahora ya no sos más un pibe, sos profesional, sos un hombre, te tenés que bancar todo esto porque es así’... Es un tiempo y depende del carácter de cada uno, algunos sufren más y otros menos. A mí se me hizo muy difícil el día a día porque se nos exigía por demás, si errábamos un pase o un centro mal nos caían mucho. Te hacían sentir todo el tiempo eso de que no pertenecías y a mí, particularmente, me costó un tiempo poder ir a entrenar sin tener toda esta preocupación en la cabeza”, manifestó en diálogo con El Destape. Además de las fallas, también les marcaban los aciertos desde lo físico -con patadas y acciones similares-. “Lo hablaba con chicos de mi edad o más grandes, que me decían que no era tan malo. Te hacian entender que era un proceso, un momento y que iba a pasar, se instalaba que te hacían un bien y que te estaban formando”, añade.
Di Lorenzo sostiene que no está de acuerdo con estas prácticas. Tanto es así que, cuando le tocó ser referente, trató de no repetirlo: “Son momentos y procesos de formación que en ciertas personalidades pueden ser complicados y frenar el crecimiento, algunos lo pasan y salen más fuertes pero otros se retiran porque no lo soportan”. Por esta razón, explicó que nunca participó de ninguno de estos ritos pero que cuando fue capitán tampoco lo frenó; en su lugar, trataba de contener, acompañar y hacer sentir cómodos a los más chicos del plantel.
Luego de destacar la actitud de los referentes de Estudiantes, el ex jugador señaló: “Quizás lo naturalicé. Era un momento de mi carrera donde, junto con otro compañero, íbamos siempre en contra de lo establecido y a veces uno elige las peleas que dar”. Actualmente, a la distancia y desde una mirada muy autocrítica, sostiene que actuaría de otra manera. “Diría o haría algo para evitar este tipo de comportamientos o ponerlos al menos sobre la mesa. En los últimos cinco años hubo avances sociales y culturales enormes en cuanto a los tipos de violencias que se reproducen en el fútbol, falta aún mucho por hacer”, manifestó a este medio. Y aseguró que, desde los diferentes roles que ocupó y hoy en día, “cada vez que puedo, doy esa batalla”.