La trama detrás del crimen de Fernando: rugby, masculinidad y violencia

21 de enero, 2023 | 19.00

El pasado 18 de enero se cumplieron 3 años del asesinato de Fernando Báez Sosa a la salida del boliche Le Brique, en Villa Gesell. A partir del hecho, ocho jóvenes, jugadores de rugby de Zárate, están imputados por “homicidio doblemente agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas”. Las especificidades y motivos del crimen se definirán en el marco del juicio que se está llevando a cabo en el Tribunal Oral en lo Criminal 1 de Dolores, y a fin de mes se darán a conocer las sentencias. El fin del proceso penal y las condenas funcionarán como una suerte de reparación para la familia de Fernando después de tanto sufrimiento.

Pero este caso en particular ha despertado, a la par del avance del proceso judicial, un particular interés que trasciende los límites del relato policial y no tiene que ver con el morbo y el amarillismo de la prensa. Por primera vez una gran parte de la sociedad parece haber recogido el guante de décadas de silencio y complicidad con ciertas situaciones. Se percibe la necesidad urgente de detener el modo automático de la dinámica social e introducir la pregunta sobre el porqué, o los porqué, de algunos hechos sociales. Como ocurrió en 2015 luego del femicidio de Chiara Páez en Santa Fe, que encendió el origen del movimiento #NIUnaMenos,  en estos meses que han transcurrido desde esa trágica madrugada, a nivel social y cultural, se ha puesto en marcha un incipiente proceso de cuestionamiento de ciertos comportamientos y mandatos ligados a la masculinidad y la naturalización de las violencias.

La madre y el padre de Fernando Báez Sosa reclaman Justicia.

Por supuesto que el camino hacia una posible trasformación real es a largo plazo, es dinámico e implica que la sociedad tenga las herramientas y se banque profundizar sobre las tensiones y heridas abiertas. Nadie dice que será un trabajo fácil. Sin embargo, lo que se observa es un germen de incomodidad creciente desde sectores masculinizados que se atreven a moverse, a correrse de los lineamientos del mandato pautado, también estimulados por una fuerte presencia de los discurso de género y los feminismos en la agenda pública y la conversación social.

Lucho Fabbri, es Sec. de Formación y Capacitación para la Igualdad del Ministerio de Igualdad y Género de Santa Fe, hace varios años que trabaja en la construcción de nuevas masculinidades desde el colectivo “Varones Antipatriarcales”. En una entrevista con El Destape Radio explicó que desde la gestión provincial que encabeza están trabajando en diferentes iniciativas que involucran por ejemplo trasladar la Ley Micaela a las Instituciones deportivas, o Talleres de masculinidades con varones que son trabajadores comunales, deportistas en clubes, estudiantes, bomberos, policías, o repensar las paternidades, entre otros ejes de la cartera.

Para el activista un canal de ingreso a las masculinidades debe ser correr el foco de atención y analizar desde un paradigma de género los casos como el crimen de Fernando, en los que son varones tanto la víctima como los victimarios: “Empezamos a elegir y dirigir los discursos de prevención de la violencia de género a los varones y no solamente a los destinatarios de la violencia que son generalmente las mujeres y disidencias. En este caso la novedad de la recepción que ha generado interés tienen que ver con intentar explicar la violencia entre varones desde la perspectiva de género. Existe un supuesto detrás que es que si no hay una víctima mujer o disidencia no amerita un debate sobre este tema y no es así”.

La interpretación de la continuidad de comportamientos de los jóvenes, que finaliza con la muerte Báez Sosa, desde una mirada de género es una de las lecturas necesarias de un fenómeno social que es complejo y multicausal, e involucra otras cuestiones como clase y etnia. Fabbri identifica allí la exacerbación de ciertos mandatos que son los establecidos según el modelo binario hegemónica. Estos mandatos que se enseñan e incorporan en las etapas de socialización, en todas las instituciones, demarcan cómo deben ser los varones: fuertes, racionales, auto suficientes, competitivos, potentes, fríos, etc.

Los rugbiers están siendo juzgados por la Justicia.

Entre esos hay un mandato que juega un papel central que es el de tener que demostrar permanentemente que son portadores de esa masculinidad a través de la jerarquía, del reconocimiento de propio entorno o grupo: “La masculinidad no es algo que se agota en la genitalidad, sino que tiene que ver con un comportamiento social. Eso de alguna manera favorece un modo de resolver conflictos donde, como se ve en este caso, está presente la violencia grupal”. “La cultura del aguante, el ritual de la pelea a la salida del boliche, tiene mucho que ver con esta forma de demostración que el grupo de varones tiene hacia sí mismo, en la que reafirman la pertenencia, y al mismo tiempo que expresan ante otros cuan viriles son”, enuncia.

En cuanto al vínculo con el rugby, sin caer en la estigmatización de la práctica deportiva o en una simplificación obsoleta, el ejercicio debe ser el de preguntarse por las características del entorno, lo que se ponen en juego en el proceso de socialización de ese deporte, y la cultura, que producen una serialidad y cierta tendencia a comportamientos violentos en grupo. “Toda la reafirmación positiva de los valores del espíritu colectivo y el cuerpo común tienen un ejercicio de la violencia que está regulado en el campo de juego. Existe un reglamento y normas que indican cuáles contactos corporales son lícitos y cuáles no – analiza Fabbri - pero fuera del campo eso esta desregulado, y de algún modo, toda la violencia que no se puede expresar adentro porque es considerada falta termina sublimándose afuera. El ejercicio de violencia grupal desregulada, sin un arbitraje, lleva a consecuencias muy lamentables. La máxima consecuencia puede ser la muerte, pero en otros casos son muy graves sin llegar es eso”

“ Cuál es el límite? ¿Hasta dónde se ejerce esa violencia? ¿Cómo los varones tienden a naturalizar violencia en los rituales de iniciación o de bautismo”, son algunos de los interrogarse que como sociedad debemos hacernos. “Es importante reconocer toda la potencia de socialización, inclusiva, que tienen los deportes para las juventudes hoy, más en un escenario como el que vivimos de fragmentación social. Pero necesitamos construir instituciones deportivas libres de violencia , y para eso hay que alzar la voz y contar con varones proponiendo esto, contándolo, expresándolo, y varones que provengan del mismo mundo del rugby”.

En 2021 fue Agustín Pichot , ex jugador y capitán de Los Pumas, quien en el ciclo de charlas llamado Cómo llegué hasta aquí, habló del problema de la violencia naturalizada en el deporte y el “no haber diferenciado lo bueno y lo malo”: “Creo que el rugby naturalizó muchas cosas que estaban mal. ¿Vos me preguntás exactamente qué es? No son los valores. Naturalizamos que en un bautismo te caguen a trompadas, que te muerdan hasta que no te puedas sentar, a mí me pasó, les hablo de la experiencia mía. ¿Sabés cómo estaba? Me mordieron la cola, un cachete, una persona de 130 kilos que tiene una mandíbula diferente y te agarra y parece un dogo, no me pude sentar por cuatro días, de verdad te lo digo, no sabés lo que me dolía. Todo el bondi riéndose. Cero gracioso. Me cortaron todo el pelo, que yo amaba mi pelo, no tiene nada de gracioso, naturalizás”.

Además, en su participación reflexionó sobre su trayectoria e hizo un repaso de su experiencia al frente de la Selección Argentina de Rugby en la que trató de modificar esa dinámica históricamente normalizada: “Cuando yo fui capitán, no, y tuve muchas discusiones. Por eso, empieza con autocrítica y con no naturalizar. Son años de una forma de ver las cosas, como es el machismo en la sociedad. Hay muchas cosas. Hay un revisionismo importante y al rugby durante el último año le tocaron todas juntas”. Desde ese lugar en una entrevista radial cuestionó a quienes desde dentro del mundo del rugby y las Instituciones hablan de que se trató de un accidente o  de ‘hechos aislados’: “Cuando son un montón de ‘hechos aislados’, ya no son hechos aislados. Es un tema de cultura y ahí es donde hay que trabajar muchísimo”.

Por último, el referente a nivel internacional dedicó unos minutos para expresarse sobre el homicidio de Fernando Báez Sosa y pedir disculpas:  “No está bien esto, mataron un chico, no está bien.  Díganme lo que quieran, no está bien. Me putean, pero no está bien. Pero no está bien no para hacerme el progresista y decir no… Para que no pase, lo primero que le pregunté a mi hija después de lo de Fernando Báez Sosa, nos sentamos en la mesa y le pregunté ese mismo día: ‘¿Qué pensás de los jugadores de rugby? ‘Son unos patoteros, quilomberos, agresivos’. No me iba a sorprender, pero una chica de 18 años, que el papá había sido un símbolo, llamalo como ustedes quieran, alguien conocido en el ambiente del rugby, está diciendo eso. Por eso le mandé un mensaje al papá de Fernando pidiéndole disculpas en lo que me competía a mí, porque en definitiva yo había sido uno de los que había transmitido esa naturalización, desde mi lugar, de alguna forma”.