“Estamos decididas a transformar el mundo, con la misma vehemencia con que Pinky y Cerebro se proponían conquistarlo. Y también con la alegría que siempre nos da caminar juntas”, dicen a coro Yamile Socolovsky y Leonor Cruz, las dos secretarias de Género de la CTA unificada desde principios de este mes para enfrentar las políticas de crueldad planificada que viene impulsando el gobierno de Javier Milei.
En tiempos de fragmentación de espacios políticos como la UCR, o cuando se exponen a cielo abierto internas bastante incomprensibles dentro del kirchnerismo y el PJ, las CTA dieron un paso fundamental mientras la CGT se tensiona pero no se rompe. “La decisión, más reciente, de avanzar en la construcción de una instancia orgánica para fortalecer ese proceso de unidad -dice Yamile Socolovsky, de la CTA de los Trabajadores originalmente- también se vincula a la comprensión de que era necesario generar condiciones para tener mayor capacidad de incidir en la dinámica de lucha del conjunto del movimiento sindical. La gravedad de la situación y la radicalidad destructiva del proyecto que hoy encabeza Milei es tan severa que demanda respuestas audaces y generosas”, concluye.
“Necesitábamos una alianza de unidad de la clase para enfrentar, confrontar al fascismo que hoy gobierna a la Argentina, pero no una unidad del espanto, sino una unidad estratégica y por sobre todo, programática para discutir con nuestrxs compañerxs el país que queremos y necesitamos”, se suma Leonor Cruz, de la CTA Autónoma, aunque las distinciones de una y otra central ya empiecen a ser innecesarias.
Leonor era trabajadora del Instituto Nacional de Agricultura Familiar, fue despedida en la última Semana Santa. Su actividad sindical comenzó en ATE y en la Federación Nacional Territorial (Fenat), vive entre su barrio de origen, Villa Muñecas, en Tucumán y la ciudad de Buenos Aires. Yamile Socolovsky es profesora de Filosofía Política en la Universidad Nacional de La Plata y es directora del Instituto de Estudios y Capacitación y secretaria de Relaciones Internacionales de la Mesa Ejecutiva de CONADU. Está trabajando también en el proceso de unificación con la CONADU Histórica para concentrar en una sola fuerza la representación docente universitaria.
Con trayectorias distintas, las dos comparten con pasión el feminismo que las encontró unidas desde antes que las centrales a las que pertenecen hubieran tomado la decisión de terminar con una división de 14 años. Es el feminismo, aseguran, el que les fue marcando ese camino que transitan juntas de manera concreta desde 2017, cuando el 8 de marzo -Día Internacional de las Mujeres- empezó a transformarse en un día de huelga feminista que llenó esa fecha de sentidos renovados en el cruce de las demandas de género y de clase. Entonces empezó a forjarse el “bloque sindical feminista”, entra las dos CTA, la CGT y los movimientos de la economía popular.
“El trasfondo de esa historia son horas de debate, de buscar la manera de superar diferencias, de sortear no pocas veces diferencias que no son nuestras, sino las que nos imponen otras lógicas que normalmente ordenan la práctica sindical y política en formas que no contribuyen a la unidad y que son un obstáculo para la participación de mujeres y diversidades. Somos críticas de muchas prácticas que también discutimos al interior de nuestras organizaciones, nos esforzamos por no reproducirlas entre nosotras, nos cuidamos.”, dice Socolovsky.
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Palabras más, palabras menos; las dos dirigentes coinciden en calificar al gobierno de Javier Milei como un sistema de saqueo y crueldad que busca -y consigue en muchos casos- fragmentar las luchas y las resistencias. Pero también confían en la capacidad que tienen, y que fue fortaleciéndose en la lucha feminista interseccional, para la imaginación y la práctica política, para encontrarse en las diferencias como un valor a compartir y no como insalvables.
“Históricamente, a pesar de la ferocidad de los ataques, supimos acuerparnos en alianzas estratégicas que el patriarcado no ha logrado realizar en toda su historia. Nosotras sí. Nos reconocemos en las calles, en las marchas, en las asambleas. Nos llamamos hermanas. Sabemos que somos las hijas de las que no pudieron matar. Entendimos en cada momento la necesidad de reinventarnos y cambiar el sentido de la construcción de nuestro poder. Un poder que alcanzó para dar avances históricos, pero que todavía no logra cambiar de raíz la violencia estructural que nos sigue asediando, y de la cual este Gobierno es solo un eslabón más.”, sintetiza Leonor Cruz.
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La violencia contra las mujeres y las diversidades sexuales es estructural, algo que niega este gobierno que pretende equiparar un hecho gravísimo como el lesbicidio de Barracas con cualquier otro hecho de violencia con intención de robo, por ejemplo. “La supresión de derechos y de políticas que procuraban reparar algunos aspectos de la desigualdad de género y combatir la violencia machista en sus distintas expresiones, junto al intento de cancelar toda perspectiva crítica del patriarcado -asegura Socolovsky-, tienen el propósito de volver a recluir a las mujeres y a las identidades disidentes en una domesticidad ordenada por las jerarquías tradicionales, silenciada, aislada y enajenada de la política.”
La “batalla cultural”, de la que tanto se jacta este gobierno, sabe que los feminismos son un obstáculo ya que logran narrar en sus luchas, cómo la violencia económica produce y ampara la violencia dentro de los hogares, los crímenes de odio, la sobrecarga de trabajo no pago que implican las tareas de cuidado sobre todo para las mujeres. No se puede hablar ni de la autonomía sobre el propio cuerpo ni de violencia por razones de género sin poner en la misma mesa la desigualdad en el acceso a la jubilación, por citar un ejemplo, además de la demonización a que son sometidas ahora mismo quienes accedieron a cobrar una mínima después de haber pasado la vida en trabajos informales y de cuidado. Esto es lo que entienden y expresan las mujeres y diversidades dentro de las centrales obreras.
“Este es nuestro desafío como parte constitutiva de la clase pero también como sindicalistas feministas de nuestras Centrales: traer el debate, amalgamar las distintas miradas, tratar de hacer síntesis. No se trata de llegar a lugares de conducción, se trata de ir construyendo un nuevo sindicalismo con nosotras adentro y en eso la unidad de las Centrales nos potencia como secretarías (de género) porque venimos recorriendo un largo trayecto”, agrega Cruz.
La pedagogía de la crueldad que ahora entendemos masivamente en nuestro país, fue narrada desde los feminismos, en la voz de Rita Segato pero en la proliferación de sentidos que se le viene dando según la realidad de los distintos territorios. Contra esta crueldad que goza con el dolor el ajeno y festeja la desposesión -como se vio en los “funerales” libertarios que se le hicieron a la AFIP después de que se anuncie su cierre-, estas dos feministas y sindicalistas ofrecen la perspectiva de la ternura, del trabajo compartido, del imperativo de componer las diferencias y no anularlas.
“Este movimiento feminista que venimos construyendo aloja una diversidad de formas de organización colectiva que deben ser reconocidas como fundamentales dentro la clase trabajadora. Cuando decimos “trabajadoras somos todas” y pensamos nuestras estrategias desde esa convicción, estamos uniendo -conceptual y políticamente- aquello que el capitalismo y el patriarcado dividen e invisibilizan. La construcción de unidad está en el origen de la idea feminista que nos contiene y que militamos.”, completa Yamile Socolovsky.
“Una nueva sociedad es posible, no como ilusión, sino como esperanza si nosotras somos capaces de confrontar con nuestros sueños y realizarlos”, cierra Cruz y ofrece una pedagogía necesaria qpara hacerla transversal a todas las fuerzas políticas y sociales que pretenden abrazar “con políticas de ternura” a quienes este sistema descarta.