Le dieron perpetua a Ángelo Castillo por el femicidio de Pamela Rodríguez

Ángelo Castillo mató a sangre fría a a su ex novia de 17 años, la madre de su bebé, en febrero de 2020. Dos años más tarde un tribunal lo condenó a la máxima pena. Escuchó por zoom la condena.

07 de febrero, 2022 | 21.59

Había suficientes elementos para inculpar y condenar a Ángelo Castillo por el brutal femicidio contra su ex pareja Pamela Rodríguez, una joven de 17 años que tenía toda una vida por delante y un bebé de 2 meses que quedó a cargo de su mamá Lorena. A dos años del terrible hecho ocurrido a 230 kilómetros de la ciudad de San Juan, en la localidad de Calingasta, Castillo fue condenado a prisión perpetua.

Este lunes, el Tribunal superior de la Sala II de la Cámara Penal, integrado por Silvina Rosso de Balanza, Maximiliano Blejman y Juan Bautista Bueno, emitieron la condena que fue escuchada por el sujeto a través de una videoconferencia en vivo desde el Penal sanjuanino.

En la sala de audiencias, estaba presente la madre de la joven asesinada, una de sus hermanas y el nene de la pareja, que ahora tiene dos años. Se vivieron momentos de extrema emoción atravesadas por la satisfacción y el alivio de haber conseguido la justicia deseada; pero con el dolor de saber que Pamela no estará más entre ellos.

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Cuando se leyó la sentencia, hubo reacciones de júbilo y también lágrimas. Los abrazos perpetraron el momento, pero la tristeza enlutó la escena. En una sala especial, a varios kilómetros al Norte de la ciudad, Ángelo escuchaba su destino. Prisión perpetua por el homicidio agravado por el vínculo y por violencia de género contra la madre de su bebé, aquel niño que nunca verá crecer.

Una de las medidas judiciales que se tomaron para amparar a ese nene, a pedido de la Fiscalía representada por Daniel Galvani, fue la aplicación de la Ley Brisa, el Régimen de Reparación Económica para hijos e hijas de las víctimas de femicidio.  Es decir que el pequeño tendrá los beneficios que establece la ley 27.452, que implica el pago de una ayuda económica proporcionada por el Estado argentino.

“¡Gracias Señor, es la condena que tanto esperábamos!”, expresó en medio de un llanto incontrolable Lorena, la mamá de Pamela, tras conocer la condena. “Que se pudra en la cárcel, el maldito. ¡Que se pudra!”, deseó la hermana de la víctima sumida en un momento de inmensa conmoción.

Una perpetua contundente

Para la Fiscalía las pruebas fueron contundentes. El testimonio de familiares de Pamela que vieron al sujeto escapando por la puerta de atrás, a las 3.40 de la madrugada, al sentir el grito desgarrador de la joven que estaba acostada junto a su bebé, fue crucial.

El femicidio de la joven madre fue perpetrado a esa hora, mientras dormía. Ángelo Castillo se escabulló por la puerta trasera para ingresar a la habitación de la chica, a quien había hostigado, acosado, amenazado y golpeado durante mucho tiempo. Esa noche fue con una intención clara: matarla a sangre fría.

Con un cuchillo chico de cocina, intentó degollarla y la hirió gravemente. Pamela alcanzó a lanzar un grito desgarrador que despertó al resto de su familia, cuando la madre llegó a su habitación, después de chocar en el pasillo con el femicida, la vio bañada en sangre. Le había tocado la vena aorta por lo cual quedó viva muy poco tiempo. Sólo preguntó por su hijo, y nada más.

Si bien Pamela llegó viva al hospital departamental murió mientras era asistida por los médicos. Su deceso fue inminente debido a la gravedad de su lesión. Los policías, mientras tanto, encontraron a Ángelo oculto entre las montañas al pie de la Cordillera.

Desde que Pamela decidió separarse de él, dos meses antes del femicidio, Castillo no dejó de acusarla con mensajes amenazantes y visitas inesperadas, en reclamo de la situación. Ángelo no la dejaba en paz, no asumía la ruptura y prometió hacerle la vida imposible hasta que finalmente terminó con su vida para siempre.

Ángelo Castillo ya había tenido denuncias previas por violencia y hostigamiento en diciembre cuando se produjo la separación, y que era conocido por su “mala vida”. El problema más grande es que Pamela no se podía librar de su expareja porque vivía justo al lado de su casa, en el barrio Bicentenario, en Alto Calingasta; y por eso la orden de restricción que emitió una jueza en aquel entonces, nunca se cumplió. La juez Roxana Espín le prohibió el acercamiento al sujeto por su violencia, nunca lo instó a abandonar la casa y alejarse, sino a no acercarse a Pamela lo cual fue difícil tratándose de un pueblo tan chico.

Ella murió con sólo 17 años, con puras ansias de vivir, con proyectos y con el entusiasmo de haber sido mamá hacía poco tiempo. Ella es recordada por sus familiares como una jovencita alegre, ocurrente y bromista; sabía lo que quería seguir estudiando, ya que su sueño era ser maestra jardinera, porque le encantaban los chicos