Después de un viaje de 25 días y de más de 300 maniobras manuales que debieron cumplirse a la perfección, el telescopio espacial más grande y complejo de la historia ya está ubicado en el punto del espacio desde donde promete atisbar las primeras estrellas del universo, que se encendieron de 100 a 300 millones de años después del Big Bang.
L2, tal el nombre de su nuevo "domicilio", es un lugar donde las fuerzas gravitacionales se combinan para crear una órbita estable alrededor del Sol. Este observatorio, que costó 10.000 millones de dólares y más de 20 años de esfuerzo, podría pasar allí dos décadas reuniendo información sin precedente sobre el universo y observando el espacio profundo, destaca Alexandra Witze en Nature (doi: https://doi.org/10.1038/d41586-022-00128-0). Descrito como una "máquina del tiempo", permitirá ver más cerca que nunca los orígenes del cosmos y estudiar la atmósfera de planetas extrasolares en busca de la firma química de la vida.
Ayer, el gigantesco telescopio de 18 espejos hexagonales que viajaron plegados como un origami dentro de un lanzador Ariane de la Agencia Espacial Europea (ESA), encendió sus propulsores y se puso en órbita. Según explica Witze, "solo un puñado de misiones espaciales viajaron hasta L2, que es uno de los cinco puntos de Lagrange en el Sistema Solar. Pero se planean más, porque la ubicación es particularmente buena para observatorios astronómicos sensibles como el Webb". Desde allí se puede mirar la mayor parte del cielo sin obstáculos y los objetos más brillantes (el Sol, la Tierra y la Luna) están todos para el mismo lado. Su parasol, del tamaño de una cancha de tenis, bloquea todo atisbo de luz para mantenerlo constantemente a -233ºC o 40 grados por encima del cero absoluto, lo que le permite detectar débiles destellos de calor provenientes de estrellas, galaxias y otros lejanos objetos cósmicos.
Haber entrado en órbita alrededor de L2 marca el final del primer mes de despliegues complicados del Webb. Desde el 8 de este mes, los ingenieros de misión estuvieron ajustando los 18 hexágonos de berilio cubierto de oro, que llevó nueve años fabricar y componen su espejo principal, de 6,5 metros de diámetro, Los próximos cuatro meses estarán dedicados al enfriamiento y calibración de sus cuatro instrumentos científicos, y se espera que podrá ofrecer sus primeras imágenes para junio.
“Estamos un paso más cerca de descubrir los misterios del universo. ¡No puedo esperar a recibir las primeras fotos!”, exclama Bill Nelson, administrador de la NASA, en un comunicado con motivo del final de la exitosa operación.