Las imágenes recorrieron el país. Cientos de personas, en su enorme mayoría adultos mayores, bailando en un salón cerrado, con bandas en vivo, sin distanciamiento ni respetando absolutamente ningún protocolo sanitario. Una postal que, en la pandemia, nos parecía imposible. Pero que tuvo lugar en Crespo, una pequeña localidad ubicada a 42 kilómetros de Paraná. Una ciudad pintoresca, fundada prácticamente por inmigrantes, sin fecha cierta, a fines del siglo XIX, reconocida por ser la Capital Nacional de la Avicultura y por organizar la Fiesta Provincial de la Cerveza. Tierra de gente trabajadora y de carácter, como el exfutbolista de la Selección Argentina y actual DT, Gabriel "Gringo" Heinze. Pero que no fue noticia por nada de todo lo bueno, sino que, por lo contrario: por un enorme acto de irresponsabilidad, que pone en serio peligro todo el trabajo de prevención desarrollado a lo largo de un año y que contó además, con el aval oficial de la Municipalidad, comandada por uno de los más acérrimos opositores a las medidas de cuidado desde el inicio mismo de esta nueva realidad que nos atraviesa a todos en todo el mundo.
Lo descripto al inicio, sucedió el último sábado 27 de marzo en el salón El Castillo, ubicado en el Acceso Norte de Crespo. Allí se llevó la 6° Fiesta Alemana o 6° Gran Baile Alemán, un tradicional evento que se suspendió en 2020 como consecuencia de la pandemia. Pero que fue reflotado en 2021, de la mano del grupo coreográfico "Edelweiss". En contacto con medios locales, Marisol Roth, la titular de la entidad, no se mostró para nada arrepentida de lo sucedido. Defendió la fiesta, detalló medidas de prevención -se tomó la fiebre a los asistentes y se les sanitizó las manos- y aseguró: "No hicimos nada fuera de lugar. Un evento como tantos otros, que tiene entrada paga, por lo que la gente podía comprarla o no. Es una decisión personal si alguien quiere asistir al evento, ateniéndose al protocolo".
Roth recalcó que, pese a los cientos de imágenes y videos que circulan de gente bailando sin ningún tipo de distanciamiento ni protección dentro del salón, "nos cuidamos entre todos". Y agregó: "El animador les decía en varias oportunidades cómo tenía que proceder. Todos los protocolos se cumplieron a rajatabla". El argumento para realizar el baile fue el mismo que podrían esgrimir cientos de instituciones que alrededor del país y del mundo no han podido organizar reuniones sociales, por cuestiones sanitarias obvias: el económico. "Las instituciones tenemos que organizar alternativas para poder desarrollarnos y tenemos la suerte de contar con un municipio que nos está ayudando para que así sea" se defendió la directora de Edelweiss.
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Y en efecto, la Municipalidad de Crespo dio luz verde al evento, con hasta 500 personas. El viernes 26 de abril, funcionarios de la comuna que conduce el radical Darío Schneider, acercaron una lista con los eventos sociales autorizados para el fin de semana. Entre ellos, la fiesta mencionada. La información fue ratificada a El Destape por Esteban Gómez, segundo jefe de la repartición policial. El funcionario aclaró que, en caso de que una fiesta cuente con aval oficial, no pueden intervenir las fuerzas de seguridad. Pese a que, como en este caso, haya claramente una violación a la normativa vigente en materia de cuidados por la pandemia.
Gómez resaltó, además: "Nuestro accionar se circunscribe a la detección e intervención de fiestas clandestinas. No tenemos injerencia en eventos autorizados, aunque claramente tenemos que estar al tanto por una cuestión de logística. Somos pocos agentes y debemos organizarnos". Un dato más, también llamativo y confirmado por el policía: en Crespo rige una cuarentena nocturna de 2 a 6. Es decir, en ese margen no se puede circular. Sin embargo, los 500 asistentes que mantuvieron contacto en El Castillo se retiraron a las 4.
El Destape intentó en reiteradas ocasiones comunicarse con Darío Schneider, sin éxito. El presidente municipal ignoró todos los mensajes y llamadas, al igual que prácticamente con todos los medios de la provincia. Sin embargo, sí atendió -con acceso a su oficina y todo- a algunos periodistas de Buenos Aires. En ese contexto, argumentó que lo sucedido tuvo lugar en una ciudad con muy pocos casos. Asimismo, reconoció que algo falló: "Fue una situación no deseada y claramente hay responsabilidades compartidas, tanto dentro del municipio como de la organización. Pero estas entidades hace un año que no pueden realizar eventos y por eso se las acompañó. El salón es generoso en su espacio y, quizás, se podría haber previsto otro tipo de manejo, a la hora del baile sobre todo".
Los datos son buenos. Eso, objetivamente, no deja de ser cierto: al día de la fecha, Crespo presenta 16 casos activos, 23 aislados con 879 altas y 12 fallecidos. Sin camas UTI ocupadas por coronavirus y con una incidencia baja -0,2- se muestra como una zona prácticamente segura. Pero no lo es, como ningún lugar. Y no lo es por una sencilla razón: al igual que cualquier localidad del país, está en contacto con otras ciudades, de otros departamentos, de otras provincias. Sus ciudadanos pueden entrar y salir y cualquier vecino de, por ejemplo, Paraná -zona de transmisión comunitaria sostenida del virus- puede ir a visitar a un amigo o a un familiar. O simplemente a pasear. Es decir, nada, absolutamente nada, garantiza que las 500 personas que fueron a la fiesta de El Castillo del fin de semana, hayan estado, directa o indirectamente, con una persona contagiada.
En todo caso el argumento científico sería atendible si rigiera un Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, como al inicio de la pandemia: en aquellas primeras semanas de ASPO, al haber serias restricciones a la circulación, autoridades de una localidad podían flexibilizar actividades entendiendo que se estaba viviendo en "burbuja". De ese modo, era seguro pensar que uno estaba cuidado, porque nadie entraba y nadie salía. No es el caso, en la actualidad, donde prácticamente todo, incluido el turismo, se hallan habilitados. Tampoco es suficiente con ciertas medidas que, en todo caso, son de prevención, pero que no garantizan que no haya contagios. Por ejemplo, tomar la fiebre, cuando se conoce hace un año que hay pacientes asintomáticos e incluso quienes padecen síntomas, pero no fiebre.
Lo sucedido en Crespo, asimismo, no escapa a la lógica política que ha intentado establecer Schneider. En su momento, fue uno de los pocos intendentes entrerrianos que se negó a cumplir con las disposiciones no sólo de la provincia, sino que del gobierno nacional. A fines de mayo, cuando todavía no había llegado el pico, firmó un decreto por el cual habilitó las reuniones sociales y familiares con hasta 15 personas, de manera domiciliaria. También liberó las actividades recreativas, sin límite de edad, con distanciamiento, pero sin horarios.
"Fui notificada al respecto por la ministra de Salud, que me alertó respecto de que esto no estaba permitido. Estoy en contacto con el intendente, buscando que se revise su decisión. Porque sino, se entra en una suerte de anarquía, donde cada uno decide sin seguir los lineamientos de la Provincia, y no es como se debe manejar este asunto" señaló por aquellos días la ministra de Gobierno, Rosario Romero. Y aclaró: "Esto es una cuarentena administrada, se debe de a poco ir volviendo a la normalidad". La decisión no fue rectificada, a medida que el discurso opositor de la "libertad" y de un presunto abuso de autoridad por parte de la Nación y la Provincia comenzaba a emerger y se convertía en una estrategia anticuarentena que tomaría cada vez más cuerpo.
Si la postal del sábado fue indignante para muchos, cuesta imaginarse cuánto lo fue para Lorena Ferrari, jefa de Enfermería del Hospital de Crespo, que además se desempeña en un servicio de traslado, que especialmente se conformó en ocasión de la pandemia en un trabajo conjunto entre el nosocomio, su cooperadora y el municipio. El sábado estaba de guardia cuando la llamaron, porque uno de los asistentes a la multitudinaria fiesta se había descompuesto. "Cuando llegué, atendimos a un hombre que se había ahogado, porque intentó ponerse a bailar sin sacarse el barbijo. Y claramente con barbijo no se puede bailar, ni andar en bicicleta ni hacer ejercicio. De hecho hizo un broncoespasmo, motivo por el cual fue estabilizado y enviado al hospital. Se lo controló por dos horas. Después me enteré que había vuelto a El Castillo a bailar".
Ferrari no pudo ocultar su indignación, al presenciar in situ lo que estaba aconteciendo dentro del salón: "Juro que no lo podía creer, me parecía irreal. Me acerqué a filmar y no me dejaron. Por eso después hice un posteo, con las fotos que los mismos organizadores subieron". En efecto, esa publicación, realizada por la enfermera para denotar su indignación por lo sucedido, fue el puntapié para que el hecho tomara trascendencia: "Nosotros ahora estamos trabajando bien, tranquilos. Pero en agosto y spetiembre, durante el pico, tuvimos que hacer malabares. Incluso hubo momentos de desesperación, porque no teníamos como contener a pacientes y tampoco conseguíamos lugar para derivarlos a Paraná".
En Crespo hay un hospital público y dos clínicas. El nosocomio no tiene camas UTI ni respiradores y cuenta con 6 camas Covid-19. Entre los dos centros privados, hay 14 respiradores. Eso es el sistema sanitario de la localidad donde más de 400 personas, en su mayoría adultos mayores, se juntaron a comer y a bailar. "Las libertades que obtuvimos las tiramos a la borda. Si uno solo, adentro de esa fiesta, estaba infectado, puede ocasionar un desastre. Las consecuencias las veremos en los próximos días" lamentó Ferrari. Y finalizóaclarando: "Algunos dijeron que mi enojo se vinculaba con lo político. Nada más alejado. Me hubiera indignado gobernara quien gobernara, fuera del partido que sea. Estamos preparándonos para una segunda ola y ver cosas así, indignan".
Al 29 de marzo, primer día hábil luego de la fiesta en El Castillo, había en Entre Ríos 936 fallecidos por coronavirus en Entre Ríos. De ellos, 216 tenían entre 60 y 69 años; 299 tenían entre 70 y 79 años y 211 tenían entre 80 y 89 años. Es decir, 726 -el 77,5%- de los muertos por el virus en la provincia, estaban dentro de la edad de riesgo. La misma edad que los más de 400 vecinos que decidieron que era buena idea, en plena pandemia, irse a bailar a un salón cerrado. Y todo con aval oficial.