El ADN es una maravilla molecular que transformó nuestra comprensión de la vida y la medicina, ha sido objeto de estudio y fascinación desde su descubrimiento. Sin embargo, la historia de este descubrimiento a menudo omite a una figura clave: Rosalind Franklin, la mujer cuyos cálculos y medidas sentaron las bases para uno de los mayores hallazgos científicos del siglo XX.
La figura en la sombra del ADN: Rosalind Franklin
Nacida en 1920 en Londres, Rosalind Franklin provenía de una destacada familia británica judía. Desde una edad temprana, mostró un interés apasionado por la ciencia, a pesar de las limitaciones impuestas a las mujeres en ese campo en esa época. Desafiando las expectativas, Franklin se embarcó en una carrera científica que la llevó a convertirse en una experta en cristalografía de rayos X, una técnica crucial para la determinación de estructuras moleculares.
En la década de 1950, Franklin y su colega Kenneth Holmes se propusieron estudiar la estructura del TMV utilizando la cristalografía de rayos X. Utilizaron una técnica innovadora para obtener cristales altamente ordenados del virus, lo que les permitió realizar análisis detallados mediante difracción de rayos X. La naturaleza helicoidal del TMV descubierta por Franklin sentó las bases para futuras investigaciones en virología estructural. Esta comprensión profunda de la estructura de los virus no solo ayudó a avanzar en el conocimiento básico de la biología viral, sino que también tuvo implicaciones significativas en el desarrollo de terapias antivirales y en la ingeniería genética.
La contribución de Franklin al descubrimiento del ADN
En 1951, Franklin aceptó una beca en el King's College de Londres, donde comenzó a investigar la estructura del ADN. Su experiencia en cristalografía le permitió tomar fotografías sin precedentes de muestras de ADN, incluida la famosa "Fotografía 51", que revelaba la estructura helicoidal del ADN con una claridad sin igual hasta ese momento.
A pesar de sus contribuciones fundamentales, los resultados de Franklin fueron compartidos sin su conocimiento con los científicos Francis Crick y James Watson, quienes estaban trabajando en el mismo problema en la Universidad de Cambridge. La "Fotografía 51" y las observaciones detalladas de Franklin jugaron un papel crucial en la elaboración del modelo de doble hélice del ADN, que fue anunciado por Crick y Watson en 1953.
El legado de Rosalind Franklin
Trágicamente, Rosalind Franklin falleció de cáncer de ovarios en 1958, a la temprana edad de 37 años, sin recibir el reconocimiento que merecía por su contribución al descubrimiento del ADN. Sin embargo, su legado perdura en la forma en que entendemos la vida y la medicina. Se dice que si Franklin hubiera vivido más tiempo, habría sido merecedora de un Premio Nobel por sus contribuciones pioneras.