Sonia Torres, nacida en la ciudad cordobesa de Villa Dolores, murió a los 94 años -cumplidos el pasado 2 de septiembre- siendo una de las máximas referentes de Abuelas de Plaza de Mayo de Córdoba. A lo largo de su vida se dedicó a la incansable búsqueda de su nieto Daniel nacido en cautiverio -que hoy tendría alrededor de 48 años- durante el secuestro de su hija Silvana ocurrido ni bien sucedió el golpe de Estado de marzo de 1976.
"Despedimos con enorme tristeza a nuestra Abuela cordobesa, Sonia Torres. Abrazamos a su familia, juntos seguiremos buscando al hijo de Silvina Parodi y Daniel Orozco", expresaron desde la organización. En un extenso comunicado, manifestaron: "Parece mentira que tengamos que comunicar la partida de la Abuela Sonia Torres, la Abuela de Córdoba, la de sonrisa amplia y pregunta persistente".
Después de trasladarse a Rosario, donde estudió la licenciatura en Farmacia, conoció a su pareja, se casó y tuvo tres hijos. Silvina, de 20 años, era la del medio y cuando fue secuestrada por los militares ya había contraído matrimonio -con Daniel Francisco Orozco, de 23- y estaba embarazada de seis meses y medio. Supo, tiempo después, que la llevaron primero a la Cárcel de Encausados, luego a La Perla y que dio a luz a un hijo varón en la Maternidad Provincial de Córdoba, el 14 de junio de 1976, pero nunca fue inscripto. "La monja Monserrat Tribo entregó a mi nieto (en Casa Cuna), pero nunca me quiso decir a qué familia", expresó en una nota a Infobae.
Comenzó su incansable búsqueda dos días después del inicio de la dictadura militar más sangrienta de la historia de Argentina. Nunca bajó los brazos, recibió amenazas y hasta sufrió un atentado, pero nunca fue intimidada. "Yo no me voy a ir de acá hasta encontrar a mi nieto", decía en cada oportunidad; "pero el cuerpo no resistió", completan desde Abuelas. Y añaden: "Duele tanto su partida, que no quedan palabras. Solo prometer seguir trabajando con todo el compromiso y amor que nos legó, para encontrar a su nieto y contarle lo extraordinaria que fue su Abuela".
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"Yo quería saber qué pasó con mi hija, desde que la secuestraron hasta que la fusilaron. Pude saber, a pesar de que otras abuelas hacían lo mismo y se movían lo mismo, lo que le pasó a ella y a su marido", expresó en diálogo con El Destape el año pasado, en el marco del Día Nacional del Derecho a la Identidad que se celebra cada 22 de octubre. "Para nosotras la búsqueda no termina si encontramos un nieto propio, tenemos un pedido de la sangre digo yo. Hasta que el último joven no recobre su identidad, no vamos a parar. Quedamos pocas abuelas, pero hay mucha fuerza", contó Sonia en aquella ocasión.
Durante la pandemia del Covid-19, como muestra de su incansable trabajo, inició el trabajo de Archivo para guardar la historia de su propia búsqueda y también de la filial de Córdoba. Compuesta por 14 carpetas foliadas y clasificadas para que su nieto conozca cuánto tiempo lo buscó. En el comunicado, desde la organización piden a la sociedad "romper los pactos de silencio" para no despedir más Abuelas y familiares sin cerrar semejante herida.
Sobre el cierre del comunicado, sentencian: "Abrazamos a sus familiares, a los compañeros y compañeras de la filial Córdoba y a todos los que formaron parte del mundo de la Choni, la Abuela que nos hizo creer que sería eternamente joven. Así te recordaremos. Hasta la victoria siempre querida Sonia, tu legado será imborrable". Por último señalaron que será velada el sábado 21, de 10 a 22 hs, en su domicilio.
"No nos para nadie la ansiedad por recuperar al nieto que nos robaron, nos moviliza permanentemente. Una se levanta con las ganas de encontrarlo y se acuesta diciendo 'mañana va a ser'. Es renovar, todos los días: alguien va a venir, nos va a tocar la puerta y nos va a decir 'aquí estoy abuela, la búsqueda terminó'", concluyó.
La carta de Sonia al Papa Francisco
El 26 de marzo del 2013, Sonia publicó su "Carta abierta al Papa de una Abuela de Plaza de Mayo" y a partir de allí se inició una relación de acompañamiento en su búsqueda por parte de la Iglesia. "La desaparición forzada de esos seres tan amados se convirtió en un dolor indescriptible que me acompaña desde entonces", expresa.
"No quisiera partir sin poder ver su cara, sin poder recrear en sus gestos los de sus padres, mis hijos, que desde esas fotos en blanco y negro que las Abuelas llevamos siempre en nuestras marchas, nos miran. Porque, suspendidas en el tiempo, sus miradas son un ruego, al igual que nuestro andar sin descanso", manifestó.
"Ya no me queda mucho tiempo. Quisiera rogarle que antes de mi viaje final me ayude a reencontrarme con mi nieto para que juntos podamos ponerles una flor a sus padres, contarle su historia, la mía propia, y juntarnos en el abrazo eterno que sólo permite el amor", cierra. Francisco intentó ayudarla con personas de confianza: primero, con el monseñor Jorge Lozano y luego con el monseñor Eduardo García. Como Monserrat Tribo (la monja) se encontraba en Barcelona, le enviaron dos emisarios para decirle que la liberaba del secreto pero nunca quiso contestar.