La mañana del 14 de marzo de 1978 -hace 45 años exactamente-, cuando se desató el infierno en el Pabellón Séptimo de la cárcel de Devoto, Hugo Ricardo Cardozo pensó que se iba a morir y se dejó llevar por una luz blanca y reconfortante, una luz que le entregó una enormidad de paz que jamás había sentido en sus 19 años. Pero no pasó. No sólo no murió, sino que permaneció vivo y casi medio siglo después tiene dos certezas; la primera es que sobrevivió, según él, gracias al de “arriba”, y la segunda es que vivió para recordar.
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Su voz se desliza suave, no tiembla, no se traba. Recuerda la masacre casi minuto a minuto. Es su "obligación", es lo que sabe que tiene que hacer para vencer el olvido y la injusticia. En diálogo con El Destape, Hugo cuenta que tras sobrevivir a la masacre nunca tuvo un tratamiento psicológico, que nunca fue a un profesional y que el recuerdo de lo que pasó lo revivió infinitas veces en sus sueños. “Cuando me casé, la madre de mis hijos dice que me despertaba a la madrugada y me escapaba por la ventana. Todo muy loco, muy de película”, recuerda sobre sus noches, en las que volvía al mismo lugar una y otra vez.
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“Qué más quisiera que vivir sin esa pesada carga, sin ese agobio que tengo hace 45 años y que no me permite disfrutar de una fiesta, una salida, siempre está detrás mío. Hasta que no se haga justicia, no creo que lo pueda liberar”, expresa y lo sostiene como una forma de vivir, entre el terror y la búsqueda de justicia.
El origen de la fortaleza
“Yo no tuve niñez, porque mis padres se separaron cuando era muy chico y fui a parar a la calle. Desgraciadamente siempre fui un chico de la calle”, explica en cuanto a su origen humilde con errores y aciertos. La dictadura militar llegó al país cuando tenía 17 años, y desde el comienzo mostraba su fuerza y brutalidad a base de torturas y fusilamientos. Hugo por ese entonces militaba en Villa Jardín, en la Juventud Peronista, y había caído varias veces preso. De esa forma conoció la tortura, la picana y las vejaciones que ya eran moneda corriente.
Es condenado en enero del 77 por un delito automotor. Primero estuvo en la comisaría de Villa Caraza, ahí ataron sus manos con alambre en su espalda para fusilarlo y, recuerda, que no lo hicieron por los gritos de los vecinos. En esa época, según Hugo, cuando los ataban a los detenidos con alambre a la espalda, después los cuerpos aparecían tirados en algún lado para simular que hubo un enfrentamiento con grupos revolucionarios.
Fue trasladado a Devoto, jamás supo el motivo. Estuvo más de un año, antes de descender al infierno.
El inicio
La historia se explica mejor desde la contextualidad. No se puede comprender el hecho sin entender la cadena de sucesos que desembocaron en la muerte de, al menos, 64 personas, en un pabellón bajo el fuego y bajo las balas. La noche del 13 de marzo hubo un episodio que, desde la versión oficial, se le dio una importancia injustificada.
“Yo creo que el incidente del televisor fue simplemente una excusa para cometer la barbarie que cometieron al día siguiente con nosotros, que ya estaba programada, pensada”, afirma Hugo, ya que efectivamente se trató de un problema menor. Los detenidos habían pedido permiso para ver un programa que terminaba tarde y se negaron a apagar la televisión cuando los guardias lo ordenaron porque no había terminado, eso habría desencadenado todo.
Según Hugo, el causante fue otro. “En realidad tiene que ver con el Gobierno militar que teníamos en ese momento y las mil presas políticas que estaban en pabellones vecinos en Devoto. No hay que olvidar que estábamos en plena época de Mundial 78’, donde venían todas las delegaciones del extranjero y se denunciaban las barbaridades que cometía el aparato militar”, contextualiza.
“Nos eligieron a nosotros para disciplinarlas a ellas”, afirma ante la desmesura de lo ocurrido y agrega que por testimonios que hay en la causa y relatos que le contaron ex detenidas, los guardias les decían a las mujeres "ahora son los presos comunes, después seguimos con ustedes". Él considera que fue una manera de callar los reclamos de las “compañeras políticas”.
La masacre
“Yo estaba durmiendo, sentí el ruido de la reja y me senté en la cama, vi que había una patota de siete u ocho uniformados con la intención de sacar al “Pato Tolosa”, el interno que había llevado la voz cantante con el incidente del televisor, y cuando vieron que nos empezamos a despertar todo dijeron "Ah, ¿no salís? bueno, mañana van a ver", relata Hugo sobre lo que ocurrió a la madrugada.
Jamás creyó que ese “mañana van a ver", iba a carbonizar todo lo que tenía en su interior -como se dará cuenta más adelante-, porque si hay algo de lo que está seguro, es que conoció lo más profundo de la crueldad humana. “Yo puedo asegurarle que estuve en lo más próximo a lo que se dice el infierno”, dice con toda certeza.
“Tengo la obligación de recordar desde el principio hasta el final”, repite varias veces durante la charla, como un estandarte, como una exigencia personal.
Pasadas las ocho de la mañana llegaron al Pabellón Séptimo unos sesenta agentes penitenciarios armados. La requisa había comenzado. Ante la agresión los internos quisieron resistir con camas y colchones. Los penitenciarios retrocedieron y tiraron gases lacrimógenos. Luego, las rejas se cerraron, las fuerzas apretaron el acelerador y reprimieron con balas de plomo y más gases en un espacio pequeño y sobrepoblado, los colchones empezaron a arder, la locura ganó, todo se vuelve un espacio ciego de humo y fuego, todo está perdido.
A la media hora, más o menos, Hugo no puede más estar de pie, no hay a donde salir, no hay aire que respirar. “Con un trapo me tapo la boca, me tiré al piso y sentí que caían cuerpos de compañeros muertos arriba mío y, de pronto, sentí que todo el dolor que estaba sufriendo se iba, sentí una paz inexplicable y pensé ‘me estoy muriendo. Bueno, por fin me muero", me conformaba con morirme en ese momento, así que me entregué y vi que me iba hacia una luz muy resplandeciente, para arriba”, detalla, pero no se fue.
Se despertó tres horas después y la escena era peor. Hugo relata de forma textual: “Había cuerpos por todos lados, inflados, cocinados, aullidos, gritos de dolor, pedidos de ayuda. Recuerdo los olores de la muerte. Traté de levantar compañeros y me quedé con parte de carne y piel en la mano, porque estaban cocinados y había personas muertas por disparos, personas a las que le clavaron un cartucho de gas en el cuerpo y humeaban como una bengala, gritando y aullando de dolor”.
La secuencia de hechos que suceden luego son recordados casi en detalle con precisión quirúrgica, imborrables en su memoria. Hugo logró ponerse de pie e ir al baño para intentar buscar agua, pero la habían cortado. Escuchó desde fuera los gritos que les exigían que salgan a él y a los compañeros que sobrevivieron, de tres en tres, con las manos en la nuca.
“Yo salí último y fue una lluvia de golpes desde el tercer piso y por un pasillo de 150 metros que termina en los calabozos, bajo un cordón policial que pegaba con todo lo que tenía y patinándome en los jugos de las ampollas y la sangre en las baldosas de otros que habían pasado antes que yo y los reventaron a los golpes. Me encontré algunos cuerpos que no habían logrado hacer esa carrera; es muy difícil de olvidar”, detalla.
A la hora de reflexionar sobre cómo fue sobrevivir a tal masacre, él cree que lo mantuvo vivo el de arriba, con el fin “dar testimonio de cómo masacraron a todos los demás”.
“No me puedo tomar el lujo de olvidar nada -repite una vez más- porque tengo que recordar hasta lo más insignificante para testimoniar cuando esté en el juicio oral frente a los responsables”, me dice, se dice a sí mismo.
Ese joven de 19 años, según Hugo, dejó de existir ese día y considera: “Todo lo mío murió ese día. Porque tenía sueños, tenía esperanzas, tenía expectativas de vida más allá estar detenido, todavía tenía el oficio de la juventud dentro mío y a partir de ahí todo fue gris, tuve que formarme de vuelta y aceptar la vida como venía con todas las pesadillas, las noches sin dormir y la desesperación”.
Justicia/Injusticia
Más allá del terrible recuerdo que vive como una astilla en su cabeza, punzante y salvaje, sigue paso a paso la causa que investiga los hechos y que hoy espera el inicio del juicio oral. Hugo no confía del todo en la justicia, cree que está deteriorada y que tiene una doble vara, pero es el único camino.
Asimismo, lamenta que en casi medio siglo ningún representante de ningún Gobierno se disculpó: “Soy peronista, apoyo a los Gobiernos populares, los amo, los lucho, los milito, pero ni el Gobierno anterior, que le bajó el precio a los derechos humanos, ni este se preocuparon por brindar reparación o un reconocimiento a las víctimas, todo se hizo a fuerza de pulmón gracias al laburo, al empeño y a la solidez de la doctora Claudia Cesaroni y su grupo jurídico”.
Argentina, 1985
Durante la entrevista, Hugo quiso dejar en claro y de forma tajante que el fiscal Strassera, a quien señala como “supuestamente héroe de la democracia” a raíz de la película protagonizada por Ricardo Darín, era uno de los representantes del Poder Judicial que colaboró para que la masacre quede impune. “Nosotros lo íbamos a llevar a juicio también. Tuvo nuestra causa dos veces, en el inicio, sabiendo que le habían impedido a los bomberos entrar a apagar el incendio y además, le dio la razón al aparato militar y no quiso investigar”, recordó como primera instancia.
En cuanto a la segunda, agregó que “en el año 79', ante una presentación de sobrevivientes, se reabrió la causa y de nuevo le tocó Strassera, que otra vez desestimó y volvió a cerrarla como ‘motín’, sin querer hacer un pedido de investigación. Sería bueno difundir esto para que le quitemos la careta a héroes que realmente no lo son, que hicieron mucho daño y que fueron funcionales a la época militar”.
En cuanto a lo judicial
La abogada Claudia Cesaroni afirmó a El Destape que actualmente se espera la fecha del juicio. La causa ya está elevada desde el año 2021. “Nosotros hicimos un ofrecimiento de prueba, ahora esperamos que el Tribunal Oral Criminal Federal N° 5 de la Capital Federal nos notifique cuándo se va a hacer el juicio y cuándo se va a hacer el debate”, detalló.
En esa línea, explicó que la elevación fue parcial, ya que “cuando son causas un poco complejas los Juzgados de Instrucción hacen una elevación parcial con lo que ya tienen, con las personas que ya están indagadas y contra quien ya tienen algún elemento como para elevar a juicio”, por eso en este caso hay cuatro procesados. Lamentablemente uno falleció en febrero del año pasado.
Al respecto, Cesaroni consideró que “es complicado, no sólo con respecto a los tiempos biológicos de los procesados, sino de las víctimas”, y remarcó que ya fallecieron tres sobrevivientes desde que junto a su equipo comenzaron a mover la causa que fue considerada, gracias a su impulso y el de las otras víctimas, en el 2014 como un crimen de lesa humanidad.
Además, agregó que el día 15 de marzo se reunirán con el secretario del Juzgado de Instrucción, a cargo del doctor Raffecas, para hacer una especie de repaso de la causa porque “hay muchas medidas que se pidieron y que no se hicieron, se hicieron parcialmente o no avanzan como que deberían”.
“Son como dos planos, el plano de instrucción, que vamos a tener esa reunión, y en estos días se presentó un escrito otra vez en reclamo al tribunal para que ponga una fecha”, indicó Cesaroni y opinó que “todavía hay una especie de doble vara que afecta a ellos como sobrevivientes y a sus familias, para el caso de las personas muertas, en la que no han recibido reparación económica por parte del Estado”.
En línea con lo que afirmó Hugo Cardozo, los sobrevivientes, para el Estado, no entran dentro de ninguna de las leyes reparatorias, lo que ambos señalaron como “una mirada absolutamente formalista, más que de protección de derechos humanos”. No obstante, los engranajes lentamente se mueven y este año, después de 45 años, puede ser que la sociedad argentina vea cómo se desarrolla el juicio por la Masacre de Pabellón Séptimo, el peor hecho que haya sucedido en una prisión en la historia de nuestro país y una quemadura que a muchos les sigue ardiendo.