Este 22 de enero será considerada como una fecha histórica y los motivos se deben al fallecimiento de Pablo Novak, quien fue el último habitante de las ruinas de Epecuén. Murió a los 93 años y durante varios años estuvo cuidando de un territorio que fue destruido a causa de una inundación en 1985, una tragedia que ha sido recordada por la publicación de varios documentales y crónicas.
En 2020 Novak había sido nombrado como Embajador Cultural y Turístico del distrito, un reconocimiento realizado por parte del Municipio de Adolfo Alsina a este experimentado custodio.
El adiós del último habitante de Epecuén
“Hoy es un día para decir adiós, aunque no sé si a las leyendas se las despide. Don Pablo Novak, así: sonriente, entusiasta, siempre dispuesto a largas charlas y relatos de anécdotas quiero recordarte”, informó Javier Andrés, intentende de Adolfo Alsina, quien fue el encargado de dar a conocer la fatal noticia en las redes sociales.
El funcionario recordó a Novak y agregó que recorría Epecuén junto a su bicicleta y además compartía sus tiempos como guía turístico y también para los periodistas, quienes se acercaban a este territorio para conocer más detalles sobre la catástrofe. "Hoy es un día para decir ¡Gracias Don Pablo! Descansa, que nosotros cuidaremos tu legado aunque nunca será lo mismo”, agregó.
Un portal bahiense tuvo la posibilidad de conversar con el veterano y pudo averiguar que este hombre vivía en este sector del territorio nacional porque era un hecho que lo hacía muy feliz.
Pablo fue muy sincero siempre que brindó sus palabras a la prensa. “Nací en 1930. Cuando tenía 5 años, mi papá habló con el arquitecto italiano que hizo la iglesia de Epecuén, quien le dijo: ‘Acá en 1918 se inundó todo; los ciclos se cumplen, cada 100 años vuelve el agua’. Mi papá lo contó y me quedó grabado. ¡Y vino antes! El día que entró el agua, yo ya la esperaba. Por eso nunca quise construir acá. Seguí con la ladrillera de mi padre: el 70% de Epecuén se hizo con ladrillos del clan Novak. Mi señora me decía: ‘¿Por qué no compramos un terrenito y hacemos un hotel?’. Yo no le daba bolilla. Alquilábamos el hotel San Martín en verano y ella lo atendía. Yo seguía con los ladrillos, pero iba los sábados y les hacía un chivo a los clientes”, le había relatado a Página 12.
Luego de la inundación del pueblo, sus residentes se instalaron en otros municipios, pero él no. “Me da un poco de tristeza ver lo que quedó, pero también recuerdo los momentos de alegría. ¿Cómo voy a estar en otro lugar? Yo hice todo acá”, sostuvo.