Hay una ola que no figura en los gráficos de los analistas de datos: la de la eliminación de restricciones, que está invadiendo la mayoría de los países. En todos lados se vive una fiebre por dejar de lado las medidas que condicionaron nuestra vida en los últimos dos años y volver lo más rápido posible a la prepandemia, si bien todavía hay riesgos en el horizonte.
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En medio de esta prisa, el uso de barbijos en la escuela volvió al primer plano de la discusión; entre otras cosas, porque el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y el Ministerio de Salud de la Nación (basándose en el acuerdo al que se arribó durante la última reunión del Consejo Federal de Salud, compuesto por los ministros del área de todo el país) dieron mensajes contradictorios.
El viernes, Horacio Rodríguez Larreta, anunció en conferencia de prensa que a partir de ayer ya no sería obligatorio el uso de barbijos en las escuelas de CABA para ningún chico, independientemente del grado que curse. "Vamos a volver de forma cuidada y progresiva a la normalidad. El barbijo deja de ser obligatorio para los chicos de la primaria y de la secundaria a partir del próximo lunes", dijo.
Por su parte, Carla Vizzotti aclaró que el Ministerio de Salud de la Nación, basándose en el consenso acordado en el Consejo Federal de Salud (Cofesa), no respalda esa decisión sino que aconseja sostener el uso de barbijo en escuelas y lugares cerrados, no solo por el Covid, sino porque "están creciendo otros virus respiratorios como la influenza, sobre todo entre los chicos".
"El viernes tuvimos una reunión con las ministras y ministros del país, repasamos la situación epidemiológica, no solamente de Covid-19 sino de todos los virus respiratorios. En las siete u ocho últimas semanas está disminuyendo la circulación de coronavirus, pero están creciendo otros virus respiratorios como la influenza", afirmó Vizzotti en declaraciones radiales. Y agregó que aconsejaba usar barbijo en el aula y también en otros lugares cerrados.
“Recién entramos en el segundo trimestre del año y ya hay 2500 casos de influenza, frente a los 4000 casos que hubo en todo el año pasado –dijo Vizzotti–. El barbijo es una herramienta de demostrada utilidad para disminuir la transmisión de virus”.
El ministro de Educación de la Nación, Jaime Perczyk, dijo que el uso de barbijo dejaba de ser una recomendación nacional y pasaba a depender de lo que resolviera el ministro de Salud de cada jurisdicción.
Qué opinan los especialistas
Son numerosos los especialistas locales que coinciden en que prescindir de los barbijos, sin considerar la situación epidemiológica de cada lugar y justo cuando llega el invierno no es una medida acertada. Las bajas temperaturas reducen la movilidad de las cilias de las células del tracto respiratorio superior, lo que facilita la “adhesión” de los microbios y promueve la transmisión de virus y bacterias respiratorios.
Leda Guzzi, miembro de la Sociedad Argentina de Infectología, estima que deberíamos seguir usando barbijos en interiores y, por supuesto, en las escuelas. “En mi opinión, todavía no es momento de dejar de utilizarlos –afirma–. Aún no sabemos qué evolución tendrá la pandemia, dado que existe la posibilidad de que se propague la subvariante BA.2 de Ómicron y de que el virus evolucione hacia nuevas formas más virulentas... Por otra parte, con las temperaturas frías se reduce la aplicación de otras medidas preventivas, como la ventilación y el desarrollo de actividades al aire libre, por lo que la mascarilla como estrategia de prevención adquiere un rol preponderante. Además, emergen virus respiratorios estacionales, como el de la influenza, (que actualmente es responsable de un brote en la Argentina) y el sincicial respiratorio. Y aún no conocemos la gravedad clínica de los cuadros de coinfección (SARS-CoV-2/ influenza, por ejemplo)”.
Para Guzzi, sería conveniente “pasar el invierno” para contar con más información de lo que vaya ocurriendo en países que nos anteceden temporalmente en la pandemia y entonces sí considerar la medida.
“En estos momentos, países como Austria están revisando las flexibilizaciones ante el aumento significativo de casos –destaca–. Además, siempre hay que tener en cuenta que es muy difícil volver a aplicar medidas restrictivas que se levantaron. Si lo que se busca es tener una presencialidad plena, no se puede dejar que los virus circulen libremente, porque puede ‘salir el tiro por la culata’. Cuando el clima no es propicio, y se cierran las puertas y ventanas, el barbijo es la herramienta que nos queda”.
Para Andrea Pineda, investigadora del Conicet y especialista en aerosoles y calidad del aire, deberían seguir usándose barbijos en la escuela, porque podría darse una nueva ola de contagios, como está ocurriendo en Europa y Asia, incluso en países con altas tasas de vacunación. “Recordemos que la mascarilla es una de las medidas más efectivas para reducir el riesgo de infección de Covid-19, y su efecto es mayor cuando la usan todos, porque reduce tanto la emisión de aerosoles (de la persona infectada) como la inhalación (de las susceptibles). Y más ahora que viene el frío”, detalla.
Natalia Rubinstein, bióloga molecular del Instituto de Biociencias, Biotecnología y Biología Traslacional que movilizó a la comunidad de su ciudad natal, Pehuajó, para medir los niveles de CO2 en distintas locaciones, considera que lo que conviene es la suma de medidas de protección. “Cada una previene diferentes formas de contagio –subraya–. En cercanía, la ventilación no alcanza. Ahí, dado que en las aulas ya no se mantiene la distancia social, conviene usar barbijo. Pero es una cuestión de riesgo y probabilidades. Habría que considerar la tasa de contagio por ciudad o por barrios, en una megalópolis como CABA. No hay una verdad absoluta”.
Para el físico Jorge Aliaga, analista de los números de la pandemia y uno de los promotores de la campaña ‘Ventilar’, “sólo si hubiera muy pocos casos de enfermedades de transmisión aérea, se midiera la ventilación en todas partes y las personas tuvieran la posibilidad de mantenerse a un metro de distancia eliminaría la exigencia de barbijo. Otra decisión no sería una medida basada en la seguridad, sino movida por la política”.
“En este momento, la situación no es la misma en todo el país y se puede pensar en reglas diferentes en función de datos como la incidencia de enfermedades respiratorias –agrega el científico–. Y en ese caso, no me basaría en que la positividad para Covid es del 10%, porque por la modalidad de testeo que tenemos hoy (a personas con síntomas como dolor muscular o de garganta, fiebre, tos), el otro 90% no es que estén sanos, sino que también tienen alguna enfermedad respiratoria. Se debería evaluar cuántos casos hay en cada jurisdicción y tomar eso como referencia para decidir si se exige uso de barbijo en lugares cerrados (no solo escuelas, sino también oficinas, negocios...). Donde la ventilación sea buena y haya baja circulación de virus respiratorios, se puede liberar un poco, si las personas no están muy juntas. Lo que me parece disparatado es decretar que ya no serán necesarias las máscaras porque la gente está cansada, sin medir la ventilación ni cuál es la incidencia de enfermedades respiratorias”.
El bioinformático de la Universidad Nacional de Córdoba, Rodrigo Quiroga, coincide en que no es muy feliz haber decretado el fin del barbijo precisamente en invierno, cuando el frío complica la ventilación y hay mayor contagio de enfermedades respiratorias. “El abandono masivo de barbijos estigmatiza y desprotege a los chicos con factores de riesgo o convivientes con comorbilidades –apunta–. También me parece grave cómo se comunicó: no se dijo que se optaba por esta conducta porque la circulación es baja, pero que si recrudece volveremos a usarlos. Si, como todo indica, tendremos nuevas olas más adelante, será muy difícil retomar la costumbre de usar mascarilla. Tampoco se aclaran los distintos riesgos que implican diferentes situaciones. Estaría de acuerdo en que no se usen más barbijos en los pasillos o en los patios, pero no con que se prescinda de ellos en las aulas, donde los chicos pasan muchas horas compartiendo un espacio pequeño y en las que el control de la ventilación fue muy deficiente en todo el país. Tomar estas medidas espasmódicas y a veces demagógicas confunde y mina la confianza en las medidas de cuidado si en el futuro se da marcha atrás porque la situación empeora, como ocurrió en varios países europeos”.
Qué pasa en otros lugares
Qué dicen las evidencias
Numerosos estudios muestran que los barbijos son una herramienta eficaz para disminuir la transmisión del virus en proximidad. Uno reciente, realizado en los Estados Unidos y dado a conocer por los Centros de Control Epidemiológico (CDC), muestra que las mascarillas ayudaron a reducir las infecciones por Covid-19 en las escuelas públicas. Los investigadores analizaron los casos causados por la variante Delta a lo largo de aproximadamente siete semanas, de agosto a octubre de 2021, y vieron que las escuelas que requerían barbijos tenían en promedio un 23 % menos de casos que aquellas que no lo hacían.
En comparación con los distritos que no requerían máscaras, los que sí se exigían tenían un 22 % menos de casos de Covid-19 entre los estudiantes de jardín de infantes a quinto grado; 31% menos entre los de sexto a octavo; y un 32 % menos entre los de noveno a duodécimo. Aunque los investigadores no tenían información sobre la ventilación u otros esfuerzos de prevención comunitarios o escolares que también podrían haber influido en los resultados, ni pudieron establecer cuánto las personas adherían a las reglas, que diferían en los diferentes establecimientos educativos, fue menos probable que los estudiantes tuvieran que hacer cuarentena si usaban una máscara mientras estaban en contacto cercano con un estudiante que había dado positivo.
Otro estudio publicado el 10 de este mes, también norteamericano, pero realizado por los Institutos Nacionales de Salud, mostró que durante la ola de Delta la incidencia de nuevas transmisiones de Covid dentro de la escuela fue un 72% menor en aquellos estados en los que el uso de barbijos era obligatorio en las escuelas comparado con aquellos en los que era optativo.
En ese país, la Academia de Pediatría sugiere que las familias continúen usando máscaras para proteger a los chicos menores de dos años y otros miembros de la familia que están inmunocomprometidos o no vacunados.