Un estudio de integrantes de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) que acaba de publicarse en The Lancet permite conocer las características, comorbilidades prevalentes y mortalidad, entre otros datos valiosos, de los pacientes que sufren los cuadros más graves de COVID-19: los que requieren asistencia respiratoria mecánica.
Entre otros hallazgos, pudo determinar que la mortalidad promedio fue del 57%, pero en los más jóvenes, del 38%; que las patologías previas que aumentaban el riesgo fueron la hipertensión, la obesidad y la diabetes, en ese orden, y que debieron ser internados y recibir asistencia respiratoria alrededor de un día después de haber sido admitidos en el hospital.
SatiCovid, tal su nombre, es el primer trabajo prospectivo y multicéntrico realizado en un país de ingresos medios o bajos durante la pandemia. Incluyó a 1909 pacientes mayores de 18 años con PCR positiva, internados en 63 unidades de cuidados intensivos del país (aunque la mayoría fueron del AMBA) y ofrece un análisis detallado de las características epidemiológicas, hallazgos de laboratorio, síntomas, parámetros respiratorios y variables de asistencia respiratoria mecánica. Todos fueron seguidos hasta que recibieron el alta o fallecieron.
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“El objetivo de este trabajo fue conocer nuestros propios datos y saber cuáles fueron los factores de riesgo, las características clínicas y el resultado de los tratamientos en este subgrupo de pacientes que es el más grave de todos: los que ingresan a terapia intensiva y requieren ventilación mecánica. De los graves, los más graves”, explica Elisa Estenssoro, médica intensivista y primera autora del estudio.
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Se desarrolló entre el 20 de marzo de 2020 y el 31 de octubre de 2020. La edad mediana fue de 62 años, casi el 68% fueron hombres, el tiempo promedio de la ventilación asistida fue de 13 días, el 61,6% fueron “pronados” (acostados boca abajo) y el 43,8% murió de hipoxemia (falta de oxígeno) frecuentemente sumada a shock séptico (infección generalizada con baja presión arterial).
“Durante la epidemia de H1N1 habíamos hecho algo semejante –cuenta Estenssoro–. Lo que encontramos fue una serie de características epidemiológicas que son bastante similares a lo que ocurría en el mundo. La edad, la predominancia del sexo masculino (2/3 partes fueron hombres) y muchas comorbilidades: el 92% de los pacientes tenían algo más. Es uno de los porcentajes de patologías asociadas más altos del mundo: por lo menos, en las series que se publicaron. Altísimo. La hipertensión fue la primera (46,7%); la obesidad, la segunda (44%)”.
Entre otros datos, el estudio también investigó sobre los síntomas asociados. “Antes de internarse, falta de aire (disnea). La fiebre, que se presenta en el 50% de las personas con COVID, en estos pacientes se vio en más del 80%, y la tos”, detalla Estenssoro.
En general, eran pacientes de extrema gravedad desde el momento mismo en que llegaban al hospital. Ingresaban en las unidades de cuidados intensivos con cinco días de temperatura alta y un día después eran derivados a estas salas. “Y rápidamente, a ventilación mecánica. Hubo un porcentaje que incluso ‘se ventiló’ fuera de la UTI, tan urgente era su cuadro”, describe la especialista.