La Argentina fue uno de los países que más tempranamente iniciaron la vacunación pediátrica contra el Covid-19. Pero aunque al día de hoy ostenta notables porcentajes de cobertura en esa franja de edad (el 77% de los de entre 3 y 17 años iniciaron su esquema y el 56% lo completó), todavía queda un número apreciable sin protección: alrededor de un 30% de los de 3 a 11 (equivalente a 1.962.404 chicos) y el 15% de los de 12 a 17 (en números absolutos, 588.452), según las estimaciones del bioquímico y analista de datos Santiago Olszevicki.
Hay sobradas evidencias de que el SARS-CoV-2 no es inocuo para los menores y que con el regreso de las clases presenciales puede comenzar una nueva ola de internaciones pediátricas. Por eso, tanto la Sociedad Argentina de Pediatría como el Hospital Garrahan recomendaron a padres y pediatras que completen esquemas o inicien la vacunación de los más chicos, según corresponda.
“Nosotros siempre apoyamos la vacunación pediátrica –afirma Angela Gentile, jefa de Epidemiología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez–. Primero, porque para los chicos el riesgo no es cero. Quizás es menor que en otros grupos de edad, pero también tenemos hospitalizados, fundamentalmente pacientes con enfermedades graves. Y también hemos visto incluso chiquitos inmunocompetentes, que no tienen enfermedades de base, y sin embargo desarrollan síndrome inflamatorio multisistémico. Por otra parte, tampoco tenemos tan claro qué va a pasar en el futuro, si habrá nuevas variantes o no, porque uno sabe que este es un virus que tiende a mutar”.
Así como en adultos está bien descripto el “long Covid”, con secuelas que incluyen desde trastornos neurológicos y cognitivos (falta de olfato persistente, “niebla mental”), hasta cardíacos (arritmias), Gentile no descarta que puede registrarse también en pediatría. “Ya hay algunas publicaciones –menciona la especialista–. Incluso puede darse algún cuadro de tipo cardiológico, por eso decimos que el riesgo [de la infección] no es nulo, no es cero”.
En el país hay dos vacunas aprobadas para su uso en pediatría: una a virus inactivado (Sinopharm, para los de 3 a 11) y otra de ARN mensajero (Pfizer/BionTech, para los de 5 a 11). Esta última fue autorizada por la Anmat la semana pasada. Según informó el Ministerio de Salud de la Nación, se firmó un contrato que dispone la llegada de 1,5 millones de dosis entre febrero y marzo, y otros 3,5 millones entre abril y junio. Ambas recibieron el respaldo de la SAP como “herramientas para una inmunización segura y eficaz”.
Riesgo no nulo
Aunque el Covid-19 genera complicaciones con menor frecuencia en ellos, no es una enfermedad inofensiva en niños. De acuerdo con estimaciones del bioquímico de la Universidad Nacional de Córdoba Rodrigo Quiroga, durante las primeras dos olas de la pandemia se diagnosticaron más de 138.000 casos pediátricos, que produjeron más de 3.000 internaciones y hubo unos 70 fallecidos. Y si bien ninguna vacuna está 100% exenta de efectos adversos, el riesgo que presentan es menor que el de contraer el SARS-CoV-2.
Según un extenso informe preparado en noviembre por Quiroga con la colaboración de la especialista en vacunas Daniela Hozbor, investigadora principal de Conicet, y Alejandro Krolewiecki, investigador independiente del Conicet y experto en enfermedades infecciosas endémicas, Sinopharm fue la fórmula que menos eventos adversos generó, y en el 99.9% de los casos fueron leves y temporales, como febrícula, dolor de cabeza y dolor en el sitio de inyección. Produjo sólo 0,12 eventos graves cada 100.000 vacunados.
“El riesgo por Covid-19 es mucho mayor, ya que cada 100.000 niños infectados se estiman de 100 a 200 internaciones y 500 casos de long-covid”, advierten los especialistas. Además, se cuenta con décadas de experiencia con otras vacunas de la misma plataforma (virus inactivado), y son extremadamente seguras.
Con respecto a la de Pfizer, el riesgo de miocarditis en adolescentes también es mucho más bajo que el que presenta la enfermedad. “Según la información de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), la tasa es de 54 casos por millón de adolescentes vacunados, muy inferior a la estimada por Covid-19 para el mismo grupo etario, que es de 1000 por millón de infectados –subraya el documento–. Adicionalmente, los casos de miocarditis por vacunas son casi siempre leves y temporales”.
Por otro lado, hay evidencia de múltiples fuentes que indican que la vacunación reduce no sólo la probabilidad de enfermarnos, sino también la de contagiar a otros. Aumentar la inmunidad colectiva mejorará la probabilidad de demorar y/o evitar futuros aumentos de casos.
“Al haber más cantidad de chicos y adolescentes vacunados –dice Gentile–, crecerá la población protegida, que tendrá una evolución clínica más leve y se crearán barreras epidemiológicas a la circulación del virus”.
Con respecto a los menores de tres años, la especialista considera que “a futuro es una necesidad [vacunarlos] y esperemos que no se demore mucho. Lo importante es contar con investigaciones clínicas que lo avalen”.
Además de las que se emplean contra el SARS-CoV-2, los pediatras advierten que hay inquietud por las bajas coberturas de las vacunas que integran el calendario nacional. “Hay algunas que son ‘trazadoras’, importantísimas, que uno monitorea muy de cerca, como la quíntuple o pentavalente, que protege contra la influenza tipo b, la tos convulsa, la difteria, la hepatitis B y el tétanos. La cobertura con esquemas completos descendió por debajo del 80%. La de la polio está por debajo del 80%, la triple viral (que incluye sarampión, rubéola y paperas) también se encuentra por debajo del 80%... Son datos que preocupan. Los ministerios de Salud y Educación tienen que trabajar mucho para buscar a los chicos con esquemas incompletos y vacunarlos”, concluye Gentile.