Científicos de la Universidad Nacional del Comahue (UNCO) y el Conicet estudian diferentes estrategias que promuevan una coexistencia armoniosa entre las aves y los seres humanos. El creciente desarrollo y la expansión de infraestructuras en todo el mundo llevan a un aumento significativo de los conflictos entre las personas y las aves en el uso del espacio aéreo. Esto tiene consecuencias negativas como las colisiones con aeronaves, la pérdida de hábitat y la perturbación de los procesos de reproducción y migración de los animales. Según un reciente estudio del International Bird Strike Committee (IBSC), se registran anualmente más de 50 mil accidentes en todo el planeta.
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“A medida que utilizamos el aire para el transporte, la generación de energía y otras actividades diarias, nos encontramos con un creciente conflicto entre nuestras necesidades y la conservación de las especies voladoras”, dice Sergio Lambertucci, biólogo y docente de la UNCO e investigador del Conicet. Según explica, la construcción de infraestructuras como parques eólicos, tendidos eléctricos, antenas y edificios vidriados pueden representar una amenaza. Además de generar obstáculos para las rutas migratorias, miles de aves mueren cada año debido a los impactos con estas infraestructuras.
Por ejemplo, en la ciudad de Nueva York se redujo la intensidad de la luz de los rascacielos durante la noche con el fin de disminuir el riesgo de choque para las aves migratorias.
Parques aéreos
Ante el continuo avance de la actividad humana en la zona aérea que alberga a numerosas especies en crecimiento y desarrollo, es imprescindible la creación de áreas protegidas, tanto permanentes como temporales, con el fin de preservar este entorno que hasta ahora fue ignorado en términos de conservación.
En esta línea, una de las propuestas de Lambertucci es la creación de “parques aéreos”, es decir, áreas reservadas donde se restringe el vuelo de aviones y se prohíben las construcciones que pueden obstaculizar su desplazamiento. “Estos parques no sólo proporcionarían un espacio seguro para las aves, sino que también permitirían a los científicos estudiar su comportamiento y movimientos en un entorno no disturbado”.
Sumado a esto, existen otras estrategias que permiten reducir los conflictos. Una de ellas es el uso de sensores en parques eólicos que detectan la presencia de bandadas de aves y frenan la rotación de las aspas para evitar colisiones mortales. También, la utilización de vidrios con laminados que reflejan el ultravioleta (UV) puede permitir que las aves vean determinados obstáculos como ventanas y estructuras de vidrio.
Un abanico de amenazas
Uno de los puntos críticos es la proximidad de los aeropuertos a los hábitats de las aves. Según un informe de la Administración Federal de Aviación de EE.UU., entre 1990 y 2020 se registraron más de dos mil incidentes de este tipo en aeropuertos de todo el país. Durante ese período, se reportaron colisiones entre aviones civiles y 608 especies de aves. Estos incidentes no solo resultan en la pérdida de vidas aviares, sino también pueden causar daños a las ventanas, los motores y la parte eléctrica de las aeronaves, poniendo en riesgo la vida de las personas.
Además de las infraestructuras, las aves también se ven afectadas por los contaminantes presentes en el aire. “La polución acústica y luminosa puede desorientar a las especies voladoras alterando sus patrones de migración, alimentación y comportamiento”, dice el investigador. En este sentido, los contaminantes provenientes de actividades humanas como la emisión de compuestos tóxicos, la luz y el ruido excesivo representan un desafío adicional para la conservación de los animales.
Un fenómeno más reciente que genera preocupación es el uso recreativo de drones. Estas pequeñas aeronaves no tripuladas pueden perturbar y causar daño a los pájaros, especialmente durante momentos críticos como la nidificación, lo que representa un riesgo para la reproducción exitosa de las especies. Si bien este es un tema que aún requiere más investigación, es importante que los usuarios sean conscientes del impacto que pueden tener en las aves y tomen precauciones para minimizar la perturbación. Esto incluye evitar volar cerca de áreas de anidación conocidas y respetar las normas y directrices establecidas para el uso responsable de los drones.
Balancear necesidades
Considerar el cielo aire como un hábitat a conservar es una prioridad para proteger la biodiversidad y garantizar la seguridad de los vuelos a nivel mundial. Por eso, la implementación de estructuras más amigables para las aves, la adopción de tecnologías más limpias que no pongan en riesgo a las especies voladoras y la regulación de la contaminación lumínica y acústica son pasos clave. En esa dirección, la perspectiva aeroecológica puede ofrecer un camino para comprender y mitigar los impactos negativos de la actividad humana en el espacio aéreo.
“Al diseñar estrategias de conservación aérea, se pueden reducir las colisiones y muertes de aves migratorias, permitir su coexistencia con el hombre mientras se aprovecha de manera sostenible los recursos del ambiente”, apunta Lambertucci. Además, el científico que trabaja en ecología y conservación de grandes voladores como cóndores y otras rapaces, destaca la importancia de comprender mejor los patrones de uso del hábitat y los movimientos de las aves para diseñar infraestructuras de manera más adecuada. “Este enfoque requiere la recopilación de datos detallados sobre las áreas que las aves frecuentan, los momentos críticos en su ciclo de vida y los posibles puntos de conflicto con las actividades humanas”.
Con información de la Agencia de Noticias Científicas