Finalmente, como estaba previsto, la Agencia Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC, según sus siglas en inglés) y el Comité Mixto de Expertos en Aditivos Alimentarios (JECFA) de la FAO y la OMS publicaron una amplia revisión de los efectos del edulcorante aspartamo sobre la salud. Ambas agencias concluyeron que la evidencia analizada ofrece solo "pruebas limitadas" de carcinogenicidad en humanos. La IARC clasifica el aspartamo como “posiblemente cancerígeno para los humanos”. Por su parte, el JECFA no redujo la dosis diaria admisible, de 40 mg por kg de peso, con lo cual no se imponen cambios notorios: un adulto de 70 kg tendría que consumir entre nueve y 14 latitas diarias de bebida endulzada con el edulcorante durante un tiempo prolongado para superar ese límite.
El aspartamo es hasta 200 veces más dulce que el azúcar y se encuentra en las bebidas “Diet”, yogures, helados, dentífricos y decenas de otros productos. La necesidad de una revisión surgió a partir de que se dieron a conocer nuevas investigaciones, por lo que un comité de 25 expertos independientes analizó su potencial para causar cáncer y la JECFA revisó cuál es la dosis diaria diaria recomendada. Parte de estos estudios se publican en The Lancet Oncology. Las conclusiones también pueden leerse en la página de la OMS (https://www.who.int/news/item/14-07-2023-aspartame-hazard-and-risk-assessment-results-released)
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En una declaración que dista mucho de ser taxativa, Francesco Branca, director del Departamento de Nutrición y Seguridad Alimentaria de la OMS, dijo: “No estamos aconsejando a las empresas que retiren los productos ni estamos recomendando a los consumidores que dejen de consumir por completo. Solo sugerimos un poco de moderación”.
Pero como los efectos de los edulcorantes no calóricos no se agotan en su toxicidad, no todos los médicos, epidemiólogos y especialistas en nutrición recibieron esta decisión con entusiasmo. Julio Montero, presidente de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios, aclaró que “El hecho de que los edulcorantes no tengan efectos nocivos demostrables o que no tengan efecto tóxico no justifica su consumo masivo en una población que está padeciendo las consecuencias del sobreconsumo, que es lo que por diferentes mecanismos producen los endulzantes”.
Y recordó un artículo de opinión publicado en la revista Cell, en el que Susan Swithers, del Centro de Investigaciones en Comportamiento de la Alimentación de la Universidad de Purdue, Estados Unidos, en el que ya hace varios años hacía notar que diversas investigaciones sugieren que consumir edulcorantes “de alta intensidad”, a pesar de tener cero o bajas calorías, podría conducir a comer en exceso, aumentar de peso y desarrollar otros problemas de salud. La hipótesis es que estos interfieren con respuestas aprendidas que normalmente regulan la homeostasis metabólica de glucosa y energía.
La revisión de la IARC ubica al aspartamo en el Grupo 2B, la misma categoría en la que se encuentran otros 322 agentes; entre ellos, los teléfonos móviles y los gases de escape de los motores de gasolina. Las carnes procesadas (como el jamón o las salchichas para panchos) están dentro del Grupo 1 de carcinógenos y la carne roja en el 2A, dos categorías que representarían un riesgo mayor.
Las conclusiones de la agencia de investigación del cáncer suelen causar controversia, ya que solo reflejan lo seguros que son los conocimientos disponibles. Por otro lado, no todos los agentes listados en un grupo representan el mismo riesgo: aunque la carne procesada y el tabaco están en el mismo grupo, fumar es mucho más riesgoso que comer panceta.
Según dijo a Science Media Centre Oliver Jones, catedrático de Química de la Universidad RMIT, de Australia, “Hay dos términos que debemos entender. El primero es ‘peligro’, que significa un posible daño (aunque sea muy improbable que se produzca), y [el segundo] ‘riesgo’, que es la probabilidad de que se produzca el daño. Es como conducir un coche. Los coches chocan, la gente se lesiona e incluso muere, pero el riesgo de que eso ocurra cuando se va de compras o se lleva a los niños al colegio es bastante bajo; la mayoría de nosotros no pensamos en ello, aunque el riesgo no sea cero. Debemos recordar que todos estamos expuestos a agentes cancerígenos todos los días. Incluso las cosas que la IARC clasifica como carcinógenos de clase 1, como la luz ultravioleta y el alcohol, no causan cáncer instantáneamente solo por exponerse a ellos una vez. Por ejemplo, si tomas demasiado el sol en la playa en verano puede que te quemes, pero te recuperarás. Si tomas el sol continuamente sin protección solar, tu riesgo de cáncer de piel aumenta”.
Y Rafael Urrialde de Andrés, profesor en la facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Complutense de Madrid y en la facultad de Farmacia de la Universidad San Pablo-CEU, y vocal de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Nutrición, afirmó que ambas agencias presentaron evidencia muy limitada y no convincente para establecer relación entre consumo de aspartamo y cáncer.
“Es imprescindible poner en marcha estudios in vivo en humanos y determinar claramente el grado de exposición a los edulcorantes en general y al aspartamo, la sucralosa y la sacarina en particular, por el riesgo del cáncer o por su posible impacto en la microbiota intestinal. Por otro lado, volver a indicar que los edulcorantes bajos en o sin calorías son aditivos que sirven para rebajar o eliminar la cantidad de azúcar, pero para control y reducción del sobrepeso y obesidad, así como de otras patologías, hay que tener en cuenta la dieta total, porque un único producto alimenticio, o un solo ingrediente o aditivo puede ver anulado su efecto por el del resto de alimentos y bebidas en la dieta. Asimismo, el uso de edulcorantes no debe ser generalizado y no empezar a incorporarse, como se está haciendo, en productos alimenticios que antes ni tenían azúcar y a los cuales ahora, por la razón que sea, se les quiere dar o aportar sabor dulce”.
Otros cuestionamientos destacan que el efecto de los aditivos alimentarios en general se estudian sustancia por sustancia, pero se carece de análisis que se centren en los efectos que producen todos ellos combinados. Y que se necesitan investigaciones a largo plazo que analicen diferentes parámetros de la salud, no solo su potencial cancerígeno.
Hace solo dos meses, la Organización Mundial de la Salud recomendó no utilizar edulcorantes no calóricos como medio para controlar el peso o reducir el riesgo de cardiopatías o diabetes, y aconsejó cambiar el hábito de tomar refrescos de cualquier tipo por alternativas más sanas, como el agua.
Como era de esperar, la publicación fue celebrada por las entidades que agrupan a fabricantes de estos productos. La International Sweeteners Association (ISA) destacó que las evaluaciones “son coherentes con las conclusiones de más de 90 agencias de seguridad alimentaria de todo el mundo que confirmaron [la seguridad del aspartamo], incluidas la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), y la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA)”.
Por su parte, el Consejo Internacional de la Asociación de Bebidas (ICBA, según sus siglas en inglés) distribuyó una declaración en la que afirma que “los alimentos y las bebidas endulzados con aspartamo son seguros”, y que respetando la ingesta diaria admisible (IDA) se pueden consumir diariamente de manera segura durante el transcurso de toda una vida.