Aunque los últimos años han mostrado veranos más cálidos y algunos récords históricos, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) aclara que este escenario no se vislumbra en el corto plazo. Según el Pronóstico Climático Trimestral (PCT), existe una alta probabilidad de temperaturas por encima de los valores normales en varias regiones del país durante los meses de diciembre, enero y febrero. Sin embargo, este informe no proyecta máximas que se acerquen a los 50 °C.
Cindy Fernández, vocera del SMN, explica: “Si bien las temperaturas promedio están aumentando debido al cambio climático, alcanzar los 50 °C en este verano no es una posibilidad realista para Argentina. Lo que sí esperamos es un verano más cálido de lo habitual, con condiciones que podrían desafiar la resistencia al calor de muchas regiones del país”.
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“A pesar de los avances en la meteorología, predecir valores de temperatura tan específicos a largo plazo sigue siendo un desafío. Lo que sí es un hecho es que las temperaturas están aumentando año a año debido al cambio climático, lo que nos acerca lentamente a umbrales que antes parecían inalcanzables. Sin embargo, hoy por hoy, las condiciones necesarias para llegar a los 50 °C no están dadas en ninguna región del país, aunque el calor extremo seguirá siendo un protagonista indiscutido del verano argentino”, sostiene Fernandez.
El récord histórico de temperatura máxima en el país sigue siendo de 48,6 °C, registrado en Rivadavia, Salta, el 11 de diciembre de 1905. Aunque las temperaturas extremas se han vuelto más frecuentes en el norte del país, donde ciudades como Santiago del Estero o Chaco suelen experimentar máximos por encima de los 45 °C, alcanzar los 50 °C representaría un cambio drástico que todavía no tiene sustento en los datos disponibles.
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En este contexto, muchos argentinos se enfrentan a un verano desafiante, con temperaturas que podrían superar los registros normales en gran parte del país. Según el Pronóstico Climático Trimestral (PCT) del SMN, hay más del 50% de probabilidad de que los meses de diciembre, enero y febrero sean más cálidos de lo habitual en regiones como el este de la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, el informe no detalla máximas específicas, y alcanzar los 50 °C sigue siendo un escenario improbable este verano.
La vocera del SMN subraya que toda la información sobre pronósticos y datos climáticos está disponible en su página oficial y redes sociales, donde también se busca educar y aclarar dudas sobre la información que circula en otras fuentes. “Es importante que la población pueda identificar datos confiables y entender mejor los fenómenos meteorológicos, especialmente en contextos donde la desinformación puede generar confusión”, señala Fernández.
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Si bien alcanzar los 50 °C en este verano no está en los pronósticos, las tendencias climáticas dejan en claro que estamos cada vez más cerca de escenarios que antes parecían imposibles. La pregunta ya no es si podremos llegar a esas cifras, sino cuándo será el momento en que lo hagamos.
El impacto de las olas de calor trasciende las cifras meteorológicas. Según la Organización Mundial de la Salud, el calor extremo es uno de los fenómenos más mortales a nivel global. En eventos recientes, como la ola de calor europea de 2022, se registraron más de 61,000 muertes relacionadas, subrayando la gravedad de estos eventos.
Cambio climático: una bomba de tiempo
Las temperaturas extremas que experimentamos durante el verano, aunque también pueden darse en otras estaciones, son el resultado de una compleja combinación de factores, explica la Dra. Carolina Vera, investigadora principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA, CONICET-UBA).
Por un lado, está la estacionalidad: “El verano, al ser la estación con temperaturas promedio más altas, amplifica la percepción de calor extremo. Sin embargo, esto no significa que no haya periodos anómalos en invierno, donde las temperaturas sean más altas de lo habitual”, detalla Vera.
A esta estacionalidad se suma la variabilidad climática natural, que este año se manifiesta a través del fenómeno de La Niña. Según Vera, este patrón climático, originado en el Pacífico tropical, tiene efectos globales y, en el caso de Argentina, “suele promover condiciones más secas y cálidas que lo normal”.
Sin embargo, la especialista subraya que hay un tercer factor que agrava la situación: el cambio climático causado por las actividades humanas. “La evidencia, respaldada tanto por observaciones como por modelos climáticos, demuestra que las olas de calor –es decir, periodos de temperaturas excepcionalmente altas– han aumentado significativamente en frecuencia e intensidad debido a la influencia humana. Por ejemplo, un estudio sobre la ola de calor de diciembre de 2013 reveló que un evento de esa magnitud, que en el pasado ocurría una vez cada 75 años, ahora podría repetirse cada 15 años”, explica.
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Vera agrega que este cambio es resultado del calentamiento global, que ya ha elevado la temperatura media global en aproximadamente 1,2 °C desde la era preindustrial. “Si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, el escenario podría empeorar. En un mundo con un incremento de 2 °C o 3 °C en la temperatura media global, la frecuencia y la intensidad de las olas de calor seguirán aumentando, convirtiendo eventos extremos en fenómenos cada vez más comunes”.
Por último, la investigadora señala que las olas de calor actuales son producto de una combinación de la variabilidad natural, como La Niña, y el impacto humano en el clima. Esto, según Vera, explica por qué, en algunos lugares del país, las temperaturas han alcanzado niveles extraordinarios en los últimos veranos. “Este fenómeno es un recordatorio urgente de que el cambio climático no es un problema del futuro, sino una realidad que ya estamos enfrentando”, concluye.