Existe la lluvia ácida en Argentina y es la causa de la muerte de las 21 ballenas en Península Valdés: el detrás de este fenómeno

Se produce debido a actividades humanas como la quema de combustibles fósiles en centrales eléctricas y vehículos, causando la contaminación. El detrás de este fenómeno y su efecto boomerang, que afecta tierra, aire y vida marina.

31 de diciembre, 2024 | 00.05

La muerte de 21 ballenas en la Península Valdés no es una coincidencia aislada. Este evento es solo la punta del iceberg de un fenómeno devastador: la lluvia ácida. Lo que comienza como una nube contaminada por gases emitidos desde fábricas y vehículos, termina afectando ríos, lagos y, finalmente, el mar, en un ciclo implacable que pone en jaque la vida en todas sus formas.

En la tierra, estas precipitaciones alteran el suelo, movilizando metales tóxicos hacia las fuentes de agua dulce. En el agua, el impacto es aún más alarmante: la acidificación fomenta la proliferación de algas nocivas que liberan toxinas mortales para peces, aves y mamíferos marinos. Las ballenas, íconos de la biodiversidad de nuestras costas, han sido víctimas recientes de este desequilibrio, que se agrava día tras día.

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Este proceso, alimentado principalmente por la quema de combustibles fósiles en fábricas y vehículos, altera profundamente el equilibrio de los ecosistemas. Cuando estas precipitaciones caen, modifican la química del suelo, lavan metales tóxicos hacia ríos y lagos, y alteran las cadenas tróficas. El efecto boomerang es innegable: la contaminación generada por la actividad humana regresa con consecuencias letales, afectando tanto los ecosistemas como nuestra propia salud. La pregunta ya no es si este fenómeno es peligroso, sino cuánto tiempo más podemos ignorarlo.

El efecto booomerang: la relación entre las algas tóxicas y la muerte de especies marinas

Este fenómeno que comienza en la tierra termina siendo nocivo en todas las dimensiones del ambiente. Tierra, aire y mar se ven afectados por la actividad humana y eso genera el famoso efecto boomerang que empieza a verse desde el uso de agrotóxicos en plantaciones hasta en las ballenas muertas en costas argentinas. 

El llamado "efecto boomerang" describe cómo los contaminantes industriales y vehiculares, al transformarse en ácido sulfúrico y nítrico, afectan no solo los ecosistemas terrestres sino también los acuáticos. En este ciclo destructivo, los nutrientes esenciales como el nitrógeno y el fósforo se liberan de los suelos debido a la acidificación, favoreciendo el crecimiento explosivo de algas tóxicas. Estas floraciones no solo degradan el agua, sino que generan toxinas que impactan en la salud de los humanos y los animales.

Un ejemplo reciente de este impacto se dio en las playas de Carrasco y Malvín, en Uruguay, donde un brote de algas tóxicas causó graves daños hepáticos a una bebé, quien debió someterse a un trasplante de hígado. Situaciones similares se han registrado en la cuenca del Río de La Plata y otras áreas de Sudamérica, donde las cianobacterias encuentran condiciones ideales gracias al aporte de nutrientes provenientes de la lluvia ácida. 

Por otro lado, el caso de las 21 ballenas muertas en la Península Valdés es un llamado de atención. Belén Martorelli, Licenciada en Ciencias de la Atmósfera, Becaria Doctoral INTA-CONICET y docente de la Universidad Nacional de los Comechingones, al ser consultada sobre este episodio comentó: "Los investigadores del CONICET-CENPAT atribuyen este fenómeno al consumo de algas tóxicas cuya proliferación ha sido favorecida por el cambio en las condiciones químicas del agua, exacerbadas por la acidificación y el aumento de temperaturas".

“El ciclo hidrológico evidencia cómo las lluvias ácidas afectan los ecosistemas acuáticos. Estas precipitaciones cargadas de ácidos lavan los metales contenidos en el suelo, que se escurren hacia los ríos y lagos, aumentando las concentraciones de aluminio y otros metales tóxicos en el agua. Este proceso genera un impacto directo en la vida acuática, intoxicando a poblaciones de peces y alterando la composición de las comunidades biológicas” alerta la especialista.

Orígenes y procesos químicos de la lluvia ácida

Los procesos químicos que conducen a la lluvia ácida se inician con la emisión de óxidos de nitrógeno (NOx) y dióxido de azufre (SO₂) a la atmósfera, principalmente debido a actividades humanas como la quema de combustibles fósiles en centrales eléctricas y vehículos. Según la especialista, estos contaminantes reaccionan con el agua y otros compuestos atmosféricos, formando ácidos sulfúrico y nítrico. Mientras que la lluvia normal tiene un pH de aproximadamente 5.6, la lluvia ácida puede presentar valores entre 4.2 y 4.4, resultando en efectos corrosivos y dañinos.

En el caso de la fauna marina y terrestre de Sudamérica, los efectos de la lluvia ácida parecen estar promoviendo condiciones ideales para organismos peligrosos como los insectos vectores de enfermedades y las algas tóxicas, alterando peligrosamente la dinámica natural. Las principales fuentes de contaminación, como las centrales eléctricas que utilizan carbón, las fábricas y los automóviles, se convierten en culpables directos de este problema. Martorelli indica que, si bien es verdad que algunos procesos naturales, como la descomposición de la vegetación y las erupciones volcánicas, liberan sustancias que provocan lluvia ácida, la mayor parte de este fenómeno es atribuible a las actividades humanas. "Es crucial educar a la población sobre los riesgos asociados a estas floraciones y cómo nuestras acciones pueden exacerbar el problema", destaca Martorelli, quien también subraya la importancia de reducir la contaminación y fomentar prácticas sostenibles.

“Las precipitaciones ácidas no solo afectan el suelo; también lavan metales y minerales del suelo, introduciendo metales tóxicos a los lagos y ríos. El impacto en las poblaciones de peces es significativo, provocando intoxicaciones que periódicamente afectan a nuestras cadenas tróficas", sostiene Martorelli. A medida que las aguas se acidifican, se observa una reducción de la biodiversidad acuática, lo que puede tener consecuencias económicas severas para las comunidades pesqueras que dependen de estas poblaciones.

“La lluvia ácida y sus consecuencias no solo son una amenaza ambiental; también representan un desafío para la salud pública y la sostenibilidad de los ecosistemas. Reconocer y mitigar estos riesgos exige un esfuerzo conjunto entre gobiernos, científicos y comunidades. Porque, al final, entender el impacto boomerang de nuestras acciones podría ser la clave para preservar el equilibrio de nuestro planeta”, finaliza Belén Martorelli.