Hace pocas semanas, la histórica confitería La Puerto Rico, ubicada en Alsina 416, volvió a abrir sus puertas. El bar del letrero rojo y techo con palmeras caribeñas, uno de los más antiguos de la ciudad, había bajado sus persianas a fines de 2020, como consecuencia de la pandemia de Covid-19.
La Puerto Rico fue fundada en noviembre de 1887 y cuentan que recibió ese nombre debido a que Gumersindo Cabedo, su fundador, había vivido unos años en aquel país tropical, un destino ideal para los amantes del buen café. Siempre funcionó en el Casco Histórico del barrio de Montserrat, cerca del Cabildo y la Plaza de Mayo: los primeros años en la calle Perú al 200, y luego en la ubicación actual.
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Al estar ubicado en pleno centro porteño, era habitual que entre sus clientes más frecuentes hubiera muchos alumnos del Colegio Nacional Buenos Aires y empleados de bancos, ministerios, y otras oficinas estatales. Además, supo alojar a grandes figuras de la cultura porteña como Jorge Luis Borges, Rafael Obligado y Niní Marshall.
El bar también fue utilizado como locación para la famosa película “Las cosas del querer”, estrenada a fines de la década del ’80 y ha sido mencionado en numerosos tangos. En 1999 fue declarado sitio de interés cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.
Los últimos 30 años la confitería fue gestionada por un matrimonio que sumó el servicio de restaurante. Luego del fallecimiento del hombre, su esposa continuó al frente hasta el cierre a fines de 2020.
El bar siempre se caracterizó por su famosa cremona y por el pan dulce, tan codiciado que para cada navidad cientos de personas se amuchaban en la puerta a pesar del calor de diciembre. Otra fecha importante para La Puerto Rico eran las Pascuas, ya que eran muy solicitados por la rosca y las empandas de vigilia, las cuales debían vender incluso los días feriados.
Por otra parte, una de sus especialidades era la venta de café molido, que era tostado en el local, inundando las calles con su delicioso aroma desde la madrugada. En aquel entonces, la confitería abría a las 6 de la mañana y desde las 8 llamaba la atención por las larguísimas filas de personas que, antes de entrar a trabajar, pasaban a comprar facturas.
Otro sello icónico de la confitería fue la estatua de cera del poeta Enrique Cadicamo, otro asiduo cliente del lugar, que simulaba estar sentado en la puerta tomando un café. Esta obra fue parte de la estructura de la cafetería hasta fines de 2020 y actualmente su paradero es un misterio, ya que ni la gestión anterior ni la actual saben qué ocurrió con ella.
La renovación
Gabriel Aspe es el nuevo gerente de la confitería y el responsable de la reapertura. En diálogo con El Destape se describió como un “fanático” de los bares notables y antiguos y asegura que estar al frente del local es un “verdadero orgullo y una enorme responsabilidad”.
La confitería mantiene el distintivo letrero con letras rojas, la puerta principal, las mesas de granito con el nombre del lugar incrustado en letras plateadas, las baldosas con pintorescas figuras tropicales y el techo de la entrada con imágenes de coloridas palmeras. La vidriera mantiene parte de la vajilla original, pero se le sumaron objetos nuevos.
“Lo más importante es haber recuperado un espacio de estas características para la Ciudad”, afirmó Aspe.
El oficio de tostar el café
El café molido promete seguir siendo una impronta del local. “Antes se compraba el grano verde, en distintas variedades, y se tostaba acá, obviamente sin la tecnología de ahora. En los últimos años, antes del cierre, eso se perdió. Se compraba café como en el resto de los locales. Por eso nos pareció importante retomar esa tradición y volver a tostarlo acá como se hacía antiguamente”, detalló Aspe. Agregó que el café que ofrecen es del tipo arábigo de Brasil, que es al que está mas acostumbrado el público argentino. “Se recuperó eso que se está empezando a hacer en determinados café boutiques y que parece una novedad, pero que acá era típico”, señaló.
La confitería pretende continuar con el nivel que antiguamente tenían la pastelería y la panadería. “Son un clásico del lugar y eso se mantiene, como la cremona y las medialunas. La materia prima que compramos es de primera calidad, y hoy por hoy también estamos produciendo acá”.
El bar ofrece una renovación en la gastronomía. “Trabajamos con 10 platos fijos a la carta con variedades de carnes, pescado y pastas, el tradicional pollo a la plancha más las sugerencias semanales que son cuatro o cinco platos más”, enumera el gastronómico.
La variada carta ofrece sanwichería con fiambres, escabeches y conservas, todas de elaboración propia, entre los que se destacan el sándwich de vitel toné y el de matambre que, sin desplazar a la cremona, intenta ubicarse como otro de los platos estrella del local.
Otro clásico porteño que el bar busca recuperar es el vermú, y para eso ofrecen una promoción 2 x 1 de 17 a 19 horas, todos los días. Actualmente, La Puerto Rico funcionada de lunes a viernes de 7 a 20 horas y los sábados y domingos de 8 a 20 horas. Sin embargo, Aspe asegura que los horarios se van a empezar a extender.
La Puerto Rico estuvo siempre muy ligada a la cultura del tango y eso es algo que Aspe planea recuperar: a partir de marzo, todos los sábados habrá shows a partir de las 22 horas, con reserva previa. Luego, adelanta, se irán agregando otros días de la semana que aún no están definidos.
Además, a partir del miércoles 15 de marzo habrá clases de tango con una posterior práctica desde las 20 hasta la medianoche. “Está también la idea de incursionar en el jazz y orquestas, pero vamos avanzando de a poquito”, aseguró el empresario gastronómico.
“Nos pone contentos haber recuperado a clientes habituales”, sintetizó.