Validaron un programa piloto que permite monitorear el desarrollo infantil

Es el primero en el país y en el mundo en medir indicadores "positivos" entre el nacimiento y los cinco años, y permite diseñar intervenciones basadas en evidencias

18 de abril, 2023 | 21.45

En Pila, un municipio extenso pero poco poblado del interior de la Provincia de Buenos Aires, con apenas 4609 habitantes según el censo 2020, la incidencia de partos pretérmino y bebés de bajo peso al nacer es mucho menor que la media nacional, lo que sugiere que se practica un buen cuidado perinatal. El crecimiento global de los chicos refleja un estado de salud y nutrición adecuados. Con respecto al peso, se advierte un aumento discreto (semejante a lo que se ve en otras partes del mundo). Durante el primer año de vida, los cuidados maternos son suficientes para estimular el desarrollo, pero luego, entre los dos y tres años, hay un retraso en el cumplimiento de pautas. A los cuatro se ve una recuperación atribuíble a la asistencia al jardín de infantes.

Peso y talla

¿Cómo se sabe? Esta valiosa información se obtuvo a lo largo de nueve meses gracias a un programa pionero en el país y en el mundo: un monitoreo de parámetros positivos diseñado por los doctores Horacio Lejarraga, pediatra y especialista en desarrollo infantil, y Diana Kelmansky, matemática del Instituto de Cálculo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, que el intendente de Pila, Sebastián Walker, y la Secretaria de Salud, Mariana Duarte, decidieron poner en marcha y ahora realizarán periódicamente.

Los resultados fueron presentados en el Congreso de Salud de la Provincia de Buenos Aires (Cosapro), que acaba de finalizar en Mar del Plata, y en el que se inscribieron 10.000 participantes entre los que se cuentan funcionarios, personal de salud pública y agentes de atención primaria.

“Este congreso es algo único –exclama Lejarraga–. Yo tengo 45 años de médico y fui a decenas de congresos científicos, pero los investigadores (me incluyo) somos personas que estudiamos, informamos que cierta medicación es buena para una enfermedad, o que los chicos crecen de cierta manera, y cuando terminamos, nos vamos. O recomendamos que los ministerios de Salud hagan tal o cual cosa. Pero nosotros no podemos poner en práctica lo que hay que hacer. No podemos vacunar a 200.000 personas, ni organizar asistencia médica. Estamos en las universidades. En cambio, en el Cosapro están los secretarios de salud de todos los municipios de la provincia. Ellos son los que están a cargo de la gestión, los que tienen que pagar sueldos, contratar enfermeras… A su vez, están los agentes de salud que hacen atención primaria: psicólogos, asistentes sociales… Es una maravilla. Son los que están en la trinchera. Es emocionante, además, porque los trabajos que presentan no son investigaciones de laboratorio, sino experiencias humanas, atención a chicas embarazadas de 12 años que llegan sin ninguna protección. Se percibe un espíritu de solidaridad muy grande”.

La mayoría de los países utilizan indicadores negativos; como la mortalidad, la baja talla y otros, que a juicio de los especialistas, son necesarios, pero insuficientes, porque solo detectan eventos adversos o patologías, y no permiten inferir nada de los que no están afectados.

“Es necesario contar con indicadores de toda la población, y no solamente de los que mueren o enferman”, subraya Lejarraga.

Con esta idea en mente, junto con Kelmansky, desarrollaron lo que llaman “indicadores positivos”: al contrario de los tradicionales, surgen de pautas deseables de crecimiento físico y desarrollo psicomotor. Permiten el monitoreo del desarrollo entre el nacimiento y los cinco años, y se refieren no a individuos, sino a poblaciones. Son para uso en salud pública, confiables, no requieren grandes inversiones y resultan sencillos de obtener por personal de atención primaria como parte de su actividad asistencial cotidiana. Se obtienen a partir de una prueba de entre 12 y 15 minutos, que evalúa 13 pautas. Consiste en pesarlos y medirlos, y evaluar algunos parámetros como la presencia de “sonrisa social” a los 45 días, si usan pañales, si son capaces de copiar una cruz o decir una frase completa, si pueden apilar una torre con cubos, si hacen la “pinza digital” [juntar el índice con el pulgar, lo que indica destreza manual] a los tres años, si pueden caminar “talón-punta” [con un pie delante del otro], si a los cinco años son capaces de dibujar la figura humana de seis partes o si reconocen colores.

La prueba piloto de Pila se implementó entre el 1° de agosto de 2022 y marzo de 2023, y se evaluaron 307 chicos, el 96 % de la población de hasta cinco años.

Los resultados que arrojó fueron satisfactorios, como permitiría anticipar el hecho de que se realizó en una comunidad compuesta mayormente por gente de campo, que no presenta índices extremos de pobreza, altas condiciones de vulnerabilidad ni dificultades alimentarias. Hay un estado presente, todos tienen trabajo y acceso a la educación, los servicios y la salud pública. No hay efectores privados de salud, pero sí un hospital municipal polivalente, una nueva unidad sanitaria inaugurada el año pasado y otra unidad sanitaria rural. Es un municipio con escuelas, jardines de infantes, teatro, cine, cooperativa, y el primero del país que implementa este programa con fondos propios. Pero lo destacable es que permitió validar este sistema  que podría replicarse en todas las jurisdicciones del país, año tras año.

“Lo importante de esto no es solo el trabajo esporádico de una encuesta que se hace en un país o una ciudad, sino la incorporación de una mecanismo, una plataforma de monitoreo anual”, destaca Lejarraga.

“Los gobiernos necesitan una herramienta de evaluación de las poblaciones –subraya–. Esto arroja pautas para calcular con qué velocidad se va desarrollando una población. Es un indicador dinámico muy interesante. En el caso de los niños en la edad más crítica [los primeros 5 años], que es cuando el impacto del ambiente tiene efecto permanente, lo que proponemos es vigilar el crecimiento y el desarrollo con algo muy sencillo que se puede hacer en los centros de salud. Le tomamos unas pocas pautas a cada chico y evaluamos a la población. El resultado no es averiguar si un niño en particular está afectado; ese es un enfoque clínico. Esto es hacer monitoreo de una población y tiene la virtud de que permite establecer comparaciones. Es decir, es una forma de evaluar a la población entera de una forma muy económica, sin encuestas, sin préstamos del Banco Mundial…”

El equipo, saliendo para el trabajo de campo

En Pila eligieron la estrategia de ir a los jardines y a los domicilios, pero en poblaciones más grandes la idea es evaluar a los niños cuando concurren a un centro de salud o un consultorio, para control o para vacunarse. Lo único diferente en este caso es que el profesional de la salud tiene que anotarlo en un registro y agregarle estas otras pautas de desarrollo. Eso se envía al centro que reúne y procesa los datos donde Lejarraga y Kelmansky elaboran el “índice de desarrollo”. Se les toma la fecha de nacimiento y se registra el día de la consulta. La máquina calcula la edad exacta en forma automática y luego se ajustan los resultados con respecto a la edad y a la base de datos. Es decir, que lo nuevo es el procesamiento matemático, que permite diseñar y evaluar las intervenciones de política pública.

Tras la experiencia de Pila, ya hay cuatro municipios interesados en aplicarla: Monte, Florencio Varela, San Martín y  Lezama.