Un matemático superlativo metido en el barro de la realidad

Murió ayer el suizo argentino Joos Heintz, un talento excepcional comprometido con los problemas sociales; hizo un congreso internacional en una escuelita de La Cárcova

04 de octubre, 2024 | 12.16

Corría octubre de 2007 y desde la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA se difundió la realización de un congreso internacional de “geometría diofantina, álgebra connmutativa, teoría de la complejidad, ingeniería de software”... y otros temas igualmente abstrusos e incomprensibles para los no iniciados. Hasta ahí, nada fuera de lo normal. Pero bastaba con avanzar en el texto para cuestionarse si la información era cierta: el lugar de la cita era la escuelita “Sin Pan y Sin Trabajo”, que dirigía Lidia Quinteros en la villa La Cárcova, de José León Suárez.

El inspirador de esta convocatoria singular era Joos Heintz, matemático nacido en Suiza y nacionalizado argentino, una figura inclasificable. "Esta es la primera vez que una villa se enfrenta con el sinsentido abstracto cultivado por académicos de clase media que, a su vez, se atreven a meter los pies en el barro", advertía en su invitación. Y detallaba que el programa de la conferencia sería decidido al comienzo de la reunión, ya que habría absoluta libertad temática y cualquiera podría hablar de cualquier cosa, aunque sólo se aceptarían trabajos novedosos. "Por favor, abstenerse de las charlas aburridas -advertía-. La perfección no lo es todo. Se necesita investigación viva, no letras muertas”.

Joos Heintz

Heintz, que había recibido el diploma al mérito Konex en 2003 y rechazado un importante cargo en Suiza para quedarse a vivir en el país, no parecía dispuesto a aceptar el estilo "políticamente correcto" del matemático ensimismado en sus ecuaciones y estaba decidido a "embarrar" la torre de marfil del mundillo científico.

"En vez de hacer esos congresos aburridos a los que nadie va, organizamos este encuentro y ojalá todos se embarren hasta el cuello. Con Lidia, los vamos a llevar al predio donde están construyendo una recicladora o hasta donde trabajan los cirujas”, desafiaba.

Ayer, jueves 3 de octubre, a los 79 años, Heintz se alejó para siempre. Profesor emérito de la UBA en el Departamento de Matemática de la Facultad de Ciencias Exactas, dejó aportes relevantes, pero además un numeroso grupo de alumnos y colegas que lo admiraban y lo querían. Estaba casado con la artista plástica argentina Ana Godel, su compañera hasta la actualidad.

27 de octubre de 2019, (al centro) festejando su cumpleaños en la casa de Becher

“Se comprometió mucho [con la realidad social de los más pobres] –cuenta Pablo Jacovkis, ex decano de Exactas/UBA, ex presidente del Conicet y amigo personal de Heintz–. Por ejemplo, se unió con los cartoneros en la crisis de 2002. Además de ser un científico de primer nivel, era una excelentísima persona, que son dos cosas que no siempre van juntas: un gran científico y una maravillosa persona”.

Los problemas de los inmersos en la miseria no solo lo preocuparon, sino que se dedicó a buscar soluciones concretas para mitigarlos. En 2002, desarrolló la escuela para hijos e hijas de cartoneros y luchó por la permanencia del “Tren Blanco” en el que viajaban. En 2008, se hizo cargo de una planta recicladora de residuos sólidos urbanos. 

“Él creó esa escuelita, la construyó con sus manos –recuerda Teresa Krick, una de sus primeras estudiantes de doctorado y hoy investigadora del Conicet en el Instituto de Investigaciones Matemáticas Luis Santaló de la misma facultad–. Cuando se comprometía con algo, se involucraba por completo. Puso muchísima plata y esfuerzo personales [en estas causas]. Incluso, después iba y daba clases. Era muy gracioso porque hasta les enseñaba castellano a los chicos”. Y agrega: “Yo soy lo que soy, no solo por la universidad pública, sino también por Joos”.

Foto de junio de 2022

“Fue una persona tan querida como respetada, atravesada de intereses diversos, creatividad única y entusiasmo arrollador –lo describe un comunicado de la facultad–. No solo se formó como matemático, sino que también estudió filosofía, antropología, escribió obras literarias y dominó ocho idiomas [incluido el chino mandarín]. Se instaló en la Argentina en 1987 y pronto se incorporó al sistema científico nacional como investigador del Conicet. Las líneas de estudio que impulsó, particularmente desde el grupo “Noaï Fitchas”, de su creación, tuvieron fuerte impacto internacional para el álgebra conmutativa y la geometría algebraica. Trascendió la teoría matemática y computacional, y realizó aportes en tecnología de software”. 

Graduado en  Matemáticas en la Facultad de Filosofía II de la Universidad de Zurich, también estudió Filosofía y Antropología Cultural en la misma casa de estudios, y Turcología y Cultura Sefardí en la Universidad de Frankfurt.

“Sus contribuciones fueron profundas en matemática pura y aplicada, y  en informática teórica y práctica –explica Verónica Becher, investigadora del Departamento de Computación de Exactas/UBA, además de colega y amiga–.  Su especialidad fue la complejidad computacional para resolver problemas de geometría algebraica. Sus aportes son de índole fundamental. Joos no se preguntaba ¿por qué?, sino ¿cómo? Su éxito fue subvertir mucho de lo establecido”.

“Tenía ideas muy innovadoras, totalmente distintas de las nuestras, que éramos mucho más convencionales –lo evoca Krick–. Joos vino con un tema nuevo, que acá no existía. Cuando empezamos a estudiar con él, en 1987, nos juntábamos días enteros en el IAM (Instituto Argentino de Matemática ‘Alberto Calderón’), que en esa época estaba en la calle Viamonte, hasta las doce de la noche. Éramos cuatro y estudiábamos en grupo, porque así avanzábamos más. En esa época no había internet, no teníamos acceso a lo que se estaba haciendo en el mundo y él ya era un referente internacional. Volvía de Europa con pilas de papers y cada uno se ocupaba de alguno para contarlo en el pizarrón mientras los demás escuchaban, aprendían, comentaban. Siempre daba la impresión de que no entendía nada, porque era muy lento para pensar, pero en realidad entendía mucho más que cualquiera de nosotros, porque lo hacía con mucha más profundidad. Vislumbraba todas las implicancias que podían tener en áreas muy variadas, que no estaban directamente ligadas con lo que estábamos haciendo. Tenía la capacidad de pensar de una manera completamente diferente”.

Cenando con Verónica Becher, en 2019

"A principios de 1995 yo comenzaba a hacer mis estudios de doctorado bajo la dirección de Joos –cuenta Guillermo Matera, matemático de la Universidad de General Sarmiento, en un libro que le hicieron como homenaje para su cumpleaños número 65–.(...) Recuerdo que las tres primeras semanas trabajé intensamente con los temas de mi tesis, aunque sin conseguir ningún avance. Desalentado, fui a ver a Joos a su oficina, para contarle sobre mis intentos. Me acuerdo que le dije algo del estilo: 'No sé qué hacer, no me sale nada'. Él me preguntó: '¿Cuánto hace que estás pensando esto?'. Yo le respondí: “Desde que llegué a Santander, hace como tres semanas”. Y entonces me dijo: 'Ah, tres semanas apenas, yo llevo diez años pensando algunos temas'. Es una anécdota que más de una vez le conté a mis alumnos, porque muestra la postura de Joos sobre cómo deberíamos hacer ciencia: en una época en la que todo pasa rápido, en la que la gente en general no se compromete demasiado con nada, en la que se trata de escribir la mayor cantidad de papers lo más rápidamente posible, él podía pasarse diez años pensando sobre un tema. Es una de las cosas que más me llamaron la atención: su capacidad de fijar su propia agenda de investigación, nadando contra la corriente".

En el mismo, texto, escribe el exministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao: "Descubrí que en realidad vos no sos de este planeta y además has sido condenado a la niñez eterna (...) sos una especie de principito disfrazado de hombre mayor". 

Era único”, dice Jacovkis.

Y concluye Becher: “Extranjero en todas partes, casi no sabía mentir. En La Cárcova, lo llamaban Dios y él se reía. Su humor era extraordinario, con sus chistes –intervenciones– nos seguirá divirtiendo. Cuando se muere la persona que más admirás y de quien más aprendiste, te viene una tristeza que te deja sin  aliento”.