Cuando hace unos ocho años Pedro Jaureguiberry, biólogo graduado en la Universidad Nacional de Córdoba, se sumó a la elaboración del informe global del Panel Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (Ipbes, que generalmente se menciona como el IPCC de la ecología), ni en sueños hubiera podido imaginar adónde lo conduciría esa decisión: acaba de ser seleccionado como uno de los 23 “campeones nacionales” entre los que se elegirán tres que recibirán el Premio Frontiers Planeta, dotado de un millón de francos suizos (casi 1.100.000 dólares) para cada uno.
Todavía conmocionado, cuenta: “En 2016, respondí a una convocatoria realizada a través de organismos oficiales de cada país para nominar especialistas que desearan participar en ese estudio monumental. Ingresé en un programa denominado ‘capacity building’ para investigadores que se encontraran en las etapas iniciales de su carrera. Me involucré en todo lo que pude y una de las secciones que tomé a mi cargo (y finalmente lideré) terminó siendo muy importante para el informe, porque consistía en establecer un ranking de impulsores de pérdida de la biodiversidad en el planeta. Lo que hicimos para el informe de Ipbes, con importantes mejoras en el aspecto metodológico, entre otros, lo publicamos en 2022 en la revista Science Advances, ubicada entre las de más alto perfil en el escenario internacional”.
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El paper tuvo un impacto enorme. En un año y medio, ya recibió más de 200 citas. Pero además alimentó el documento para tomadores de decisión que se produjo en la reunión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad en Montreal, que planteó los objetivos y metas que debe cumplir un compromiso global integral para conservar, restaurar y usar sustentablemente la biodiversidad (Marco Mundial de Biodiversidad Kunming-Montreal).
Es ese trabajo el que le ganó un lugar entre los finalistas de la segunda edición de este galardón que otorgan Future Earth, el Instituto Potsdam de Impacto de la Investigación Climática, el Consejo Científico Internacional y el Instituto Villars.
“Es impresionante, nos cuesta creerlo –confiesa el científico, que trabaja en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (Imbiv, dependiente del Conicet y la UNC)–. Lo digo en plural porque aunque yo soy el nominado por haber liderado el estudio, lo hicimos con colegas de varios países. Somos 13 autores que trabajamos en equipo, sobre todo con dos de ellos. Uno es Nicolás Titeux, un amigo de Bélgica, y el otro, Andy Purvis, del Museo de Historia Natural de Londres”.
Aunque su tesina de licenciatura giraba en torno a un tema muy diferente (los áfidos o “pulgones” que afectan a las plantas), cuando obtuvo su beca doctoral, que realizó bajo la dirección de la ecóloga internacionalmente célebre Sandra Díaz, Jaureguiberry tuvo la posibilidad de elegir entre un puñado de líneas y se inclinó por la ecología del fuego, su interés principal en la actualidad. “En pocas palabras, estudio el rol del fuego en los ecosistemas de Córdoba”, explica.
“En general, la idea de la población sobre los incendios es negativa –detalla el investigador–. De hecho, desde el punto de vista humano tiene un impacto dañino, pero es más complejo evaluar sus efectos sobre el ambiente. Por ejemplo, hay lugares y especies que lo toleran bastante bien. El fuego en muchos casos no es ecológicamente catastrófico, como pareciera. Por eso, en ecología manejamos un concepto clave, que es el ‘régimen de fuego’. Se trata de un conjunto de variables que toma en cuenta la frecuencia, la intensidad, la estacionalidad… es decir, en qué momento del año ocurre, en qué lugares. El fuego no es bueno o malo en sí mismo. En las sierras de Córdoba ocurren incendios naturales por rayos muy de vez en cuando. A lo largo de millones de años, las plantas se adaptaron a una frecuencia de un incendio cada 100 años, pero ahora ocurre uno cada diez años en el mismo lugar. Entonces, desde el punto de vista ecológico, eso es un problema. Se producen cambios en la composición de especies, en la estructura del bosque…"
Es difícil medir el efecto del cambio climático en esa escala, pero lo que sí está probado es que está directamente asociada con la presencia humana, con la expansión de la población, con la presencia de actividades agrícola, ganadera y de infraestructura. Por ejemplo, es muy común que los incendios se originen por falta de mantenimiento en los cableados eléctricos, por uso del fuego en zonas remotas, por actividades turísticas… “Literalmente, hay decenas de causas de incendios originadas en actividades humanas –subraya Jaureguiberry–. Entonces, en los ecosistemas que son propensos, como en Córdoba, que tiene una estación seca muy marcada, y una primavera calurosa y seca, los incendios ocurren en particular en septiembre u octubre, pero además porque son causados por el ser humano”.
Según informan los organizadores, el Premio Frontiers Planeta reconoce a científicos cuyas investigaciones contribuyen a acelerar soluciones que garanticen que la humanidad permanezca segura dentro de los límites del ecosistema de la Tierra. “Distingue y promueve los avances en la ciencia de la sostenibilidad que muestran el mayor potencial para evitar que el planeta cruce los nueve límites planetarios”, agregan.
“Los campeones nacionales son seleccionados por un jurado independiente de 100 reconocidos expertos en sostenibilidad y salud planetaria –explica “Betty” Caputto, presidenta de la ANC–. En una segunda ronda, elegirán a los tres campeones internacionales, cada uno de los cuales recibirá un millón de francos suizos para su investigación”.
En esta segunda edición, el Premio colaboró con 20 academias de ciencias y 475 universidades e instituciones de investigación de 43 países para mostrar una investigación escalable en el nivel mundial sobre ciencia planetaria, enfocada en permitir vidas saludables en un planeta saludable.
La ceremonia de entrega se realizará en el Simposio de Villars, en Suiza, que reunirá a líderes de opinión y filántropos. Allí, cada “campeón” presentará su investigación y colaborará con figuras del ámbito académico, político, empresarial y de organismos no gubernamentales. También participará una cohorte global de estudiantes de secundaria para promover la colaboración intergeneracional y despertar en las nuevas generaciones la conciencia sobre la necesidad de detener el cambio climático.
Acerca del lugar de la ciencia local en el panorama internacional, Jaureguiberry afirma que “Para cualquier gobierno, la ciencia y la educación deberían ser una prioridad. Por supuesto, eso al mismo tiempo lleva a un compromiso muy grande. Estamos recibiendo fondos públicos y tenemos que estar a la altura de esa responsabilidad, y entregar a cambio algo que sea útil para el país”.
El resto de los finalistas son Federico Maggi (Australia), Marta Kozicka (Austria), Alexander Turra (Brasil), Umberto Berardi (Canadá), Yang Ou (China), Minik Rosing (Dinamarca), Olga Tammeorg (Finlandia), Peter Haase (Alemania), Daniel Muth (Hungría), Francesco Maria Sabatini (Italia), Evan Economo (Japón), Rebecca Gladstone-Gallagher (Nueva Zelanda), Michal Bogdziewicz (Polonia), Raquel Peixoto (Arabia Saudita), Mia Strand (Sudáfrica), Seung-Ki Min (Corea del Sur), Alexandra Velty (España), Gerard Rocher-Ros (Suecia), Gabriela Schaepman-Strub (Suiza), Mustafa Sahmaran (Turquía), Stephen Widdicombe (Reino Unido), Jason Rohr (Estados Unidos).