Una comunicación del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires emitido el viernes último alerta a los médicos sobre un aumento de neumonías atípicas y sospecha de brote de psitacosis, una infección transmitida con mayor frecuencia por loros, cotorras, guacamayos y otro integrantes del grupo de las psitácidas.
Entre la segunda semana de marzo y la segunda de abril (semanas epidemiológicas 11 a 15) se notificaron 74 casos sospechosos y se confirmaron 20 en 11 municipios del AMBA, número que supera ampliamente los 5 confirmados desde comienzos de 2024 hasta la primera semana de marzo.
“El contacto directo con aves se identificó en pocos casos. Pero el alerta es para que los médicos lo tengan en mente e interroguen mejor, y para que puedan administrar el esquema antibiótico adecuado”, informa el Ministro de Salud, Nicolás Kreplak. Aclara, además, que el año pasado tuvieron un brote similar, pero un poco más temprano, en febrero, más agudo y con más casos, pero en menos semanas.
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“Había empezado a escuchar de colegas que trabajan en el segundo o tercer cordón que habían tenido casos de psitacosis, pero ahora llegó la comunicación del Ministerio de Salud –cuenta Leda Guzzi, infectóloga de la Clínica Olivos y del Hospital Santa Rosa de Vicente López, además de miembro de la Sociedad Argentina de Infectología–. Es una agregación de casos bastante por encima de lo que estamos acostumbrados a ver, más allá de que algunos afirman que esto no supera lo habitual. Puede implicar que hay algún grupo de aves infectadas o alguna fuente en común. A veces, los pacientes refieren que encontraron una cotorrita, un lorito que parecía muy bueno, se lo llevan a la casa y, claro, era buenito porque estaba enfermo. Por eso se recomienda no manipular nunca un ave muerta que se encuentra por causalidad, sino dar aviso a la división de Zoonosis del municipio para que intervenga personal con equipo de protección”.
La psitacosis es causada por una bacteria intracelular; es decir, que necesita de las células para su reproducción. En ese sentido, tiene un comportamiento parecido a los virus.
“Es una de las responsables de las neumonías que llamamos ‘atípicas’ –explica Guzzi–. La típica es la que genera un infiltrado pulmonar, en general único, aunque puede llegar a ser bilateral, producido por neumococo o Haemophilus influenzae y que se manifiesta con dolor torácico, gran quebrantamiento y fiebre. Estos cuadros son más solapados, insidiosos, lentos. A veces una persona está muy entera, se le hace una placa y se ven infiltrados por todo el pulmón. Es lo que llamamos ‘disociación clínico radiológica’. Pareciera que el paciente está demasiado bien para todo lo que tiene. Los microorganismos que producen esto son Chlamydophila pneumoniae, Mycoplasma pneumoniae y Chlamydia psittaci, entre otros”.
En las aves puede ser mortal, pero también, asintomática. Y ése es el problema: no siempre son evidentes los síntomas de enfermedad.
Guzzi apunta que a lo largo de su carrera habrá visto cuatro o cinco casos de esta patología. “Tuvimos un matrimonio internado con neumonía –cuenta–. Primero pensamos que era dengue, porque tenían muchísima cefalea, fotofobia, dolor de cuerpo… Como vivían en el campo, buscamos encefalitis equina, en algo que fuera común a ambos, porque las neumonías de la comunidad no se contagian. Evaluamos si podía ser leptospirosis, porque habían visto roedores, y el último día nos contaron que habían estado en contacto con un ave que había aparecido muerta en el parque, y la habían alzado, así que les pedimos la determinación de psitacosis [que se realiza en el Laboratorio Anlis-Malbrán]. Todavía no tenemos resultados”.
Este año se registraron dos fallecimientos: una mujer de 44 años con comorbilidades y un varón de 54 años. Ninguno reportó antecedentes de contacto con aves, un dato llamativo porque se trata de una enfermedad que a priori no es de transmisión interhumana.
“En principio no está documentado, pero eventualmente podría llegar a suceder –afirma Guzzi–. O sea, no se puede descartar de plano. Si una persona está con alto nivel de infección bacteriana, puede llegar a eliminar bacterias en aerosoles. Pero el mecanismo habitual de transmisión es a través de secreciones respiratorias o excretas de aves que están contaminadas, defecan en el suelo, ese polvo de alguna manera se levanta, se aerosoliza y el ser humano lo inhala. Eso es lo más común, aunque también puede ser por contacto directo; por ejemplo, besando o tocando estas aves, y luego llevando las manos con secreciones del animal enfermo a la boca o mucosas. No hay evidencia de que se propague al preparar alimentos con aves o al ingerirlos”.
De acuerdo con Kreplak, “en principio no debería haber transmisión interhumana, pero siempre hay que estar atentos y analizarlo”.
Los signos de infección incluyen disminución del apetito, ojos inflamados, dificultad para respirar, diarrea. Luego de una incubación de 5 a 14 días, la enfermedad se manifiesta con fiebre y escalofríos, dolor de cabeza y muscular, tos seca. La mayoría de las personas tratadas adecuadamente se recuperan por completo, pero pueden surgir complicaciones como neumonía, endocarditis, hepatitis o encefalitis.
Según el informe del Ministerio de Salud de PBA, en el transcurso de 2024 se notificaron 114 sospechas de psitacosis: 25 casos confirmados (positivos para Chlamydia psittaci); 21 probables (positivos para Chlamydia sp.), 4 descartados y 64 que continúan en estudio. Veinte de los 25 casos confirmados, que se concentraron entre la segunda semana de marzo y la segunda de abril, fueron internados (9 requirieron cuidados intensivos).
Como prevención, se recomienda no capturar aves silvestres, ni comprarlas en la vía pública, no introducir aves recientemente capturadas o compradas sin certificado sanitario en jaulas con otras aves, evitar permanecer largos periodos en habitaciones cerradas donde haya aves y no liberar aves enfermas.
En 2018 hubo un brote de psitacosis en Georgia y Virginia, Estados Unidos, pero en general son casos aislados que surgen después del contacto con alguna de las aves mencionadas.
“Como no es algo habitual, requiere que los profesionales de la salud mantengan un alto índice de sospecha –concluye Guzzi–. De allí la importancia de darlo a conocer, que la gente sepa que esto está pasando, porque no es algo de todos los días. Y si el paciente no lo menciona, el médico o la médica tal vez no indaguen si tuvo contacto con algún ave infectada”.
Con tratamiento antibiótico adecuado, la psitacosis tiene una mortalidad menor al 1%.