Juliana Ichuta y Lucía Mansilla, de Buenos Aires, Mateo Giordano, de Tucumán, y Catalina Laszeski, de Chubut, fueron seleccionados entre más de 130 estudiantes secundarios para representar al país en la Olimpíada Internacional de Biología 2024, que se realizará en Astana, capital de Kazajistán, del 7 al 14 de julio de este año. Pero aunque la propuesta fue aprobada en 2023 y los fondos fueron girados en octubre del año pasado, ese presupuesto no alcanza para solventar los gastos del viaje. De la inscripción, que incluye el hospedaje y la comida entre el 7 y el 14 de julio, y tres pasajes, se hace cargo la Olimpíada Argentina de Biología, pero necesitan que los ayuden a cubrir el costo de otros tres pasajes, seguros de viaje y dos noches de hotel. Todo esto lo cuentan ellos mismos en una campaña que están haciendo en redes sociales para reunir los fondos.
Algo similar les ocurre a los equipos de informática, física, historia, geografía y filosofía. ¿Por qué ocurre esto después de décadas de participación? La nueva gestión del área de educación, que se encuentra dentro de la órbita del Ministerio de Capital Humano, encabezado por Sandra Pettovello, sencillamente canceló el programa.
“Educación dio de baja el programa anterior y nos pidió que presentáramos una nueva propuesta, lo que hicimos el 19 de abril, pero aún sin respuesta –explica Luis Baraldo, coordinador de la participación local en las Olimpíadas Internacionales de Química–. Todas las olimpíadas financiadas por Educación estamos en la misma situación, esperando una contestación. Mientras tanto, la preparación para la competencia internacional quedó en el medio”. La mayoría de estos certámenes son en julio, aunque hay algunos que se realizan más adelante.
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La Olimpíada Internacional de Informática será en septiembre, en Alejandría, Egipto. Esta vez, el equipo argentino cuenta, por segundo año consecutivo, con una participante mujer, Bianca Vicente, alumna de quinto año de la Escuela Carlos Pellegrini de Buenos Aires. Ella quedó clasificada tras ganar la medalla de oro del certamen nacional y además obtuvo medalla de bronce en la Olimpíada Iberoamericana. En la Argentina, según una investigación realizada por Chicas en Tecnología, solo el 34% de los estudiantes de ciencia, ingeniería, tecnología y matemática son mujeres, y únicamente el 17% de ellas estudia programación. En la competencia de esta disciplina celebrada en Hungría el año último, apenas el 5% de las participantes eran mujeres. Pero si no se la apoya económicamente (se necesita el costo del pasaje aéreo, ya que la estadía está cubierta por la organización del encuentro), Bianca tampoco podrá viajar.
Un caso particular es el del certamen de matemática (IMO, por sus siglas en inglés). Se trata del evento más prestigioso del mundo para estudiantes de enseñanza media, se realiza todos los años desde 1959 y actualmente reúne a más de 120 países. Por la IMO pasaron algunos de los científicos más talentosos de los últimos 65 años; como por ejemplo, muchos de los medallistas Fields, el galardón apodado “el Nobel de la reina de las ciencias”, pero aún más difícil de recibir porque se otorga una vez cada cuatro años. La Argentina fue invitada a participar en 1988 y lo hace regularmente desde 1990 gracias al apoyo del Senado de la Nación (por las resoluciones DR405/89 y DR683/89), que otorga un “Premio a las Ciencias Matemáticas” que consiste en solventar la concurrencia de los estudiantes seleccionados luego de un arduo proceso que se inicia a los 11 años y culmina a los 17, con infinidad de pruebas y sesiones de entrenamiento. Pues bien, este año el Senado decidió interrumpir el premio. A pesar de que hubo integrantes que intercedieron para que se revisara la situación, la respuesta de su titular, Victoria Villarruel, fue que “no hay plata”.
“Son dos pruebas muy, muy duras; se corrigen con criterios estrictos y puntajes que se acuerdan entre los profesores –explica Flora Gutiérrez, que durante muchos años entrenó y acompañó a los chicos–. Hay que resolver problemas, cada uno vale siete puntos. La participación es individual y cada país puede llevar hasta seis chicos”.
El país viene participando ininterrumpidamente desde hace más de tres décadas a lo largo de las cuales cosechó seis medallas de oro, 27 de plata, 69 de bronce y 50 medallas honoríficas.
“El único antecedente de problemas para la participación fue durante el gobierno de Mauricio Macri, en el que por alguna razón no la pagó el Senado, pero se hizo cargo el país porque el presidente hizo que la tomara a su cargo el Ministerio de Educación”, cuenta Gutiérrez.
Este año, el equipo está a cargo de Patricia Fauring, profesora consulta del CBC, y de Martín Mereb, profesor adjunto de Exactas/UBA (y ex “olímpico”). Lo integran Felipe Bautista Klir, del ILSE, Emiliano Sosa, de la Dante Alighieri, Uriel Digestani, de la ORT, Matías Álvarez Oviedo, del Instituto Politécnico de Rosario, Santa Fe, Ignacio Naguil, de Nuestra Señora de Fátima, de Río Gallegos, y Lola Ruffolo, del Instituto Politécnico de CABA.
El entrenamiento durante las semanas previas al certamen se extiende todos los días de 9 a 18. “Les damos una hojita con problemas y se van a un salón a resolverlos –cuenta Gutiérrez–. Van los ‘olímpicos’ de visita, les cuentan cosas de matemática o charlan con ellos sobre las soluciones. Nosotros se los leemos y les comentamos si están correctos o no, o si hay algo que modificar”.
Fauring, recientemente jubilada, trabaja en las Olimpíadas desde que el país empezó a participar. “La resolución del Senado sigue vigente, y todos los años hay que hacerla efectiva a través de la Comisión de Ciencia y Tecnología, que en este momento no está constituida –dice–. Además, el gobierno está con una actitud de ahorro bastante agresiva, hay conflictos entre las cámaras y el Ejecutivo, y nadie sabe bien qué va a pasar”.
La olimpíada es a mitad de julio en la ciudad de Bath, Reino Unido. Deberían viajar los seis chicos y dos adultos. Como en las otras, la estadía está cubierta y lo único que hay que solventar son los pasajes. “Lo mío no es político –aclara Fauring–. Estos chicos hace casi siete años que están participando en busca de un lugarcito en la internacional. Tienen habilidades para las matemáticas, talento, que es lo que uno quiere encontrar. De alguna manera, juegan, pero hace años que están dedicados a esto y evidentemente tienen inclinación por el tema. Todavía tenemos esperanzas de poder ir. Los chicos están ordenados desde el uno hasta el seis por los resultados de las pruebas previas y, si vamos consiguiendo los fondos por partes, irán viajando desde el primero en adelante, para que el viaje no dependa de quién tiene el dinero. Nuestro esfuerzo está dirigido a incorporar y no a centrifugar. Que no ocurra que el rico viaje y el pobre, no”.
En el caso de la competencia internacional de química, que este año se celebra en Riad, Arabia Saudita, gracias a un enorme esfuerzo de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, el equipo pudo asegurar su participación y ya tiene los pasajes. Los chicos del interior llegan en estos días para hacer dos últimas semanas de entrenamiento, coordinadas por Soleda Antonel y Pablo Marcolongo.
“Los fondos los fuimos consiguiendo de a poco en una campaña intensa que hicimos en búsqueda de donaciones; por un lado, entre los propios graduados de Exactas y por el otro, entre empresas relacionadas con el mundo de la química –cuenta Valeria Levi, doctora en química y videcana de Exactas/UBA–. Nuestro deseo era, primero, que los seleccionados pudieran viajar, y luego, como objetivo a mediano plazo, que se puedan mantener las Olimpiadas Nacionales de Química, otro programa discontinuado del ex Ministerio de Educación. Estas últimas son muy importantes, ya que congregan a cientos de chicos y chicas de todo el país, y es un lugar en el que generan nuevos vínculos con pares que tienen intereses similares. Además, por supuesto, de inspirar a chicos y chicas que tienen vocación por estas áreas. Son muy estimulantes”.
Para financiar el traslado y la estadía de ocho estudiantes del interior, los honorarios de los docentes, los gastos de inscripción al certamen, y los cuatro viajes de los estudiantes y un mentor utilizaron fondos remanentes de los subsidios otorgados por la Nación en 2023, que complementaron con ayudas de empresas y particulares, y de la UBA. Aportaron fondos las compañías Maprimed, Interbion, Laring y el graduado Federico Davia. “La facultad nos ayudó con todas las gestiones y adelantó dinero para algunos gastos –cuenta Baraldo–. Las donaciones las reunió Fundacen. Además, el comité de la olimpíada internacional nos hizo una importante rebaja en la inscripción (500 dólares en lugar de 3000) y además nos transfirió el monto equivalente a un pasaje de ida y vuelta”.
Los seleccionados son Alejo Baikauskas Seipel, del Instituto Industrial "Luis A. Huergo”, CABA, Agustín Boutet, de la EETP N°279 "Tte. Benjamín Matienzo", en Sunchales, Santa Fe, Ariel Grillo, del Instituto Politécnico Superior “General San Martín”, de Rosario, Santa Fe, Joaquín Ulises Herrera Hinojosa, de las Escuelas Técnicas, CABA.
Antonel, investigadora del CONICET y actualmente profesora en el CBC de la UBA, se incorporó a la Olimpíada Argentina de Química en 2010 como miembro del equipo técnico. “En el certamen nacional, en el que participan unos 300 chicos, invitamos a los 24 estudiantes que tienen las calificaciones más altas a venir a la Facultad en marzo para las etapas de entrenamiento y selección –cuenta Antonel–. En un año normal (que no fue éste), les damos clases de las distintas áreas de la química, tanto teóricas como experimentales. Al finalizar, les tomamos exámenes y armamos un orden de mérito para seleccionar a los cuatro chicos que participarán de la Olimpíada Internacional. Este año tuvimos que abreviar todo ese proceso. Ahora, estamos iniciando el entrenamiento propio de los temas avanzados para el certamen internacional”.
El país participa de esta competencia desde 1995 y nuestros estudiantes obtuvieron medallas de oro, de plata y de bronce. “La Argentina está posicionada en lo más alto, no solo de Iberoamérica, sino también del mundo –explica Antonel–. Tenemos resultados excelentes a lo largo de todos estos años. Este es el primero en el que perdimos todo el financiamiento que recibíamos del Estado. Hubo otros en los que tuvimos problemas de financiamiento, pero lo que pasó este año es único. Tuvimos que recurrir a la facultad, que movió cielo y tierra para que podamos realizar este entrenamiento y el viaje”.
Quienes quieran o puedan colaborar con estos programas, pueden comunicarse con la secretaría privada del decanato de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, secpriv@de.fcen.uba.ar.