“No es un país dominante, pero sí presente en el escenario internacional, y uno de los pocos con un perfil único y diferente. La Argentina es el exportador nuclear del Sur. Está presente en muchos mercados y tiene algo más que una presentación en power point de un pequeño reactor modular [de nueva generación o SMR]. En este escenario tiene un lugar, pero sobre todo, una tremenda oportunidad, porque existe un mercado ávido. Y no lo digo por haber leído un artículo en el diario, sino como funcionario internacional a cuyo escritorio acuden ministros de energía de muchos países (y en particular, americanos, caribeños, asiáticos) que dicen ‘Yo también quiero un SMR’”.
Esto comentó el argentino Rafael Grossi, director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), en un encuentro público realizado en Tecnópolis, frente a unas 500 personas, en el que se conversó sobre el presente y el futuro de esta tecnología y en el que también participaron la presidenta de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), Adriana Serquís, el presidente de Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NA-SA), José Luis Antúnez, y el gerente general y CEO de Invap, Vicente Campenni.
Fue al concluir una semana muy intensa, que lo llevó en una gira sin escalas por las instalaciones que integran el ecosistema nuclear local, ubicadas en distintas provincias. Además, incluyó reuniones de Estado y participación en programas periodísticos.
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“No había tenido oportunidad de venir al país después de mi designación en 2019 –contó quien concentra la atención del mundo por su intermediación en la guerra ruso-ucraniana para evitar daños a las centrales que quedan en la zona de conflicto–. Este es un año muy difícil, muy duro, con ribetes trágicos. Y en muchos aspectos lo sentimos aquí también. Pero debido a esto mismo, se da una convergencia de dos factores insoslayables: por un lado, la crisis energética, que se produce ahora, pero que venía de antes, y que se está agravando por la guerra; por otro, el cambio climático. Esto hace que, de pronto, haya crecido el interés en esta industria. Para los que ya están, es la confirmación de que estaban en un camino virtuoso. Y para los que estaban decidiendo irse, abre un signo de pregunta. En algunos casos, revierte decisiones, en otros, genera polémicas, y en otros, promueve el deseo de beneficiarse rápidamente. Los argentinos estamos pensando en energía limpia y que además genera trabajo digno, calificado, ingenieros, tecnólogos…”
El renovado interés al que aludió Grossi se refiere a la imperiosa necesidad de “descarbonizar” la matriz energética que figura en las metas planteadas por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático; es decir, de producir energía sin emitir dióxido de carbono. “La tecnología nuclear está en la agenda porque es un complemento de las demás renovables –destacó Serquis–. Todos los análisis serios que se hacen en el mundo indican que es necesario tener siempre un pequeño porcentaje (en mayor o menor medida, según los países). En la Argentina, apuntamos a que un 15% de nuestra matriz energética sea ofrecida por la energía nuclear. Y en función de eso, los reactores modulares pequeños [como el CAREM, cuyo prototipo está siendo desarrollado en el país] ofrecen una oportunidad de pensar en una tecnología diferente que nos garantice tanto la posibilidad de sistemas pasivos, más seguros, como la de ir construyéndolos en pequeña escala, para facilitar el financiamiento”.
Aunque aclaró que el mundo no está dejando de construir grandes centrales, porque no se ve otra manera de cumplir los compromisos de reducción de emisiones ya pactados para 2030 y 2050 destacó que el país se encuentra a la vanguardia en el desarrollo de este tipo de equipos. “Tengo que decir con orgullo que en el nuevo libro de la OIEA, el argentino y el chino son los únicos dos que están en construcción –subrayó Serquís–. La mayoría de los proyectos que se están vendiendo en este momento son ideas. Hay más de 70 diferentes, pero todavía no se pusieron en marcha. Por eso, en este momento tenemos una oportunidad única no solo de desarrollar una cadena de valor de gran impacto en las industrias, sino de ofrecer esta solución para lugares más aislados de la Argentina, demostrar que funciona e incluso exportarlo con grandes beneficios”.
El CAREM es el primer reactor nuclear de potencia íntegramente diseñado y construido en la Argentina. Fue pensado para producir electricidad en zonas alejadas de los grandes centros urbanos, o para polos fabriles e industriales con alto consumo (incluyendo la capacidad de alimentar plantas de desalinización de agua de mar).
El prototipo está siendo construido en Lima, provincia de Buenos Aires, en un edificio de 18.500 m2, de los cuales alrededor de 14.000 corresponden al llamado ‘módulo nuclear’, que incluye la contención del reactor, la sala de control, y todos los sistemas de seguridad y de operación de la central. La obra civil comenzó el 8 de febrero de 2014, cuando se convirtió en el primer SMR oficialmente en construcción.
En su primera versión, generará 32 megavatios, y se prevé que alrededor del 70% de sus insumos, componentes y servicios vinculados sea provisto por empresas argentinas certificadas bajo estándares internacionales de calidad. En paralelo, la CNEA avanza en el diseño conceptual del que será el módulo comercial (de entre 100 y 120 MWe), que podría producirse a costos muy competitivos para el mercado internacional.Para Antúnez, la industria nuclear argentina, pionera en América latina, es “un disparador tecnológico, industrial y laboral fenomenal”. “A pesar de los sinsabores, finalmente llegamos a tener un parque de tres centrales funcionando –explicó–, que se construyeron agregando cada vez mayor proporción de componentes locales. Sumaron 44 millones de horas/hombre de trabajo al PBI nacional”.
Entre los planes para el futuro, figuran dos nuevas centrales, una con tecnología china y otra nacional (CANDU).
“Lo otro que tenemos en carpeta es extender la vida de Atucha 1, siguiendo la exitosa operación de Embalse, que le permite operar por otros 30 años –dijo Antúnez–. Es un negocio fenomenal: con menos del 30% de la inversión que requiere una central nueva, uno se queda con otro ciclo de vida completa [30 años más]. Lo único que les recuerdo a los entusiastas es que, para extenderle la vida a una central, primero hay que construirla. Esto nos llevaría a duplicar nuestra potencia instalada y por lo tanto a seguir contribuyendo a la descarbonización”.
Por último, Campenni subrayó que la nuclear fue la única vía tecnológica donde se trabajó fuertemente en la formación de recursos humanos, en ingeniería, investigación básica aplicada, desarrollo tecnológico y en la industrialización. “Hay una cadena de valor muy fuerte y muy sinérgica que nos vuelve competitivos, confiables para el mundo y distintos, porque podemos cubrir las diferentes necesidades que tienen los países –mencionó–. Por eso, pudimos ganar licitaciones, como las de Egipto, Australia y Holanda, y vender tres centros de medicina nuclear en Bolivia y una planta de radioisótopos en la India totalmente basada en tecnología desarrollada en la CNEA, cuya puesta en marcha la hizo recientemente con todo éxito un equipo conjunto de CNEA e Invap. Eso se logra cuando uno piensa políticas con continuidad, algo que a veces no es tan sencillo de mantener”.
Además, agregó, “Esta experiencia de más de 70 años derramó en otras áreas, porque nos permitió aprender a desarrollar proyectos completos de alta tecnología. Ingresamos en la era satelital. Tanto Invap como Arsat, de alguna manera somos herederos de procesos tecnológicos e industriales que tuvieron su inicio en el campo nuclear. La percepción externa de nuestras capacidades en este campo es muy buena. En muchos casos, somos referentes; por ejemplo, en materia de reactores de producción de radioisótopos y de investigación”.
Como corolario de la visita, Grossi y el ministro de Relaciones Exteriores y Culto, Santiago Cafiero, firmaron un acuerdo entre la CNEA y la OIEA para la implementación de la iniciativa “Rayos de Esperanza”, que establece una alianza estratégica para el diseño de estudios y proyectos de investigación, y el desarrollo de las aplicaciones de la tecnología nuclear en el campo de la salud. Entre otras cosas, propone establecer en el país un centro de referencia de esta iniciativa internacional para la capacitación de recursos humanos de institutos y centros locales y regionales.