Hacia fines de los noventa, en los días que desembocaron en la crisis de 2001, la situación económica de los jóvenes que habían completado un doctorado y querían iniciar la carrera científica, e incluso de investigadores destacados e internacionalmente reconocidos, era tan penosa que se acuñó la frase “La única salida es Ezeiza”. Los científicos y científicas emigraban “en manada”, y a aquellos que querían volver de sus estadías en el extranjero llegaban a preguntarles si tenían otra fuente de subsistencia porque de la ciencia no podrían vivir.
Tras una década en la que aumentaron los ingresos de jóvenes investigadores al Conicet, mejoraron las remuneraciones y se creó el Ministerio de Ciencia, desde 2015 se volvieron a interrumpir inversiones y cortar líneas de financiamiento, y hacia 2019, en cuatro años los científicos habían perdido casi un 40% de su salario. Pero si hace un año se quejaban (con razón) de que incluso en países vecinos se les pagaba el triple, en dólares, de lo que recibían aquí, lo que ocurrirá si se cumple la amenaza de mantener sus retribuciones congeladas lo superará con creces. Dos estimaciones coinciden en que ahora podrían perder el 60%… en apenas seis meses.
Una de ellas la publicó en X la socióloga cordobesa Sol Minoldo, especialista en el sistema de jubilaciones, derechos sociales, envejecimiento demográfico. Minoldo trazó un análisis detallado de cómo evolucionaron los salarios de los investigadores de carrera del Conicet desde 2015, una tarea que exige tener en cuenta bonos pagados por única vez que no se agregan a los sueldos, jerarquizaciones que deben computarse como sumas fijas, aumentos de paritaria, sumas remunerativas que se pagan por única vez…
Sus conclusiones coinciden con las de Mariano Barrera, que dio a conocer también en X la evolución de becas y salarios, y lo que puede esperarse para el futuro cercano.
“Luego de la caída del 37% de los ingresos de las becas doctorales durante el macrismo, entre diciembre de 2019 y noviembre de 2023 los ingresos de los becarios aumentaron un 61% –escribe Barrera–. Esto permitió que estas llegaran al nivel de diciembre de 2015. Si se compara el promedio de 2015 versus el de 2023, en este último año el ingreso fue 7% menor, porque la recuperación llegó a finales de año. De no mediar aumentos como sostiene el nuevo gobierno y tomando la inflación proyectada, en mayo el ingreso caería aproximadamente un 52%”.
Los ingresos de los investigadores e investigadoras, según Barrera, también se recuperaron durante la gestión de Fernández. “Crecieron 45% luego de haber caído un 40% en el macrismo. El ingreso en noviembre 2023 fue un 13% inferior al de diciembre de 2015. Pero si se toma el promedio de 2023 versus el de 2015, la recuperación fue menor: quedó 17% por debajo. La caída para 2024 sería del 52%”.
A pesar de que las jerarquizaciones otorgadas durante el último período permitieron una mejora de los ingresos, también generaron distorsiones. “En la actualidad, el 69% del sueldo está explicado por la jerarquización y el básico es apenas el 8% –explica Barrera–. Esta flexibilización salarial no es inocua. Dado que los adicionales por antigüedad e informes positivos son un porcentaje del básico, su retraso tiene impacto en el salario (…) En un investigador principal, la pérdida mensual puede llegar a 160.000 pesos”.
Y concluye Barrera: “Analizado en perspectiva histórica, la caída derivada del congelamiento propuesto por el gobierno nacional llevaría a que, en febrero, el ingreso de un investigador sea equivalente al [que existía en] la salida de la crisis de 2001, y en mayo, [sería] el peor de la serie”.
Si esto se cumple, dados los incentivos que ofrecen países desarrollados e incluso otros de la región, se configuraría una nueva sangría de cerebros que empezaría, como siempre, por los más calificados.