Uno de los conceptos claves en materia de salud pública es el que se dio en llamar “efecto rebaño”. Hace referencia a la inmunidad colectiva que se logra cuando una alta proporción de la población está protegida contra una enfermedad infecciosa. Si la gran mayoría es inmune, disminuye la probabilidad de que una persona susceptible entre en contacto con una infectada, de modo que se reduce la propagación del patógeno y esto no solo protege a los individuos inmunizados (en forma natural o por medio de vacunas), sino también a aquellos que no lo están por distintas razones; porque tienen comorbilidades, son alérgicos o son muy pequeños para ser vacunados, entre otras.
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Las metas de vacunación que se establecieron para toda América establecen que para lograr el efecto rebaño, esa cobertura debe llegar al 95%; es decir, que el 95% de los individuos de la población objetivo debe recibir la vacuna. Con eso, no solo se protegen a sí mismos, sino a aquellos que no pueden inmunizarse y corren riesgo, con frecuencia, mayor.
Sin embargo, y aunque la Organización Mundial de la Salud se había puesto la meta de llegar por lo menos al 90% de cobertura, un informe global dado a conocer ayer por Unicef que recaba datos de 14 vacunas es un baldazo de agua fría: según la organización internacional, en 2023 “se estancó la cobertura mundial de inmunización infantil, por lo que hay 2,7 millones más de niños y niñas sin vacunar o sin recibir la totalidad de las vacunas en comparación con los niveles anteriores a la pandemia de 2019”. Y si se analiza la situación local, las cifras son iguales o peores: algunas inmunizaciones registraron un retroceso de hasta el 40% con respecto a 2022.
Por ejemplo, la cobertura de la BCG, que se aplica a los siete días del nacimiento, descendió en la Argentina del 81% al 69%; la primera dosis de la vacuna contra la difteria, la tos ferina y el tétanos, que se aplica a los dos meses, descendió del 90% al 77%; la primera dosis contra la polio, del 90% al 78%. La Argentina, en materia de inmunización y a pesar de que se aplican en forma gratuita, se encuentra en la zona anaranjada o roja en todas las vacunas relevadas por Unicef, con un descenso muy pronunciado respecto de 2022 y lejos de la meta, después de haber tenido buenas campañas hasta casi mediados de la última década.
“La situación es seria”, advierte Pablo Bonvehí, jefe de infectología de Cemic, miembro del comité científico de la Fundación Vacunar e integrante del Grupo Técnico Asesor en Inmunizaciones de la OPS.
“Las últimas tendencias demuestran que en muchos países hay demasiados niños sin vacunar –afirma en el comunicado de Unicef su directora ejecutiva, Catherine Russell–. Cerrar la brecha de inmunización requiere un esfuerzo mundial para que gobiernos, aliados y dirigentes locales inviertan en atención primaria de la salud y en trabajadores comunitarios para garantizar que todos sean vacunados”. De acuerdo con el informe, la cantidad de chicos y chicas que en 2023 recibieron tres dosis de la vacuna contra la difteria, el tétanos y la tos ferina (DTP), considerado un marcador clave de la cobertura mundial de inmunización, se mantuvo estable en el 84% (108 millones). Sin embargo, los que no recibieron ni una sola dosis aumentó de 13,9 millones en 2022 a 14,5 millones el año pasado.
Ante la necesidad de controlar el Covid-19, la pandemia sin duda conspiró contra la administración de otras vacunas, pero lo más alarmante es que se retrocedió a niveles incluso anteriores a 2019. Esto indica que los problemas para cumplir con los calendarios de vacunación exceden lo logístico.
“Analicé los números de 2022 y ya ahí se veía claramente que a los recién nacidos de hasta 18 meses dejaron de administrárseles casi 1.700.000 vacunas; y al ingreso escolar esto aumentaba moderadamente –explica Eduardo López, reconocido experto en vacunas y expresidente de la Sociedad Argentina de Infectología Pediátrica–. Esta problemática está dada por una sencilla razón: incluir nuevas vacunas en el calendario es una buena medida, pero no suficiente, porque la vacuna más eficaz es la que está aplicada. Lo vengo diciendo, es algo que se venía anunciando. Y esto no es un tema menor, porque en el calendario nacional hay algunas vacunas que son única dosis, por ejemplo la de la hepatitis A. Y hay refuerzos que son fundamentales para tener protección a lo largo del tiempo, como es la vacuna contra el neumococo, cuyo refuerzo es necesario para prevenir la enfermedad. Y lo mismo ocurre con la cuádruple, que se da a los 18 meses. O sea, en vacunación, estamos complicados. No es una problemática de este gobierno, pero están faltando medidas preventivas más audaces y llegar de forma más proactiva a la población”.
Para Bonvehí “En nuestro país el cambio en el sistema de registro puede haber influido en la estimación de los indicadores de cobertura, ya que se pasó a la ‘nominalización’ y en forma electrónica. De cualquier manera, éste es un fenómeno global que ya venía previo a la pandemia, con el Covid-19 se acentuó y no logra recuperarse ya que se agregan otros factores sociales, económicos y de falta de confianza. Paradójicamente, la vacunación contra COVID-19 acentuó esto último por la difusión de fake news, a pesar de que la salida de la pandemia se la debemos en gran medida a las vacunas”.
La jefa de Epidemiología del Hospital de Niños y presidenta de la Comisión Nacional de Inmunizaciones, Angela Gentile, coincide: “Esto es muticausal. Por un lado, el país cambió la forma de de registrar la vacunación; es decir, todo el país ahora lo hace en forma virtual. Algunas jurisdicciones pueden hacerlo más que otras. Algunas tienen un sistema y tienen que trabajar con una interfase para conectarse al sistema nacional. Todo eso habrá que ajustarlo. Y por otra parte, hay oportunidades perdidas por el impacto post pandemia. Hay que trabajar más en la capacitación para evitarlas. Hay que acercarse más a la comunidad, empoderarla para que entienda el valor de las vacunas. A lo mejor, con la pandemia quedó menos claro el beneficio. Hubo tantas dudas con las aprobaciones de emergencia, que hay que generar confianza, volver a transmitir la seguridad de las vacunas. Cada uno en el lugar que ocupa, tendrá que colaborar, éste es un tema que lo tenemos que manejar entre todos”.
Uno de los datos que encienden las alarmas es el de la vacuna antisarampionosa, que había logrado la eliminación de la enfermedad en el continente. Los datos de Unicef muestran que el estancamiento dejó a casi 35 millones de chicos sin protección o solo con protección parcial contra esta enfermedad altamente contagiosa, y que puede ser mortal o dejar graves secuelas. En 2023, solo el 83% de los niños y niñas de todo el mundo recibieron su primera dosis de la vacuna contra el sarampión, y solo el 74% recibió la segunda. Precisamente, la reducción en la cobertura de vacunación está impulsando los brotes (“el canario en la mina de carbón”, como los definió el director general de la OMS, Tedros Ghebreyesus) que se registraron en 103 países, donde viven aproximadamente tres cuartas partes de los lactantes del mundo. Por el contrario, 91 países con altas coberturas no los sufrieron.
De acuerdo con los especialistas, lo urgente es evitar que sigan bajando las tasas. “La meta que se puso en América es llegar al 95% de cobertura con todas las vacunas –aclara Daniela Hozbor, investigadora principal del Conicet y especialista en vacunología del Instituto de Biotecnología y Biología Molecular de La Plata–. Pero el número [para alcanzar el efecto rebaño] dependerá del objetivo que se quiera alcanzar (reducción de muerte, de enfermedad severa) y de varios factores, como la efectividad de la vacuna o la infecciosidad del virus”. En el caso del sarampión se estima que está entre el 93% y el 95%; en el de la rubéola, entre el 80 y el 85%. En varias inmunizaciones de las relevadas por Unicef las coberturas rondan el 70% o menos.
El quinto y último “Índice de confianza y acceso a las vacunas” de la Fundación Bunge y Born (https://2aae479d-fbd5-403b-ac51-fd029db4d92f.usrfiles.com/ugd/2aae47_c5204f1feae74723b4e213b473f16031.pdf) es consistente con esta tendencia. Entre sus principales conclusiones menciona que la confianza está un 9% por debajo de los valores de 2019, que el acceso cayó un 2,2%, y que los más jóvenes y los más adultos son los que menos confían y menos acceso tienen. Una respuesta que sorprende es que dos de cada diez encuestados afirma haber recibido la recomendación de no vacunarse del propio médico.
Entre otras cosas, Hozbor atribuye este retroceso a una ausencia casi total de campañas de comunicación. “Con lo que se dice en las redes…", sugiere, sin concluir la frase. Y enseguida aclara para que no haya malentendidos: “Algunos piensan que no hay que vacunarse porque es mejor adquirir la inmunidad de forma natural (enfermándose). La enfermedad induce inmunidad mas fuerte en la via de entrada del patógeno. Pero enfermarse tiene riesgo de internación y muerte. En cambio, la vacuna da muy buena inmunidad [casi] ‘sin riesgo’”.