Mientras el picosatélite “San Martín”, de Innova Space, lanzado el último jueves desde la Base de Cabo Cañaveral, orbita en estos momentos a 550 km de altura y con buenos signos vitales, ayer se reunieron en la sede de la compañía Arsat, en Benavídez, funcionarios de la Secretaría de Economía del Conocimiento del Ministerio de Desarrollo Productivo, representantes de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, de Invap, y de diferentes pymes y universidades que integran la incipiente industria aeroespacial local en cuya cadena de valor, según un relevamiento de la cámara argentina de la actividad, participan alrededor de 800 empresas.
Este entramado productivo comprende más de 3.400 empleos formales, con salarios un 40% mayores que el promedio y emplea mano de obra altamente capacitada. “Es un sector más grande de lo que pensamos”, subrayó María Apólito, subsecretaria de Economía del Conocimiento.
Durante la reunión, el presidente de Arsat, Pablo Tognetti, adelantó que si todo avanza como está previsto, en el segundo semestre de 2023 podría lanzarse un nuevo satélite geoestacionario, que la compañía ya está desarrollando en conjunto con Invap.
Además, se presentaron cuatro de los 15 proyectos seleccionados en la última convocatoria del Programa Potenciar, que recibirán aportes no reembolsables para su desarrollo por una suma de 314 millones de pesos. Siete provienen de la Provincia de Buenos Aires, tres de CABA, cuatro de Córdoba y uno de Santa Fe.
El nuevo Arsat
La misión Arsat-SG1 se ubicará en la posición orbital 81º O (que compartirá con el Arsat 2, lanzado el 30 de septiembre de 2015) y está pensada para brindar servicios de banda ancha a zonas rurales de nuestro país y de zonas limítrofes.
“Será un satélite de alto rendimiento, multi-haz en banda Ka [es decir, en longitudes de onda que van desde un poco más de un centímetro hasta 7,5 milímetros y pueden transportar grandes cantidades de datos], con propulsión eléctrica, desarrollado por Invap, con sus alrededor de 70 u 80 pymes subcontratistas –detalló Tognetti–. Tiene una capacidad de tráfico de 70 Gbps, de los cuales 50 serán para la Argentina. Ofrecerá servicios a precios asequibles a más de 200.000 hogares en el país y a 80.000 en naciones vecinas. Podría entrar en operaciones en el primer trimestre de 2024”.
Financiado por la Corporación Andina de Fomento, el nuevo aparato permitirá seguir explotando las posiciones orbitales que posee el país, reimpulsar la actividad satelital y desarrollar industrias proveedoras de alto valor agregado.
“El SG-1 pesará unos 2000 kg (los Arsat pesaban 3000) –destacó el físico egresado del Instituto Balseiro–. Lo que ocurre es que la mitad del peso de estos se debe al combustible líquido, 1500 litros. La propulsión eléctrica es mucho más liviana, usa toda la energía de los paneles solares para un propulsor iónico que generalmente es un gas (xenón). Pero tiene la contrapartida de que para llegar hasta la órbita desde el momento del lanzamiento y quedar operativo tarda cinco a seis meses; en los otros se demora 5 días”.
El segmento terrestre asociado con esta misión exigirá la instalación de siete “telepuertos” y 73.000 antenas distribuidos a lo largo y ancho del país. En mayo de este año ya hay una revisión prevista de la ingeniería básica en Bariloche, en agosto se iniciaría la integración y a comienzos de 2023 se iniciarían los ensayos. El lanzamiento podría ser en octubre de 2023 y entraría en operaciones en 2024. “La intención es llegar lo antes posible a la máxima cantidad de población, pero hay mucha demora en la entrega de materiales, no solo acá, sino en todo el mundo”, afirmó Tognetti.
Este desarrollo exige una inversión que ronda los 253 millones de dólares, pero una estimación conservadora calcula que se recupera en seis años. La facturación estimada para los 15 años de vida útil es de alrededor de 870 millones de dólares.
La Argentina forma parte del puñado de países que desarrollan sus propios satélites de telecomunicaciones; entre ellos, China, Estados Unidos, la India, Israel, Japón, Rusia y la Unión Europea. En este momento, los Arsat 1 y 2, que ya llevan ocho y siete años en funciones, respectivamente, están con su capacidad a full y exportan servicios por un valor de alrededor de 40 millones de dólares anuales; entre otros, a los Estados Unidos.
Programa Potenciar
Marcos Actis, vicepresidente institucional de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), presentó un propulsor de cohetes de metano y oxígeno líquido, que están desarrollando el Grupo de Ensayos Mecánicos Aplicados (GEMA) y el Centro Tecnológico Aeroespacial de la citada universidad. “Cuando en 2015 la Conae nos canceló el contrato del [cohete] Tronador, pensamos en avanzar en un ‘demostrador’ de segunda etapa para un lanzador mediano –explicó Actis–. Se trata de un motor que estamos diseñando con la compañía local Delta 3, de amplia experiencia en el desarrollo de simuladores de realidad virtual y que se ocupará del sistema de control. Tendrá electrobombas que permiten controlar mejor el posicionamiento de los satélites. Podría utilizarse en el Tronador 2, pero también en otros”. También avanzan en satélites de menos de 20 kg y en antenas “multibanda” para el seguimiento de pequeños y medianos satélites.
Aviem, compañía de General Rodríguez que desde hace tres décadas fabrica aviones en la Argentina, recibirá algo más de 35 millones de pesos para desarrollar aeronaves de no más de 750 kg y propulsión eléctrica. “Deberán transportar a dos personas durante una hora de vuelo”, explicó Ernesto Acervo, su fundador.
Alejandro Cordero, que imaginó y concretó la constelación de los ya célebres “picosatélites”, también recibirá 35 millones de pesos para desarrollar y construir la segunda generación de los MDQubeSAT2 para la comunicación de Internet de las cosas. “El 70% de nuestro país carece de cobertura –destacó Cordero–. Esta constelación servirá a la agricultura, la minería, el gas y el petróleo”.
Serán algo más grandes que el recién puesto en órbita: de 10 cm x 10 cm x 5 cm, y pesarán 750 gramos. Prevén lanzar 16 el año próximo y el siguiente, 90.
Dan Etenberg, de LIA Aerospace, desarrolla sistemas de propulsión para cohetes y otros usos basado en “manufactura aditiva”, lo que permite procesos más veloces y mejor trazabilidad. “Vemos una oportunidad en el mercado de propulsión, no solo para lanzadores sino también para cohetes sonda no contaminantes –dijo Etenberg–, no criogénicos y no tóxicos, reemplazando la propulsión química por una alternativa de costos mucho menores, basada en peróxido de hidrógeno al 95%. Están pensados no solo para uso a nivel del mar sino también en el espacio”. Ellos recibirán 12 millones de pesos.
Otros proyectos seleccionados incluyen el diseño de hardware para un sistema que permita la comunicación con sensores remotos, el desarrollo de la estación terrena satelital LatamNet, la fabricación y certificación de paracaídas de emergencia, la construcción del banco de ensayos mecánicos para pruebas de tanques de combustible de la plataforma de lanzamiento del Tronador y el desarrollo de una computadora modular resistente a la radiación.
“Esto genera una linda sensación de futuro –dijo el jefe de gabinete, Juan Manzur, en la apertura de la jornada–. Es generar inclusión a través de la tecnología en el marco de un país grande, diverso y que tiene asimetrías. Vengo a ratificar el compromiso de seguir invirtiendo en esta industria”. Y prometió: “Tienen la palabra del presidente Alberto Fernández de que se va a cumplir con todo lo que estaba previsto en el presupuesto invertir en esta área”.