La vida en la Tierra sigue el compás de ciclos que se cumplen aproximadamente cada 24 horas, los ritmos circadianos, que gobiernan las funciones fisiológicas de todos los organismos vivos. No hay aspecto que no esté directa o indirectamente influido por los relojes biológicos y, si están desacoplados durante mucho tiempo, pueden aparecer trastornos de salud que van desde el insomnio hasta problemas metabólicos (entre ellos, la diabetes) y del sistema inmune. Esta falta de sincronización (por ejemplo, en las personas que tienen trabajos nocturnos) también se asocia con trastornos psiquiátricos, como la depresión, dificultades de aprendizaje y reducción del rendimiento cognitivo.
Teniendo en cuenta que la principal reguladora de nuestro reloj biológico es la luz solar, todo hacía suponer que el confinamiento obligado por la pandemia iba a tener un impacto importante. De modo que un grupo de científicas argentinas decidió poner en marcha un proyecto que permitiera reunir datos locales y contribuir a la salud pública.
El resultado es “Mi reloj interno” una app para el celular que traza un diagnóstico del funcionamiento del reloj biológico del usuario y le hace recomendaciones personalizadas para “ponerlo en hora”.
“Estoy súper feliz”, comenta la cronobióloga Fernanda Ceriani, jefa del Laboratorio de Genética del Comportamiento en la Fundación Instituto Leloir (FIL) e investigadora del Conicet, sobre este nuevo logro. Madre de tres hijos, la científica, una de las más destacadas del escenario local en el estudio de los engranajes moleculares de este mecanismo que gobierna nuestros procesos fisiológicos y que nos ayuda a anticiparnos y adaptarnos a nuestro ambiente, Ceriani lideró esta iniciativa que comenzó en marzo de 2020, junto con Juliana Leone, de la Universidad Nacional de Quilmes y la Universidad Di Tella, y Lía Frenkel, de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA. Ellas advirtieron que el confinamiento les ofrecía la oportunidad de hacer un experimento científico en gran escala, ya que todo el país estuvo sometido a condiciones de vida muy diferentes de las habituales.
“La idea fue no sólo estudiarlo y reunir datos, sino desarrollar un instrumento para que cada uno pudiera ver cómo este nuevo contexto estaba influyendo en su vida”, cuenta Ceriani. Así surgió el impulso de generar una aplicación para el ubicuo celular que permitiera no solo hacer un diagnóstico de cómo están funcionando nuestros ritmos circadianos, sino además ofrecer consejos que permitieran mejorarlo.
“Fue necesario hacer el esfuerzo de salir de nuestra ‘zona de confort’, la investigación académica –destaca Ceriani–, porque tuvimos que interactuar con muchos conocimientos diferentes. Por un lado, era indispensable alguien que supiera transmitir lo que nosotros hacemos en un lenguaje amigable, y para eso convocamos a una especialista en comunicación de la ciencia, Paula Cramer. También trabajamos con sociólogos para pensar una encuesta original sobre la que se basaría el algoritmo, que es el motor de la aplicación. Y con un experto en estadística, que nos ayudó a preparar el muestreo, y constató que nuestra colección de datos es aplicable a la población argentina y no solamente a la del AMBA, que es de donde recabamos la mayor parte de la información. Además, fue fundamental la participación de un físico que analizó los datos, e identificó la mejor manera de describir las variables que estaban impactando y que le dio forma al algoritmo. Los computadores científicos se ocuparon de que trasladar todo eso a un formato compatible con los celulares”.
Y enseguida aclara: “Me encanta lo que hacemos en el laboratorio, pero en los 20 años que hace que dirijo un grupo de investigación, nunca un proyecto por sí solo me demandó tanta energía y tanto tiempo, y al mismo tiempo me divirtió tanto. Tuvimos que hablar lenguajes diferentes, encontrar puntos de contacto con muchas experiencias… Fue fantástico y un gran desafío a aventurarse por territorios desconocidos”.
Ceriani subraya que esperan que esta aplicación también tenga un impacto práctico en la salud de la población, pero que para eso es necesario que muchas personas adopten el sistema, se tomen el tiempo de proveerle la información e intenten poner en práctica los consejos que les entregue. “Nosotros sugerimos que por lo menos se apliquen durante un par de semanas, porque nada es inmediato y mucho menos cuando se trata de un proceso endógeno”, explica.
Anonimizados, los datos que registra la aplicación contribuirán a formar una gran base con registros locales de los que actualmente se carece. “De hecho, nuestras costumbres horarias son distintas de las del resto del mundo y hay muy poca información sobre eso. La mayor parte de los datos vienen siempre del Hemisferio Norte. Nuestras costumbres son mucho más vespertinas y sin embargo pretendemos vivir en horarios que están regidos por el universo, como ocurre con el inicio de clases a las 7:30, cuando el cerebro de los adolescentes todavía está durmiendo. Por otro lado, creemos que uno de los efectos principales de la aplicación es ayudar a que las personas tomen conciencia sobre la importancia del reloj biológico. Que sepan que las formas de vida impactan sobre el mismo y que a largo plazo eso puede tener un efecto sobre la salud”.
Cómo funciona
La aplicación pretende distinguir, primero, nuestras actividades en los días que trabajamos de las de los días libres, en los que en teoría nuestro reloj tiene más libertad para manifestarse. Para esto, el tipo de preguntas que hace es, por ejemplo, cuánto tiempo estamos expuestos a la luz natural. La intensidad de la luz solar no se compara con ninguna otra, pero la artificial también funciona para poner en hora (o sacarlo), porque el sol se pone todos los días al anochecer, pero la luz brillante de la computadora y de las otras pantallas con las que interactuamos puede seguir en continuado 24 horas por día encendida. Esta última le hace creer a nuestro cerebro que estamos viviendo en pleno día, por eso cuesta dormirse cuando uno pasa mucho tiempo mirando la televisión o el teléfono celular.
“Por la importancia de recibir la suficiente cantidad de luz durante el día, decidimos incluir como parte de la aplicación un sensor de luz para que, si la gente tiene que trabajar en un ambiente cerrado, elija el más propicio para su reloj, si es que tiene esa posibilidad”, agrega Ceriani.
Dado que la regularidad de nuestras rutinas también sirve para sincronizar el reloj biológico, pregunta sobre la regularidad de nuestras actividades diarias, en qué horarios, si hacemos actividad física en forma regular u otras tareas, como pasear el perro, estudiar, a qué hora tomamos el desayuno, el almuerzo, la cena y otras variables. “Es una información que usa nuestro reloj para ponerse en hora –subraya la investigadora–. En la encuesta original, el número de preguntas era mucho mayor. Tratamos de acotarlo todo lo posible porque sabemos que la gente no tiene mucho tiempo para contestar”.
Al completar el cuestionario, la aplicación traza un diagnóstico y arroja un puntaje que sitúa al usuario dentro de su grupo de pertenencia, dado principalmente por la edad y el género, ya que no son las mismas reglas las que rigen el reloj de las mujeres y el de los varones, y las características van cambiando a lo largo de la vida. También se toma en cuenta si uno duerme la siesta, la duración y en qué momento del día, factores que también dependen de la edad y del género.
Si la app indica que uno se encuentra en la zona verde, está ubicado en la región en la que debería estar para esa característica o variable. Si indica amarillo, habrá alguna cosa que corregir. Si está en el rojo, hay un trabajo de sincronización por delante. “La app te dice: si querés moverte hacia la zona verde, lo que podrías trabajar está en este punto, en este punto y en este punto. O por ahí te dice ‘todo lo que hacés, está bien’. Y entonces seguramente la mayor parte de las variables te dieron en la zona verde del semáforo, pero la mayoría tenemos cosas sobre las que trabajar”, explica Ceriani.
En un comunicado de la FIL, Leone agrega que “genera recomendaciones personalizadas para mejorar y mantener alineados los ritmos circadianos, y así mejorar nuestro descanso, más allá de la coyuntura” y destaca que “es muy importante que las personas usuarias intenten modificar sus hábitos de acuerdo con las recomendaciones durante al menos 15 días y luego vuelvan a evaluarse para poder concluir por sí mismos si mejoraron las distintas características de su descanso”.
Totalmente gratuita, la aplicación se puede bajar de la Play Store o de la Apple Store. Lo único que hace falta es tener más de 13 años. A los que tienen entre 13 y 17 se les demanda una autorización parental para que un adulto esté al tanto.
Los que encuentren dificultades para operarlo, porque hay detalles que dependen del sistema operativo de cada celular, pueden ir a la página www.mirelojinterno.org, donde encontrarán links a videos en los que los científicos disipan todo tipo de dudas. También pueden seguirlos en las redes (en Twitter: @mirelojinterno, en Facebook: @mirelojinterno; en Instagram: @mirelojinterno y en Youtube: Mi Reloj Interno). “Nos interesa que la gente nos dé su feedback respecto de cómo se sienten al utilizarla”, concluye Ceriani.
Con financiación de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i), la app “Mi reloj Interno” se desarrolló inicialmente para limitar el impacto de los cambios de hábito impuestos por la pandemia por COVID-19 en nuestro reloj biológico, pero también para brindar información que puede ayudar a mejorar hábitos que influyen en nuestra salud. Del proyecto también participaron el experto en ciencia de datos Ariel Haimovici; las sociólogas Elisa Epstein y Diana Munilla; el estadístico Hugo Delfino; el desarrollador de software Ignacio Oroná y equipo; y la diseñadora y especialista en marketing digital Milagros Wienert.