Convenio para desarrollar técnicas de agricultura regenerativa

Lo firmaron el INTA y Unilever; las ensayan ocho productores de hortalizas que abastecen la fábrica de deshidratados de la empresa

07 de noviembre, 2023 | 00.05

MENDOZA.– El ajo, la cebolla, las zanahorias y el zapallo que muchos saboreamos en caldos de preparación rápida  o que vienen en bolsitas de escamas muy livianas, se obtienen todos de un suelo árido que, a los ojos de un lego, pareciera incapaz de ofrecer plantas tan nutritivas y saludables que por primera vez se domesticaron no con la idea de incorporarlas a la dieta, sino para uso médico.

Ocurre en Mendoza, donde crecen inesperadamente a través de surcos trazados en tierra opaca, arenosa, la misma de la que surgen las vides que proporcionan algunos de los vinos más apreciados del mundo. Pero, claro, si se pretende que esta trabajosa bonanza lograda gracias a mucho trabajo y manejo experto se mantenga durante generaciones, es preciso diseñar la producción no solo con la idea de mantener, sino también de ir regenerando el suelo.

El año pasado, la compañía internacional Unilever firmó un contrato con el INTA para hacer justamente eso: desarrollar herramientas de agricultura regenerativa en acuerdo con los ocho productores que abastecen su fábrica de deshidratados, la más importante del país.

Proceso de deshidratación de. hortalizas

La de Guaymallén es la única fábrica de deshidratados que tiene Unilever en el mundo –cuenta Natalia Giraud, gerente de Comunicaciones y Asuntos Públicos de la región Sur de América latina, durante un viaje con periodistas para visitar las instalaciones industriales, hablar con productores y recorrer el Centro Experimental del INTA en la localidad de La Consulta–. De aquí, exportamos a Alemania, México y Brasil. Por eso para nosotros es tan importante tener una estrategia de sostenibilidad. Hace 30 años que trabajamos de la mano del INTA, y codo a codo con cada uno de los productores. El año pasado dimos un pasito más. Decidimos firmar un nuevo acuerdo, una alianza en principio por tres años, que nos permita ir hacia lo que llamamos ‘agricultura regenerativa’. Ya no hablamos de ‘sostener’, sino de ‘regenerar’ ambiente, ecosistemas. Claramente, no podíamos hacerlo solos. El INTA nos provee ciencia, y acompaña en el territorio a cada uno de nuestros productores”.

El vínculo que se concretó en este acuerdo no empezó ahora, data de hace treinta años, cuando la compañía entonces llamada Knorr Suiza contactó a los expertos para desarrollar cultivares aptos para el deshidratado.

Zanahorias en proceso de deshidratación

“Las deshidratadoras no pueden ir y comprar semilla al mercado –explica el ingeniero agrónomo y director del Centro Regional Mendoza-San Juan de INTA, Claudio Galmarini, magister en mejoramiento genético del Instituto Agronómico Mediterráneo de Zaragoza, España, y doctor en genética y mejoramiento vegetal de la Universidad de Wisconsin-Madison, Estados Unidos–. Parte de su ventaja competitiva es tener plantas con altos sólidos. Por ejemplo, contar con cebollas que en lugar de 11% de materia sólida, que es lo normal, tengan más. Nosotros logramos hasta 20% de sólidos. Cada punto de sólidos se traduce en ahorro de una enorme cantidad de energía y por ende representa mucho dinero para la fábrica”.

Galmarini, genetista, participó en uno de los primeros convenios de vinculación tecnológica que tuvo el INTA para obtener cebolla de altos sólidos. “Hacer mejoramiento genético es una apuesta importante, porque no se logra de un día para otro, se necesita mucho tiempo –explica–. Después de casi 12 a 14 años de trabajo, obtuvimos la primera variedad, que se llamó ‘Refinta 20 (por Refinería de Maíz e INTA, y el porcentaje de sólidos), y le otorgó a la compañía una ventaja competitiva. Luego, seguimos trabajando con zapallo y obtuvimos un nuevo cultivar que le permitió posicionarse no solo para abastecer la planta de deshidratados, de tenerlo en su sopa y sus otros productos, sino también para exportar, algo que nunca nos habíamos imaginado. La Argentina llegó a ser (y creo que todavía lo es), uno de los primeros exportadores de zapallo deshidratado. Y parte de eso tiene que ver con la innovación y con los cultivares que obtuvimos. Este muy buen ejemplo de articulación público-privada le permite  ser competitiva. Desarrollamos dos cultivares de zapallo, dos de cebolla, uno de zanahoria… Inclusive empezamos a trabajar en puerro; fueron 25 años de trabajo, primero con Refinerías de Maíz y después con Unilever. Eso generó y genera no sólo productos tangibles y beneficios para la empresa, sino un vínculo entre el sector privado, y una institución de ciencia y técnica como la nuestra, que es muy importante. Crea lazos de confianza mutua”.

Espinaca

Hace dos años, los investigadores del INTA fueron nuevamente convocados por Unilever, pero esta vez con otro objetivo: empezar a trabajar en agricultura regenerativa, una visión que querían difundir en sus plantas de todo el mundo. Y aunque los científicos no tenían soluciones listas para usar, les propusieron trabajar y aprender juntos sumando a los productores de San Juan y Mendoza que ya eran proveedores de la planta de deshidratados.

La agricultura regenerativa se refiere a la sostenibilidad tanto ambiental, como económica y social. Pone énfasis en tres ejes principales: el suelo, el agua y la biodiversidad, e intenta encarar los procesos agrícolas aprovechando la capacidad de la propia naturaleza para proveer las condiciones necesarias a un cultivo, conservando los recursos naturales disponibles mediante la restauración de funciones ecológicas esenciales. Es decir, intensificar esos procesos e integrarlos al manejo agronómico para recuperar el ecosistema.

“Tal vez sea más claro con un ejemplo –propone Galmarini–. Nosotros no contamos con suelos como los de la pampa húmeda, con buena fertilidad, sino que son de origen aluvional, con capas poco profundas. Sin embargo, tienen algo de materia orgánica y algo de flora microbiana que les permite ser sostenibles en el tiempo y proveer de nutrientes durante años. Para subsanar los faltantes, las prácticas agrícolas usuales en Cuyo agregan mucho fertilizante inorgánico, pero eso reduce la microflora, con lo cual se pierde capacidad de regeneración. El primer paso del acuerdo con Unilever es establecer una línea de base, un diagnóstico; es decir, averiguar cuál es la actividad microbiana del suelo, su fertilidad, qué consecuencia tienen las prácticas normales. Después, acordando con los productores, implementar otras más sustentables, utilizando material de compostaje, bioinsumos, empleando menos fertilizantes químicos y ver cómo eso impacta no sólo en los indicadores vitales del suelo, sino también en los rendimientos. A partir de allí, proponer ciertos cambios y al año siguiente, evaluar sus efectos”.

Un factor primordial en Cuyo es el agua, recurso que en los últimos diez años está siendo muy escaso, porque está nevando menos de la media histórica en los Andes, con lo cual el derrame del deshielo es menor.

El manejo del agua, uno de los ejes de la agricultura regenerativa

Otro elemento importante es la biodiversidad. “Nosotros modificamos este desierto, todo lo que se ve fue modificado por el ser humano –dice Galmarini–. Pero existe flora nativa, donde se alojan insectos benéficos que contribuyen a mitigar la incidencia de plagas o enfermedades. Entonces, si se dejan pequeñas islas de biodiversidad en las propiedades, se puede contribuir con una disminución del uso de insumos, sobre todo de agroquímicos. Preservar la diversidad de las aves (por ejemplo, instalando lo que se llaman ‘casas-nido’) también puede ayudar a controlar plagas”.

Entre otras iniciativas, se promoverán sistemas de labranza mínima, como la siembra directa. “Acá estamos aplicando algo de ese concepto –afirma Galmarini–, como es sembrar sobre el rastrojo, con lo cual se incide menos sobre la estructura del suelo, mejora la microflora bacteriana y también se ahorra combustible, lo que reduce las emisiones de dióxido de carbono y disminuye la huella de carbono, algo que a la empresa le interesa mucho”.

Zanahoria deshidratada

Se calcula que más del 30% de los gases de efecto invernadero provienen de la agricultura. Pero la cubierta vegetal también puede captar dióxido de carbono y la suma de pequeños aportes puede hacer una diferencia. Lo mismo que el uso de coberturas verdes para incrementar la materia orgánica y retener agua, o hacer rotaciones de cultivos para mejorar la estructura y la fertilidad del suelo.

Por último, al mismo tiempo que se monitorean los indicadores de sostenibilidad ambiental, el acuerdo propone controlar los económicos.

En esta iniciativa participan ocho productores que gestionan unas 800 hectáreas. Ya están trabajando con el Código de Agricultura Sustentable y hacen riego por goteo, que ahorra un 30% de agua. “Habrá que entender cómo esto los afecta e impacta tanto en los nutrientes de los cultivos, como en el aspecto económico y social –dice Giraud–. Pero tenemos en claro que si no contamos con un planeta saludable, no habrá negocio que sostener”

Lo que vimos hasta ahora es que no disminuye la productividad y eso ya es importante –concluye Galmarini–. Es lo que llamamos intensificación sostenible en agricultura; es decir, producir lo mismo (y ojalá un poco más) utilizando menos insumos. Nuestra idea es ir aprendiendo sin disminuir y luego tratar de incrementar la producción. Para nosotros es un desafío importante. Nuestra idea es desarrollar un modelo que luego se pueda trasladar a otros sistemas productivos. Ese es el espíritu del convenio y venimos trabajando bien. La agricultura regenerativa es casi una filosofía, pero bueno, con filosofía el productor no vive, entonces tiene que venir acompañada con rentabilidad”.

Agricultura regenerativa

Estación experimental "La Consulta"

En un paisaje idílico enmarcado a lo lejos por la silueta de los Andes nevados se extiende la estación experimental La Consulta del INTA, situada en la localidad del mismo nombre (que alude al encuentro de José de San Martín y el cacique Neycuñar para solicitar el permiso de las tribus pehuenches para atravesar esas tierras y atacar al ejército realista en los pasos de El Portillo y El Planchón). Allí se encuentra el Laboratorio de Análisis de Semillas, actualmente habilitado para la emisión de certificados válidos en todo el Mercosur, y que realiza análisis y muestreo de lotes de semillas.

Especializado precisamente en semillas hortícolas, según explica Leonardo Togno, recibe 1500 lotes comerciales por año, en su mayoría de cebolla, zanahoria y tomate. Además, investiga las enfermedades que se transmiten por ajo.

Banco de germoplasma del INTA

También alberga una joya particularmente valiosa, una especie de “arca de Noé”: un Banco de Germoplasma, donde se conservan 5000 muestras de semillas de 30 especies de hortalizas, plantas aromáticas, frutales de carozo y vid. También confeccionó un catálogo de poblaciones nativas y criollas de especies hortícolas, como zapallo, tomate, arveja, haba, lechuga, cebolla, pimienta y ajo, que incluye datos de procedencia y fotografías de cada una.

Integra la Red de Bancos de Germoplasma del INTA, que cuenta con más de 30.000 entradas de material genético de diferentes especies vegetales y un banco base que guarda un duplicado de todo. La red conserva especies cultivadas y sus congéneres silvestres, las caracteriza y las evalúa morfológica, genética, bioquímica y molecularmente, y las documenta para que se encuentren disponibles tanto para la investigación y el mejoramiento, como para reintroducirlas en sitios de los que desaparecieron.

La estación La Consulta del INTA trabaja en el mejoramiento genético desde 1948, y a lo largo de estas décadas obtuvo más de 100 cultivares de 24 especies hortícolas.