Si todo avanza como está previsto, el 27 de marzo 40 grandes contenedores partirán desde Pekín para iniciar un viaje de 45 días por mar hacia el puerto de Buenos Aires. A su llegada, que se espera para el 15 o 20 de mayo, se iniciará el operativo “Cola de Dragón” que transportará su preciada carga, nada menos que las partes del Radiotelescopio Chino-Argentino (CART, por sus siglas en inglés), a lo largo de la Ruta 7 hasta el complejo El Leoncito, en San Juan, donde será emplazado.
El CART, que será el mayor radiotelescopio de América latina, con una antena de 40 metros de diámetro, es una de las colaboraciones entre China y la Argentina ansiosamente esperadas por investigadores locales y para las que la nueva Ruta de la Seda abre amplias posibilidades. Entre las que ya están en marcha, se cuentan la construcción de la central nuclear de Atucha III, la formación de jóvenes científicos en disciplinas de punta, la investigación en litio y cereales transgénicos, la producción de radioisótopos de uso médico.
Creada durante la dinastía Han en 130 a.C., la Ruta de la Seda fue en su momento una red de caminos comerciales que unían el “imperio del Sol naciente” con Occidente, y por los que se transportaban mercaderías de Este a Oeste y de Oeste a Este. Hasta que los otomanos la clausuraron, en 1453, por esos senderos que llegó a conocer y describir el mismísimo Marco Polo llegaba desde el lejano Oriente seda, pero también té, tinturas, piedras preciosas, porcelanas, especias, bronce y objetos de oro, medicinas, perfumes, marfil, arroz, papel y pólvora. Y, a su vez, hacia allá iban caballos, sillas de montar y arreos, perros y otros animales, pieles, miel, frutas, cristales, mantas y alfombras, camellos, esclavos y armas. La clausura de la Ruta de la Seda empujaría a los grandes exploradores europeos a recorrer el planeta y hacer grandes descubrimientos. Pero si contribuyó a cimentar el comercio, su mayor legado fue el intercambio cultural: junto con los bienes que se vendían y compraban (incluyendo el deleznable tráfico de seres humanos), viajaban la filosofía, la tecnología, los idiomas, la arquitectura (y también las enfermedades).
Así, la actual iniciativa china que hoy recupera ese nombre buscará estimular el comercio internacional (a través de dos grandes rutas, una terrestre y otra marítima), pero al mismo tiempo presenta la oportunidad de recibir inversiones para proyectos científicos y tecnológicos del gigante asiático que hoy es “la” potencia en investigación y desarrollo: según un estudio de la National Science Foundation de los Estados Unidos (The State of U.S. Science and Engineering 2022), en las últimas dos décadas China fue responsable del 29% del crecimiento en la inversión global en ese ámbito, Estados Unidos, del 23%, y Europa, del 17%.
La cooperación entre nuestro país y el coloso oriental en el plano científico, aunque no tan conocida, tiene raíces que se remontan a hace varias décadas. En la Argentina ya existen tres centros binacionales: uno de estudios de políticas de innovación y desarrollo, otro de alimentación y otro de ciencias sociales.
Entre los anuncios más resonantes de estos días, está el sello del acuerdo, firmado el 1º de este mes luego de nueve años de negociaciones, para la construcción de Atucha III entre Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NASA) y la Corporación Nuclear Nacional China (CNNC). “Me parece positivo, porque para la Argentina representa una oportunidad de tener financiamiento para una gran central y no se va a poder llegar a los compromisos de baja de emisiones de carbono dejando de lado la energía nuclear”, destaca Adriana Serquis, presidenta de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). El acuerdo contempla, además la transferencia de tecnología para la fabricación de combustible, lo que “permite pensar en la incorporación de nuevas capacidades en el sector nuclear a la manera de lo que [Jorge] Sábato denominó ‘la apertura del paquete tecnológico’ –agrega–. Desde la asunción de la actual conducción de la CNEA, que se produjo a mediados de 2021, estamos trabajando en conjunto con NASA, que es la que negocia con la proveedora de la central nuclear, China Zhongyuan Engineering Corporation (CZEC). En nuestro caso, la contraparte es China Nuclear Energy Industry Corporation (CNEIC), la organización china responsable por la provisión de la tecnología nuclear correspondiente al combustible CF3. Conformamos un equipo de trabajo y estamos analizando todos los detalles de cada anexo del posible contrato”.
Otra de las joyas de la colaboración binacional, el CART, mencionado al comienzo, permitirá encarar estudios de geodesia, georreferenciación, geofísica y astronomía, contribuirá al establecimiento y mantenimiento de los Marcos de Referencia Internacionales Celeste y Terrestre, y mejorará la cobertura global de la red de radiotelescopios, junto con la determinación de los parámetros astrogeodésicos en nuestro hemisferio. También se utilizará en proyectos astrofísicos complementarios del proyecto LLAMA (acrónimo de Large Latin American Millimeter Array), que Argentina y Brasil desarrollan en Alto Chorrillos, Salta, a 4800 metros de altura. Y permitirá estudiar la creación de agujeros negros y zonas de formación estelar, entre otros temas.
“El CART conformará con el resto de los telescopios que tenemos en El Leoncito un ecosistema astronómico muy importante –se entusiasma Marita Benavente, Secretaria de Ciencia y Tecnología de la provincia–. Y lo más importante es que podremos promover la formación de radioastrónomos. Ya tenemos cinco candidatos para concursar cargos del Conicet que son los que estarán al pie del radiotelescopio para procesar la enorme cantidad de datos que reunirá”.
Gracias a que el 1% de las regalías de la industria minera debe volcarse al desarrollo científico-tecnológico de la provincia, San Juan se hace cargo de toda la infraestructura que exige semejante instrumento: caminos, gas, conectividad, líneas de alta tensión. “Por ser zona sísmica, la ingeniería civil sanjuanina estuvo capacitada para construir los cimientos sobre los que irá asentado el telescopio, apoyado en un cerro que hubo que ‘alisar, en los que debió emplearse una enorme cantidad de hierro y que no tolera más de medio milímetro de error en los sitios en los que se apoyan las patas”, agrega.
Desde China, el profesor Jinzeng Li, líder de la colaboración CART y miembro de la Academia de Ciencias de China, subraya que este es el primer equipo de observación astronómica de mediana y gran escala que China instalará en el exterior, y que fue coordinado y promovido durante muchos años. “Aunque se encuentran a miles de kilómetros de distancia, los científicos chinos y argentinos dedicaron diez años de arduo trabajo a este proyecto”, afirma. Está convencido de que esta cooperación servirá como una plataforma de muestra para una colaboración profunda y positiva en diversas disciplinas.
Por otra parte, fuentes del Ministerio de Ciencia y Tecnología confirmaron que se está negociando un acuerdo entre la Conae y su par china para el monitoreo y la validación, desde la Estación Terrena de Datos Satelitales de Falda del Carmen, del sistema Beidou (“Osa Mayor”) de navegación por satélite, una constelación que ofrece una alternativa al GPS y al sistema europeo Galileo, y promete que poseerá mayor precisión. También se trabaja en el uso conjunto con la Universidad Tecnológica Nacional y la Universidad Nacional del Comahue de la estación del espacio profundo instalada en Bajada del Agrio, en Neuquén, y se explorarán posibilidades de cooperación en investigación del litio y de cereales transgénicos resistentes a la sequía.
Invap, por su parte, hizo saber que durante el año pasado las empresas State Power Investment Corporation (SPIC), una de las mayores compañías de infraestructura eléctrica y operadora de las centrales nucleares chinas, y Shangai Nuclear Engineering Research and Design Institute (SNERDI), destacado centro de diseño de reactores, la contactaron para colaborar en temas vinculados a reactores nucleares experimentales y plantas de producción de radioisótopos para uso médico.
Según la empresa rionegrina, el proceso se encuentra en sus primeras etapas de definición y llevará tiempo, pero se espera que la remisión de la pandemia permita viajes de personal profesional y técnico entre China y la Argentina que agilicen el proceso. Recientemente China formuló un plan nacional para producir Molibdeno-99 y otros radioisótopos de uso médico, que hoy importa en su gran mayoría. La Argentina lo produce desde la década del noventa con una nueva tecnología a partir del uso de uranio de bajo enriquecimiento desarrollada por la CNEA y premiada por la comunidad internacional.