Uno de los misterios más grandes de la Historia americana gira alrededor del contenido del Encuentro de Guayaquil, una reunión que tuvo lugar durante las jornadas del 26 y 27 de julio de 1822 entre dos de los próceres más importantes de la región: José de San Martín y Simón Bolívar.
En ese entonces las guerras por las independencias americanas habían alcanzado su punto cúlmine, tras las revoluciones nacionales de Argentina, Chile, Venezuela y Colombia, de las que estos dirigentes militares, e inevitablemente políticos fueron clave, enfrentaba su etapa final.
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El halo de misterio que envuelve esta cumbre de notables se asienta en dos aspectos: primero, el carácter privado del encuentro, ya que no hubo testigos más allá de los propios San Martín y Bolívar; y, por otro lado, el hecho de que tras este encuentro el prócer correntino se retiró de la política y de los campos de batalla americanos. Después de esta reunión, San Martín nunca más volvió al Perú: tuvo una corta estancia en Chile y luego viajó a Francia, donde pasó el resto de su vida. Es por ello que todo lo que se dice respecto a los temas que se trataron en la reunión entran en el terreno de la especulación.
Todo lo que rodeó la reunión tuvo la pompa de lo que hoy es una visita de Estado. San Martín llegó rodeado por una escolta de 25 húsares. En ese entonces, el nacido en Yapeyú era el Protector del Perú y tenía relaciones delicadas con cada uno de los países que ayudó a liberar: en Argentina, el vínculo con la dirigencia porteña era hostil, sobretodo desde su negativa a combatir a los caudillos del interior; en Chile, la figura de su amigo O’Higgins estaba en declive; y en el Perú estallaban rebeliones en contra del gobierno provisional de Bernardo de Monteagudo, que dimitó tras la reunión de Guayaquil. Para el argentino, diez años ininterrumpidos de campaña guerrera por la independencia se hacían sentir, con un desgaste personal y político que empezaba a pesar.
Por su parte, Bolívar estaba en un gran momento. La campaña de Nueva Granada (actual Colombia) había alcanzado la independencia, con las victorias de Riobamba y Pichincha, respectivamente.
Es por ello que la principal de las hipótesis sobre de qué se trató la entrevista de Guayaquil indica, de sentido común, que San Martín fue a pedirle apoyo a Bolívar, colocándose bajo su mando, para en una acción conjunta, acelerar el trámite de las guerras contra los realistas en unidad. Según indican intercambios epistolares con Tomás Guido y el mencionado O’Higgins, estas eran las intenciones de San Martín que tenía en los territorios del Perú una resistencia realista más fuerte y mejor organizada que la que enfrentaba Bolívar.
“Brindo señores, por los dos hombres más grandes de América del Sur: San Martín y yo”, dijo Bolívar copa en mano en el único momento en que los altos militares abrieron su reunión a los presentes, precisamente para festejar el encuentro.
Muchos historiadores indican que el núcleo de la diferencia, y del consiguiente apartamiento de San Martín de la escena política, radicó en las formas de organización política que las nacientes naciones americanas adoptarían a futuro. En base a documentos, cartas y posicionamientos públicos reiterados, se concluye que la posición pro-monárquica del militar argentino colisionó con el republicanismo de Bolívar. Aunque no haya evidencia de que sea este el tema del desacuerdo de Guayaquil, el sentido común indica que esta conclusión es posible.
En carta a su amigo Tomás Guido, José de San Martín concluyó que “Bolívar y yo no cabemos en el Perú”, como incontrastable evidencia del desacuerdo entre ambos hacedores de las independencias americanas. Perú sería finalmente liberado en 1823, y Guayaquil, en el sur del actual Ecuador y sede del histórico encuentro, fue finalmente anexada a la entonces Gran Colombia.