El 5 de agosto de 2014 la asociación Abuelas de Plaza de Mayo dio a conocer una noticia que conmovió fuertemente, como sucede cada vez que se da a conocer la restitución de la identidad de una nueva nieta o nieto apropiado por la dictadura militar. Ese día, sin embargo, fue especial: la persona cuya identidad fue identificada era nada más y nada menos que la de la cara más visible de la organización, Estela de Carlotto. Fue en ese momento cuando se encontró con su nieto, Ignacio, hijo de Laura. La encargada de comunicar la información fue la jueza federal María Romilda Servini, que reveló que “le había prometido que lo encontraría”.
“Siempre le había dicho a Estela ‘yo te voy a encontrar a tu nieto’ así que cuando me sonó el teléfono y me comunicaron que las pruebas genéticas del chico daban en un 99,9% que era él, me emocioné muchísimo”, dijo en entrevista con Infobae. En los nueve años que pasaron desde aquel día de agosto de 2014, la jueza federal jamás contó la historia del momento en que le comunicó a Carlotto que finalmente el hijo de su hija había aparecido.
La jueza tuvo un rol crucial -y de protagonismo- en la investigación de la desaparición de Ignacio Montoya Carlotto y, también, en la revelación de la noticia del hallazgo. Al estar a cargo de la causa, fue de las primeras personas en enterarse. Recibió el aviso de la titular del Banco Nacional de Datos Genéticos de aquel momento, María Belén Rodríguez Cardozo y tuvo el privilegio histórico de ser la persona que le avisó a la familia. Sin embargo, hay quienes se preguntan si acaso la magistrada no debería haberle avisado antes al joven que tenía dudas sobre su identidad antes que a Estela.
“Fue una alegría mía y de todos, de mi secretario, de mi secretaria. Era como si fuera un nieto nuestro. Y entonces llamamos a Estela”, contó. Para Servini la aparición de Ignacio cerraba un círculo que había empezado en 1982, todavía bajo la dictadura cívico militar, mientras era jueza de Menores: fue la primera magistrada en restituir dos nietos apropiados en 1976 y 1977, Cecilia Méndez y Emiliano Huaravillo.
El protocolo que habían establecido entre el Banco de Datos Genéticos y la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI), era que, para resguardo de las víctimas, al primero que se le avisaba era al nieto, con el fin de que asimilara la noticia sin los efectos que inevitablemente vendrían luego: el impacto mediático y la emoción de la familia biológica.
A pesar de eso, la jueza reconoció que a la primera que llamó fue a Estela, para pedirle que fuera a su despacho. También fue convocada la presidenta del Banco Nacional de Datos Genéticos. Es que, para ella, la situación era diferente: “El protocolo decía que debían avisarme a mí y yo avisar a la familia. Siempre fue así, pero bueno, Claudia se enojó muchísimo”. Sin embargo, sin dar demasiados detalles sobre el episodio, le reconoció al diario Perfil: “No debí haber llamado a Estela”.
“Estábamos todos contentos y Estela agarró su celular, casi no podía marcar, y llamó a su hija Claudia”, narra la jueza. Pero ese llamado modificó la escena de alegría. Claudia Carlotto ya era presidenta de la CONADI y quien se encargaba de comunicarles la noticia a los nietos identificados. Así había sido en las decenas de casos anteriores que le tocó estar. En este caso, el 114.
El enojo de Claudia Carlotto lo manifestó ante la prensa: “Fue una locura lo que hizo, una falta de respeto total”. “Estaba enojada porque Estela estaba sola”, admite la magistrada, quien también recuerda que unos minutos más tarde, Carlotto se fue “y lo primero que hizo al salir fue llamar a Cristina”, en referencia a la por entonces Presidenta de la Nación.
¿Qué pasó con Laura Carlotto?
Laura Carlotto, hija de Estela y hermana de Claudia, fue secuestrada embarazada en 1977 y asesinada en agosto del año siguiente junto a Carlos Lahitte en Isidro Casanova. Su cuerpo fue entregado a su familia, que decidió que fuera enterrada en el cementerio de La Plata. Más tarde, en 1985, sus restos fueron exhumados por el Equipo Argentino de Antropología Forense para realizar pericias que confirmaran que había dado a luz mientras estaba secuestrada.
Por testimonios de sobrevivientes, se supo que Laura estuvo detenida en el centro clandestino de detención “La Cacha” y que el 26 de junio de 1978 dio a luz un niño al que llamó Guido en el Hospital Militar. Luego del parto, fue regresada al lugar donde estaba cautiva, sin su bebé. Al niño le cambiaron la identidad y fue entregado a Clemente Hurban y Juana Rodríguez, sus padres apropiadores, a quienes Ignacio defendió siempre al sostener que ellos nunca supieron de dónde había llegado él y porque siempre lo criaron con amor.
Encontraron al Nieto 133
En la última semana, una nueva restitución volvió a conmocionar. En este caso, pertenece a una familia tan histórica de la militancia de 1970 como diezmada por la dictadura. El nieto 133 es el hijo de Cristina Navajas y Julio Santucho y nieto de la abuela Nélida Navajas -ex secretaria de la organización, fallecida en 2012- y hermano de Miguel “Tano” Santucho, también miembro de la organización. El "Tano" fue quien continuó con su búsqueda junto a la institución hasta el día de su identificación, en una nueva victoria por la democracia.
Cristina nació en 1949 en la Ciudad de Buenos Aires. Tenía 26 años al momento de su secuestro, era maestra y estudiante de sociología en la Universidad Católica Argentina (UCA). Allí, conoció a Julio Santucho, séptimo hijo de una familia de 10 hermanos proveniente de Santiago del Estero y cuyo miembro más reconocido fue Mario Roberto Santucho, dirigente clave del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Tanto Carlos como Cristina militaron en la misma organización.