“Mientras estemos juntas vamos a lograr todo, hemos sobrevivido a la violencia de género, intentos de femicidios y la calle, si hemos sobrevivido a eso, vamos a salir de esta. Vamos a salir adelante luchando y eso es el feminismo acá en la villa”, expresa Ana Gamarra, referente barrial de la villa 1.11.14, ante la mirada de sus compañeras del comedor "Guerreras". La escuchan emocionadas, mientras preparan el pollo con ensalada que entregarán esa noche a decenas de familias del barrio. Para ellas, cada olla es un arma de resistencia contra el hambre, la soledad y la violencia machista. Mientras cortan las verduras y cocinan la carne se reconocen trabajadoras, luchadoras y por sobre todo feministas del campo popular.
En la 1.11.14 como en cada barrio popular hay una mujer que levanta una olla ante el ajuste que vienen sufriendo los barrios que, en los últimos meses, se profundizó con el gobierno de Javier Milei. Son miles de mujeres y disidencias que cada día, como un acto revolucionario, cocinan en los comedores comunitarios para decenas de familias que hoy, según relatan, dependen de ese plato de comida para subsistir. Ellas coinciden en que no es solo una vianda: en estos espacios se construye organización social, política y feminismo. Estar juntas y juntes es la clave para resistir a la ultraderecha y el individualismo que propone este modelo liberal. Ellas comprendieron que permanecer y no doblegarse es político y salir adelante en el barrio se logra con unidad y convicción. Por eso, las ollas siguen resistiendo más que nunca este 8M.
Mientras las organizaciones sociales denuncian que desde diciembre no reciben los fondos para los comedores comunitarios del Gobierno nacional, las mujeres y disidencias “siguen bancando la toma" y las ollas siguen calentando el plato de comida para las familias que se acercan cada día. “Mi padre antes de morir me dijo que yo siga participando y luchando por mí y por la gente. Porque por la necesidad de la gente que tiene hambre hay que seguir”, enfatizó Nely Quispe, una de las cocineras del comedor “Guerreras” que llegó a la organización porque necesitaba la comida para sus hijos.
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En el comedor de la 1.11.14 hay 55 mujeres que día a dia trabajan en el comedor y diferentes áreas del espacio comunitario que depende del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL). La mayoría son mujeres migrantes que además del machismo enfrentan la discriminación. “El 97 por ciento somos de diferentes paises, entre ellos Bolivia, Paraguay, Colombia, Perú y Chile que vivimos en el barrio o en cercanías y nos acercamos al comedor primero por nuestra propia necesidad hasta que entendimos que la organización entre nosotras nos hace fuertes, que solas no podemos pero unidas podemos con todo”, remarcó Ana. La mujer que siempre fue cocinera y hoy se encuentra en el área de género de la organización enfatizó que ellas son “desde psicólogas y segundas madres de todos los que se acercan a la institución”.
Resistir en las ollas
Como Nely y Ana, Gaby es del barrio los Troncos del Talar, perteneciente al partido de Tigre, y llegó al Centro cultural de los trabajadores (CCT) hace 7 años cuando acompañaba a su hija a un espacio de niñez que aún funciona en el centro. Hace tres años comenzó a involucrarse en las actividades y ahora trabaja como coordinadora en el comedor. “Siempre quise ser parte mirándolo de afuera como mamá y vecina hasta que entré a trabajar y voy a seguir eligiendo el lugar”, expresa en diálogo con este medio.
Gaby destacó que hoy el rol de las mujeres y disidencias es fundamental para hacerle frente al desamparo de las medidas económicas del gobierno de Milei. “Hay que seguir sosteniendo la olla y abrazando a más vecines, compañeres e incentivarlos y que sepan que no están solos,que hay que estar más unidos que nunca para darle pelea al ajuste desmedido que hoy nos atraviesa”.
En coincidencia con las otras cocineras, Gaby enfatizó que “las mismas compañeras que sostenemos las ollas hacemos acompañamientos, sostenemos los espacios de niñez, juventudes y nuestro hogares”. Y agregó: “Son muy importantes las mujeres y disidencias en este contexto de crisis y avanzada del gobierno, somos las que siempre sostenemos nuestros espacios y hogares. Somos las que este ajuste está repercutiendo de manera directa”.
Las organizaciones sociales vienen denunciando que desde el 10 de diciembre ningún comedor recibe siquiera un paquete de polenta por parte de la cartera de Capital Humano, mientras que cada vez más familias se acercan a comer. En un comunicado, la cartera que conduce Pettovello se justificó con que "se ha aumentado un 75% el presupuesto designado para las transferencias de dinero a los comedores" y que está trabajando en un nuevo modelo “sin intermediación”.
“Aún con todo este ajuste que viene decidimos seguir apostando para que los vecinos y los mismos compañeros del espacio y compañeras no se queden sin llevarse un tupper a la casa. Muchas compañeras hicimos vaquita para que muchas puedan comprarle los útiles a sus niños, entonces el famoso remarla día a día lo vivimos a diario”, expresó.
Acompañar como un legado: el camino al feminismo popular
Mer Haedo llegó al comedor en el Barrio de Las Tunas en Pacheco cumpliendo un legado, su madre estaba al frente del espacio junto a otras mujeres hasta que se enfermó y ella sintió que debía continuar con la tarea. “Mi participación empezó hace 19 años atrás a raíz de mi vieja. Ella estaba al frente, pero se enfermó, entonces sentí que tenía que darle sentido a todo lo que ella venía haciendo. Me convocó con un grupo de otras mujeres para la produccion de panadería”, relató la mujer en diálogo con El Destape.
Cuando la madre falleció, Mer comenzó a hacerse cargo del espacio hasta dejar su trabajo y enfocarse totalmente a la organización social. Pero no fue fácil: al tiempo un hombre tomó el centro y fueron las mujeres que lograron desalojarlo y devolverle el espacio al barrio.
“Nosotras no solo tuvimos que encarar el proyecto sino volver a retomar ese espacio que tanto le costó a las compañeras, tuvimos que enfrentarnos a este tipo y bancarnos la toma para recuperar el lugar”, detalló.
Luego de recuperar el espacio, en el año 2008, comenzaron a hacerse cargo de las ollas en el comedor y “ahí comenzó el trabajo más fuerte”: empezaron a cocinar los días de semana para “darle un tupper de comida a todos los vecinos”.
Con el paso del tiempo, Mer entendió que el espacio comunitario y popular no era un lugar solo de asistencia sino un espacio para que cada mujer se reconozca como tal y se empodere. “Acá aprendí sobre el feminismo y la apropiación de nuestro territorio”, remarcó.
Las mujeres al frente de los comedores coinciden en que el 90 por ciento de las organizaciones sociales son llevadas adelante por mujeres y su rol es fundamental en el movimiento popular en los barrios. “Muchas de ellas son personas mayores de edad, mujeres que sufrieron violencia de género, viudas, madres solas que bancan las ollas”, agregó.
La cocinera destacó la importancia que tienen los comedores comunitarios porque también brindan espacios de capacitación laboral a las mujeres y disidencias que van a buscar un plato de comida. “Acá realizamos desde producción de panadería hasta productivos de carpintería, textil y serigrafía para todas las compañeras porque sabemos que la violencia de género no solo es fisica sino que también es económica y el hombre violento utiliza ese poder para decirle a la mujer que no puede y que no tiene los medios para subsistir”, afirmó. Hoy la organización tiene un espacio de género con más de 200 mujeres y disidencias “porque a todas las actividades les damos un marco teórico, social y político para saber que cada cosa que hacemos es para derribar el patriarcado que nos oprime”.
“En el proceso nos fuimos formando para formar a otras personas y empezar a identificarnos como mujeres trabajadoras no remuneradas, mujeres oprimidas y entendiendo que algo debíamos cambiar en nuestra realidad”, agregó.
Mer reconoció la crisis que están viviendo en los barrios y sostuvo que ‘no solo tiene que ver con la comida sino con desorganizar la organización popular” y generar individualismo. “Aún así vamos a seguir luchando por nuestro reconocimiento como personas con derechos, mujeres con derecho a través de las asambleas porque sabemos que unidas salimos de esto”, completó.
En este marco, la militante del FOL, cooperativista y lesbiana, Damaris Rolón, analizó en diálogo con El Destape el rol de las mujeres y disidencias en las organizaciones barriales y populares y remarcó que “siempre han sido fundamental en los barrios populares y humildes; y en la lucha en la clase trabajadora en general”. Para la referente los feminismos siempre cumplen este doble rol de sostener económicamente y sostener las tareas de cuidado que permiten "reproducir el capital". Remarcó que 'todas esas tareas invisibles, tareas no remuneradas que dicen que es amor, son tareas que hacen funcionar el sistema”.
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En este sentido, para Rolón "el rol nuestro como compañeras organizadas es fundamental porque tenemos esa inteligencia, esa capacidad, esa destreza para la supervivencia y la organización para pensar la economía comunitaria, para pensar las estrategias de lucha y de resistencia desde lo más profundo de las raíces".
"Lo vivimos con nuestras madres, con nuestras abuelas en algunos casos, somos segunda o tercera generación de hijas de luchadoras, nietas de luchadoras, entonces tenemos mucha experiencia”, completó.
En coincidencia, Mona Córdoba, coordinadora de Marea, Militante de Barrios de Pie CABA, sostuvo que “la forma de resistir esta crisis económica y alimentaria es poniendo de relieve la importancia que tiene que ver con todo ese trabajo comunitario que venimos desarrollando las mujeres y las disidencias en los territorios”.
Las trabajadores sexuales al frente de las ollas “por cada compañerx” perseguida
Ante este escenario, lxs trabajadorxs sexuales también se organizaron a través de AMMAR para sostener a muchas de las compañeras de los barrios populares que son trabajadoras sexuales y hoy denuncian que están siendo perseguidas. Georgina Orellano es una trabajadora sexual, feminista y activista por los derechos de las trabajadoras sexuales y encabeza las ollas populares para sostener a sus compañerxs.
“Una de las actividades que venimos desarrollando desde la organización es sostener ollas populares, también hacer colectas convocando a distintos sindicatos que puedan colaborar con la entrega de kits escolares y construir esa solidaridad para con los trabajadores de la economía popular”, enfatizó la secretaria de AMMAR que destacó la importancia de construir nuevas estrategias de organización sobre todo para sostenernos frente a la precariedad que atravesamos.
La militante social enfatizó que "la importancia de ser mujer, lesbiana travestis y trans y el rol que tenemos en los barrios es fundamental y donde hay una deuda de no se pudo reconocer todo el trabajo que hacemos". En este marco, puntualizó sobre las cocineras de los comedores "que sostienen la olla, pero no es solamente la olla sino que sostienen las demandas que llegan cuando una persona se acerca con una vianda, con un tupper a buscar un una porción de de comida".
"No es solamente cocinar, sino que también hay un rol social de escuchar, de derivar, de acompañar, de asistir. Muchas personas a nosotras se nos acercan para buscar una porción de comida, pero es ahí donde se genera la conversación en que la otra persona comparte la situación que está atravesando. Por lo tanto hay una función social", enfatizó y planteó que asimismo "hay un borramiento de la importancia que tienen los comedores y los merenderos, en su gran mayoría conducidos por compañeras, en las barriadas donde siempre han estado aún cuando no está el Estado presente".
Todas ellas estarán presentes en el 8M, tal y como le hacen frente a sus comedores, girando las ollas y el mundo aún sin tener reconocimiento como trabajadoras, sin remuneración ni derechos laborales. "No van a poder con nosotras”, coinciden, mientras trabajan incansablemente, aún en tiempos de ajuste e individualismo.