Cuenta la leyenda que cuando un trabajador de Peronia mete las patas en su fuente de vida, la ciudad crece. Esas nuevas extensiones urbanas son, aseguran los ingenieros, como brazos que rodean al corazón de la metrópoli y sobre los cuales se distingue el dibujo de un tatuaje de pequeños barrios de chalecitos rojos con pisos de parqué. Los detractores de Peronia sostienen que todo es mentira, que todo es una ilusión y que la ciudad no existe. Por eso, cada tanto, los habitantes de este inmenso territorio tienen que salir explicar que Peronia no es mágica como Macondo, ni magnífica como las ciudades que dijo ver Marco Polo, que dijo soñar Coleridge o que aseguró olvidar Calvino, sino que su encantamiento radica en que sus gentes participan de un sueño común y justo. Y para demostrarlo invitan a los no creyentes a que cada 17 de octubre se asomen a la fuente para ver cómo bebe de sus aguas transparentes un inmenso león herbívoro, el símbolo de la ciudad.
Esta es la breve historia animada de Peronia, una ciudad resistida y cantada por sus poetas.
POR MATÍAS TRILLO INTRO Y SELEC. DE TEXTOS: LAUTARO ORTIZ