El martes por la noche había 22 instituciones educativas de todo el país ocupadas en protesta contra el veto presidencial a la ley de financiamiento universitario. El miércoles por la mañana, justo antes de la sesión en la cámara de diputados, ya eran 33. Después de que el Congreso ratificó la decisión de Javier Milei ese número se duplicó. Más de 60 facultades y colegios en todo el país pasaron la última noche tomados por sus estudiantes. Quien crea que 85 diputados pueden clausurar el conflicto está viendo la película equivocada. Se abrió una caja de Pandora.
El Frente Sindical Universitario, compuesto por todas las organizaciones de trabajadores de las universidades públicas, declaró para la jornada de hoy un paro de 24 horas. No es el primero y no va a ser el último. En cada una de las universidades públicas del país van a realizarse asambleas, que discutirán un plan de lucha. Se descuentan nuevas medidas de fuerza. El conflicto ya pasó de los claustros a las calles y las rutas. Anoche en varias ciudades del país volvieron a sonar cacerolas. La única respuesta que ensaya el gobierno es la represión.
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Milei va a tener cada vez más lejos la posibilidad de formar mayorías. Incluso si la capitulación silenciosa de Mauricio Macri le garantizara eternamente todos los votos del PRO y sus aliados provinciales tuvieran siempre los incentivos para pagar el costo político de acompañarlo en sus aventuras más impopulares, a lo máximo que puede aspirar el oficialismo es a consolidar un tercio que empodere el veto presidencial. Todo lo que sea juntar más que eso parece, por ahora, utópico. Nunca estuvo tan lejos como ayer por la tarde la aprobación del presupuesto 2025.
Los aliados ya no encuentran excusas para bancarlo. Los mismos gobernadores que no querían posicionarse contra el presidente por su popularidad pagan el costo cuando la popularidad comienza a desvanecerse. En Paraná las protestas llegaron hasta la puerta de la Casa de Gobierno por primera vez desde que asumió Rogelio Frigerio, un equilibrista que ahora corre el riesgo de una caída. El sanjuanino Marcelo Orrego, que hasta ahora había sido un confiable socio del gobierno, esta vez votó con la oposición. La estructura es frágil y Milei salta encima.
Hay triunfos que tienen un costo muy alto. Más de 60 instituciones tomadas por estudiantes contra un 0,14 del PBI, el costo fiscal del proyecto que el presidente decidió vetar. No hay explicación económica. Esta es la batalla cultural. Esta es precisamente la misión de Milei, el topo. Si la universidad pública no le costase al tesoro argentino un centavo, él encontraría otra excusa para dar la pelea. Por eso debe encontrar, del otro lado, la misma convicción. Será la única forma de imponerse en un conflicto que seguramente tenga largo aliento.