La botella del diálogo lanzada a la marejada opositora por el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, en acuerdo con el presidente y la vice, esperan que sea recogida luego de las elecciones de noviembre y previo al acuerdo con el FMI, de manera de acompañar las negociaciones. "Era casi lógico el rechazo porque están en campaña, pero después estamos seguros que van a aceptar, por lo menos un sector importante", explicaban en el entorno de Massa. Imaginaban que allí encontrarán al jefe de gobierno, Horacio Rodríguez Larreta -preocupado por el país que podría recibir en 2023 en caso de llegar a la Casa Rosada- junto a los gobernadores radicales y a los de las fuerzas provinciales. La renegociación de la deuda, además, debe ser aprobada por el Congreso. "Y aunque a ellos no les guste escucharlo, es un problema que heredamos del anterior gobierno y tienen que ayudar a su resolución", sostenían.
A principios de año, el ministro de Economía, Martín Guzmán, concurrió al Congreso para argumentar a favor de la aprobación de la ley de Fortalecimiento de la Sostenibilidad de la Deuda. Desde su promulgación, en marzo pasado, todo endeudamiento en moneda extranjera debe pasar por el Parlamento para evitar nuevas conductas irresponsables unilaterales como la del gobierno de Mauricio Macri. El artículo 2 regula expresamente que "todo programa de financiamiento u operación de crédito público con el FMI" requerirá de una ley del Congreso. Así que no hay alternativas al respecto.
Pero Massa adelantó la idea de un diálogo para acordar diez asuntos de Estado. Explicó que lo había conversado con Alberto Fernández y con Cristina Kirchner y recordó en especial que Máximo Kirchner planteó meses atrás la necesidad de buscar una postura común del tema deuda, que incluyera específicamente a los referentes más jóvenes de cada alianza con posibilidades de llegar a la presidencia en el futuro. La aparición de Massa vino a coincidir con lo expresado un par de días antes por Rodríguez Larreta -de quien es amigo personal desde hace años- en el Coloquio de IDEA, cuando habló de la necesidad de que quien gobierne reúna "una visión común" de al menos un 70% del sistema político para que las reglas puedan sostenerse en el tiempo y se genere confianza para la llegada de inversiones.
Gente que no
Sin embargo, bastó que Massa exprese el objetivo para que desde Juntos por el Cambio salieran a cruzarlo de manera violenta, pese a que la idea de la necesidad de alcanzar consensos en temas de Estado es algo que sostienen a diario, lo mismo que los medios que le son afines. Se agarraron de que dos o tres personas caminaron sobre el improvisado memorial erigido a las víctimas de la pandemia en la Plaza de Mayo para rechazar cualquier acercamiento. "Ni con señales de humo", ironizó la titular del PRO, Patricia Bullrich. En el rechazo la siguieron Mario Negri, Alfredo Cornejo y Elisa Carrió, entre otros.
Corrido por el sector más ultra, Rodríguez Larreta se sumó a la negativa. "Cada vez que hablan es para defenestrar a la oposición. Al día de hoy no hemos visto ninguna vocación ni actitud de diálogo”, se vio obligado a responder el jefe de gobierno en la conferencia de prensa a la que había convocado para declarar el fin del barbijo al aire libre. El llamativo rechazo público al diálogo le vino como anillo al dedo a la campaña del Frente de Todos enfocada en el "sí" y que busca dejar a la oposición en la vereda del "no". Así lo dejó expresado el propio Alberto Fernández en las redes sociales.
Salto a diciembre
Con la campaña en esos términos, el diálogo quedará pospuesto a diciembre. Massa mencionó al Congreso y al Consejo Económico y Social como ámbitos posibles. En su entorno entienden que, tal como sucedió durante los momentos más difíciles de la pandemia, serán los gobernadores lo más interesados en acompañar la gestión nacional, tanto si están enrolados en el Frente de Todos, como en Juntos por el Cambio o en fuerzas provinciales. Los sectores ultra de la derecha, que juegan a "cuanto peor mejor" y a desestabilizar, probablemente no se sumarán, pero igual llegarían con holgura a ese 70% del sistema del que habló Rodríguez Larreta en IDEA.
El sólo hecho de iniciar una ronda de conversaciones, analizaban en Gobierno, será bien visto por el directorio del FMI que reclama un horizonte de previsibilidad para avanzar en un acuerdo. "Si Rodríguez Larreta quiere recibir un país más o menos normal en 2023 tenemos que firmar una renegociación de deuda que se pueda pagar. Por eso a él también tiene que interesarle un acuerdo, por no mencionar que se trata de la deuda que tomó el gobierno que él apoyó", recordaban cerca de Massa.
En el Gobierno eran optimistas en cuanto a la conclusión de las conversaciones para principios del año que viene y con la propuesta, que también avanza pero lento, para que los países desarrollados acepten derivar los Derechos Especiales de Giro (DEG) que repartió el FMI hacia los gobiernos con mayores urgencias derivadas de la pandemia. El caso argentino es especial ya que debe utilizar lo remitido para pagarle al propio Fondo.
Este miércoles, en su participación en la Cumbre de Finanzas previa a la reunión del G20, Alberto Fernández valoró la “ampliación y distribución” de los DEG pero insistió que estos recursos deben orientarse a “nutrir un gran pacto de solidaridad global que incluya a los países con alta vulnerabilidad climática, socio productiva y financiera” y que permita “extender los plazos para atender los pagos de los endeudamientos y la aplicación de menores tasas bajo circunstancias de estrés social, sanitario, financiero y ecológico”. Será la misma posición que llevará a la reunión de jefes de Estado que se celebrará a fin de mes en Roma.