Argentina: una política exterior sumisa y nociva

Sobreideologizada, muy limitada y antipragmática. Así es la política exterior del gobierno de Javier Milei. Entrevista con Carlos Raimundi. 

17 de marzo, 2024 | 00.05

Con recetas radicales y comportamientos contradictorios (cuando no erráticos) el presidente Javier Milei, formado en Economía, tiene una visión hiperideologizada y, por lo tanto, muy limitada de la política internacional. Como en otros campos, su enfoque en relaciones exteriores no cruzó la barrera de los siglos ya que sus análisis parecen anclados en el mundo bipolar de la Guerra Fría al aludir a Rusia como un país comunista; o creer que todavía Europa o Estados Unidos tienen una economía pujante y son un modelo a seguir.

Parte de su estrategia comunicacional es mostrar una irreverencia extrema y un lenguaje sin censuras. Ambas conductas son, claramente superficiales ya que quedan en el mundo de los (malos) modales, pero no aplican a las decisiones esenciales que toma su gobierno, medidas neoliberales archiconocidas que, lejos de toda rebeldía, acatan el dictado de los poderosos y se ensañan con los más vulnerables.

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La política exterior es una de las más dañadas. Milei insultó públicamente al presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, calificándolo de “comunista y corrupto” y al de Colombia, Gustavo Petro, llamándolo “comunista asesino” en una entrevista para la CNN. A China no sólo la ofendió acercándose a Taiwán –una de las líneas rojas más conocidas de la diplomacia mundial- sino que, además, aseguró a la agencia Bloomberg: “La gente no es libre en China, no pueden hacer lo que quieren y cuando lo hacen, los matan”. Es sabido que Brasil y China son nuestros dos socios comerciales principales.

“El distanciamiento entre Argentina y Brasil es un enorme perjuicio para nuestro país, pero también para la geopolítica mundial”, reflexionó el ex embajador argentino ante la OEA, Carlos Raimundi. “La fisura de la alianza estratégica entre Brasil y Argentina fue y sigue siendo un objetivo buscado por el capitalismo financiero globalizado para evitar el desbalance que podría producirse si se concreta la unidad latinoamericana. La fractura entre ambos países, lamentablemente, impide que, en un momento inmejorable, toda la región latinoamericana se convierta en un bloque de poder que tenga una voz propia en la disputa geopolítica. Imaginemos cómo se desequilibraría el mundo si la Argentina hubiera hecho sonar su voz de la misma manera que lo está haciendo Lula en relación a una necesaria paz en Palestina.”

El listado de “horrores” y errores de Milei y de su canciller, Diana Mondino, son tantos que no caben en un artículo periodístico, pero hay tres que pasan los límites: 1) despreciar la oportunidad de integrar los BRICS, organización que por su peso actual nos abría un enorme abanico de oportunidades; 2) el entreguismo en relación a las Islas Malvinas y la falta de reacción del gobierno ante las provocaciones británicas que incluyen no sólo la construcción de un puerto en el Atlántico sur sino la visita del canciller David Cameron a las islas y 3) la sumisión colonial a Estados Unidos al que se le permite instalar ingenieros del Pentágono en una de las cuencas de agua dulce más importantes del mundo: la Hidrovía Paraná-Paraguay, entre muchos otros sometimientos.

“Creo que uno de los posicionamientos más negativo de Argentina fue haber renunciado a la pertenencia al área de los BRICS que representa, a nivel mundial, el bloque de poder en ascenso no solo en el aspecto económico sino también político y tecnológico”, opina Raimundi.

“Se ha renunciado a esta pertenencia por acentuar su alineamiento, prácticamente incondicional, a un gobierno y a un país que representan significativamente la decadencia. Estados Unidos, a través de una apuesta a la guerra, a la militarización, al complejo militar industrial, está disecando las economías (tanto la doméstica como la de sus aliados de la OTAN). Y el gobierno estadounidense está representando, en este momento, la decadencia ética más inimaginable que podía sufrir la humanidad y esto es el genocidio que está perpetrando el gobierno de Israel en la Franja de Gaza.”

- ¿Se puede afirmar que la actual gestión de Diana Mondino ha roto con los principios históricos de la política exterior argentina? 

- Si respondiera en términos tradicionales diría que sí, que los ha roto, fundamentalmente, en materia de defensa universal de los derechos humanos, en defensa irrestricta a la soberanía argentina sobre Malvinas y a la posibilidad de comerciar con todo el mundo independientemente del signo político del gobierno que sea la contraparte. Pero creo que una etapa como la actual en Argentina no debe caracterizarse como un momento normal porque no se trata de un gobierno sino de un plan de negocios. Un plan de negocios que tiene, en espejo, una serie de enunciados en materia de política internacional que se reproducen a nivel de la política doméstica y que podría resumir como la entrega de todo el poder y todos los recursos a las grandes corporaciones.

- Con esta desatención a nuestro lugar como latinoamericanos y el realineamiento con el Norte ¿Argentina deja de ser una voz importante en la región?

- Por sus dimensiones, por su importancia, Argentina nunca deja ser una voz. El problema es en representación de cuáles intereses. El actual presidente se ha convertido en un  personaje muy conocido a nivel mundial y, por lo tanto, representa una voz, pero no en nombre de la dignidad o de los derechos humanos, sino de los negocios de las fortunas más estrepitosas del mundo, de los sectores más radicalizados de la ultraderecha. El ser una voz a favor de las actitudes violentas, misóginas, negacionistas tiene consecuencias graves porque, justamente, demoran la posibilidad de que Argentina se inserte desde otros valores como los antes mencionados al sistema internacional.

- Argentina ignora las organizaciones regionales orientadas hacia la integración como la CELAC y, en cambio, busca encolumnarse en otras en las que somos jugadores marginales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). ¿Qué opina sobre esto?

- A veces, se habla de organismos internacionales alternativos como CELAC, Unasur, que tienen que ir más allá de las ideologías (como se intentó originalmente con Unasur que congregó a gobiernos de derecha como fue en aquel momento el gobierno de Colombia de Alvaro Uribe o de Sebastián Piñera en Chile), pero eso no funciona. La última reunión de la Celac fue saboteada por los gobiernos de derecha y, en las anteriores habían concurrido, pero no se había podido llegar a grandes consensos. Es decir no se consigue una fortaleza de despliegue de esos organismos multilaterales alternativos. Yo creo en los grandes bloques que no expresan categorías ideológicas sino valores que puedan ubicar a nuestros países en un lugar propio y autónomo de decisión en el concierto mundial. Es decir, creo en organismos integrados por países que tienen una lectura similar de la agenda global, porque cuando se trata de grupos que en su interior equilibran dos lecturas antagónicas de la agenda mundial se gasta en vano mucho esfuerzo y eso termina en una parálisis.