El presidente de la república Argentina, Javier Milei, declaró en el Council of the Americas que "nuestro programa se sostiene sobre una macro ordenada, un profundo recorte del gasto público y una atención obsesiva por devolverle la libertad a cada uno de los argentinos", y resaltó como logro de este plan una baja suspensión de la inflación que dio en el último informe del Indec para el mes de julio del presente año 2024 un valor del 4% mensual.
El problema central del concepto de devolución de la libertad, es decir de permitir que más personas desarrollen con la máxima eficacia, sus distintos proyectos y planes de vida, sin factores que restrinjan tales decisiones, es que esta libertad exige recursos es decir la noción de devolver la libertad, lleva inequívocamente a la noción de política de ingresos. Los habitantes de una nación no son más libres porque las leyes los digan, sino porque cuenten con los recursos para ejercer sus proyectos y planes de vida.
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En la República Argentina ha habido un incremento de la pobreza que se mide estadísticamente. Los párrafos centrales de la conclusión del trabajo del Observatorio de la Deuda Social Argentina, de la Universidad Católica Argentina de julio del 2024 titulado " Nuevos pobres, pobres más pobres y más desiguales ¿Una crisis que va quedando atrás o un peor futuro por venir?", son inequívocos:
"El análisis de los ingresos monetarios corrientes de los hogares y la población da cuenta de una caída del poder adquisitivo -en todos los estratos- con mayor intensidad en los estratos medios y en los más pobres, ampliando la brecha con respecto a la línea de pobreza. A esto se sumó un aumento del desempleo y escasas oportunidades de compensar la caída del ingreso real con mayor empleo informal. Las únicas fuentes de compensación durante el período – aunque parciales e insuficientes - fueron las transferencias sociales a los segmentos inferiores de la estructura social de la asignación universal por hijo, la tarjeta alimentar y otras asistencias). Sin embargo, ellas sólo representan hoy el 50% de la Canasta Básica Alimentaria (CBA) y el 25% de la Canasta Básica Total (CBT)."
Y esta situación descrita por dicho informe no es meramente el resultado del impacto de la inflación es decir no es una relación técnica entre el promedio del nivel de ingreso y el promedio de nivel de incremento de los precios, sino que es la suma de efectos de esa diferencia acumulada a lo largo del tiempo.
Uno de los efectos más importantes de ello, es lo que se puede llamar la movilidad social descendente, el surgimiento de nuevos pobres que no sólo nunca podrán recuperar los niveles de vida precedentes, sino que condenarán a sus hijos y nietos a una situación inferior a la que tenían, y que no se podrá revertir meramente por medio de un mercado laboral. Porque precisamente lo que se observa es que los salarios promedios de los mercados laborales han ido perdiendo sustancialmente poder adquisitivo. Mientras que han surgido algunos enclaves de lo que podemos llamar aristocracia laboral, por ejemplo, los empleados del ANSES, de la Aduana, y del Poder Judicial, que tienen regímenes especiales de salarios y de jubilaciones, la mayoría de los salarios formales claramente han perdido capacidad de adquirir bienes y servicios que preserven la situación social anterior o que permitan lo que ha sido la gran avenida social de la Argentina, la movilidad social ascendente. Y esto se torna más dramático en el régimen jubilatorio en donde la inmensa mayoría de los trabajadores formales y monotributistas cobran la jubilación mínima que es directamente la degradación total de cualquier calidad de vida precedente.
Como señalan Inés González Bombal y Maristella Svampa: "Las clases medias fueron históricamente consideradas un rasgo particular de la estructura social argentina... Sin embargo, en las últimas décadas la Argentina ha conocido un gran aumento de las nuevas y viejas formas de pobreza, de la precariedad laboral y, más recientemente, de tasas de desempleo hasta entonces nunca alcanzadas en el pasado." Y ello tiene una expresión estadística, como señala la última medición del Observatorio de la Deuda Social Argentina, señalando que entre las mediciones correspondientes al 3° trimestre de 2.023 y las estimaciones –por micro simulaciones- para el 1° trimestre de 2.024, el indicador de pobreza se habría incrementado de 44,7% de la población a 55,5% y el de indigencia de 9,6% a 17,5%.
Pero estos valores no son meramente relaciones técnicas entre series medidas en un corto plazo, sino que son cambios estructurales que tienen una característica central importante cuando se trata de la situación social: los fenómenos económicos estructurales tienen lo que los economistas llaman histéresis, concepto que se define en un modo básico como aquellas transformaciones económicas regresivas en el nivel de vida y trabajo de una comunidad que son afectadas por una crisis extrema, pero que se mantienen aunque la crisis se solucione y se repongan los valores precedentes a ella. Básicamente la pobreza estructural, la degradación de la calidad de vida, y la movilidad social descendente, se instalan en modos que no se pueden recuperar con una simple expansión nominal del promedio de salarios o la estabilidad del promedio de precios.
Un indicador básico de estas transformaciones, y la enorme complejidad de su reparación, es el surgimiento de barrios y urbanizaciones precarias en terrenos usurpados, generalmente en tierras fiscales o tierras privadas que no tienen utilización económica, que ha dado origen a grandes tejidos urbanos sin los servicios básicos de aguas corrientes y energía.
Pero estas urbanizaciones precarias, social en la medida que dentro de ellas hay una suerte de vida económica y social que progresivamente se aleja de la vida económica y social de la sociedad previamente integrada. La reversión de una urbanización precaria, no depende meramente de la mejora en las luminarias y en la apertura de calles, sino que ya la propia vida hogareña se ha degradado en familias que viven abarrotadas y en jóvenes que carecen de la menor posibilidad de acceder a una vivienda, en modos que no reproduzcan dichas urbanizaciones precarias.
La retórica de la devolución de la libertad, puede atraer a muchas voluntades de aquellos que siempre han contado o pueden contar con los recursos para apropiarse de ella, pero el enorme deterioro social que se ahonda en una fragmentación social, en el cual la antigua aspiración de crecimiento personal por el propio esfuerzo, el trabajo, y el ahorro, se han transformado en una suerte de continua degradación social hasta mínimos difíciles de aceptar.
Por ello, porque las zonas oscuras de una sociedad no solo se midan estadísticamente, que exigen dar cuenta de esa realidad en el territorio, es que el beneficio de la libertad obtenida parece ser poco relevante a la hora de atender a lo