Por qué China y Lula apuestan por Argentina en el BRICS

El impulso de los dos principales socios comerciales del país lo puso en el tope de la lista de candidatos a incorporarse al bloque. Sólo faltaba destrabar la resistencia de algunos socios, que se resolvió esta semana.

06 de agosto, 2023 | 00.05

La cumbre de Jefes de Estado del BRICS que se celebrará entre el 22 y el 24 de este mes en Sudáfrica será el primer encuentro presencial de este foro desde 2019, antes de que estallara la pandemia, y puede convertirse en el más importante de la breve historia de esta organización. De acuerdo a las charlas preliminares, dos temas van a acaparar la agenda durante esas jornadas, con los ojos del mundo posados sobre Johannesburg: la adopción de monedas alternativas al dólar para el comercio internacional y la apertura del grupo para la incorporación de nuevos miembros. Está todo listo para que Argentina sea uno de ellos.

Se trata de un momento histórico, coinciden distintos actores de las complejas negociaciones a varias bandas, consultados bajo estricta condición de anonimato. Sus repercusiones tienen efectos positivos para el país en el corto, mediano y largo plazo, acuerdan todos. Para algunos, se trata de la noticia más relevante de los últimos años. Los cinco países del BRICS ya representan más del 31 por ciento del producto bruto global; existen cálculos que proyectan, a partir de la ampliación del bloque y el crecimiento de sus miembros, que alcanzará a explicar la mitad de la economía del planeta para 2030.

El ingreso de Argentina al BRICS tiene dos padrinos: Xi Jinping y Luiz Inacio “Lula” Da Silva. Principalmente el líder chino, que además ejerció durante este último año la presidencia pro témpore del organismo. Beijing hoy es la locomotora del BRICS, el primero entre pares, que conduce estratégicamente al bloque, y puso a nuestro país en el tope de la lista entre más de treinta aspirantes en este casting global. Ese interés tiene que ver, entre otras cosas, con los vectores estratégicos del país, como la producción de alimentos, de energía, de productos de origen mineral, o la ubicación geográfica en el Atlántico.

También está cimentado en una construcción de dos décadas en el vínculo bilateral. El estrechamiento de los lazos con China es algo que inició Nestor Kirchner, que potenció Cristina Fernández de Kirchner (en su mandato se estableció la Asociación Estratégica Integral y comenzó el proceso de adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta), que recuperó Alberto Fernández después de un retroceso de cuatro años y que ahora finalmente está coronando, en su nuevo rol como interlocutor de la última milla, el ministro de Economía y candidato a presidente de Unión por la Patria, Sergio Massa.

Esta semana concluyó la misión en Argentina del embajador chino Zou Xiaoli, que se desempeñó más de cuatro años en ese cargo y fue una figura clave de la relación bilateral. En una carta que dio a conocer en su despedida, el diplomático calificó a los dos países como “hermanos y socios solidarios en busca del desarrollo común”, y reafirmó el apoyo en “la reivindicación de la soberanía de las Islas Malvinas”, para “mantener la consistencia financiera, el crecimiento económico y el mejoramiento del bienestar” y “en la incorporación al grupo BRICS, para jugar un papel más importante y positivo en la colaboración Sur-Sur”.

Pero más allá de estas consideraciones, el impulso a la candidatura está directamente relacionado con las negociaciones en curso con el Fondo Monetario Internacional y las maniobras que en las últimas semanas fue realizando el gobierno argentino para atender las obligaciones ante ese organismo y que dejaron borroneado su rol de prestamista de última instancia, sobre el que se monta su capacidad de condicionar la política económica de los países endeudados. El pago al fondo con yuanes, con créditos de otros organismos o con DEGs de otros países es un hecho seguido con mucha atención desde Beijing.

Argentina, hoy, más por necesidad que por convicciones, es un protagonista de la estrategia de China para expandir su presencia en el mundo en los próximos años: la internacionalización del yuan y el debilitamiento del patrón dólar. Eso explica el nivel de crédito que está otorgándole a través del mecanismo del swap de monedas así como el interés para que se incorpore rápidamente al BRICS. Es allí donde, a partir de la cumbre de este mes, comenzará a discutirse un plan en común para hacer lo que ya están haciendo, por su cuenta, los socios del bloque: empezar a comerciar entre sí en sus propios términos.

Ese fenómeno se consolidó después de las sanciones de occidente a Rusia, tras la invasión a Ucrania, y se está acelerando. La India también quiere internacionalizar la rupia. Existen bancos de 22 países diferentes que ya crearon cuentas en la India para comerciar sin pasar por el dólar, informó a finales de julio el Times of India. En la lista de los países que ya comercian en rupias aparecen Israel, Alemania y el Reino Unido, entre otros. La idea de una moneda común del BRICS fue dejada de lado para concentrarse en la confección de un mecanismo que facilite el intercambio en monedas locales.

El instrumento será el Nuevo Banco de Desarrollo, con sede en Shanghai. Cuando viajó a comienzos de junio, Massa negoció el ingreso de Argentina para conformar un fondo que financie el comercio bilateral con Brasil. Las tratativas en ese sentido siguen avanzando, aunque el foco está puesto en otro lado, porque cuando el país sea miembro pleno del BRICS automáticamente será parte del NBD. Ese es otro de los motivos por los que existen más de 30 postulantes para incorporarse al bloque, entre ellos Indonesia, Arabia Saudita, México, Turquía, Nigeria, Emiratos Arabes, Argelia e Irán.

La idea de que la Argentina sea parte del BRICS tiene casi una década y comenzó a incubarse durante el segundo mandato de CFK. El bloque había nacido unos años antes, al calor de la crisis financiera de 2009, que empezaba a mostrar las costuras del esquema económico global conducido desde Estados Unidos. En 2014, la presidenta argentina viajó como invitada especial a una cumbre en Brasilia. Esa vez, la mesa tuvo seis asientos y empezó a hablarse de BRICSA. Por esos meses también se firmaron los acuerdos de cooperación estratégica con China y con Rusia.

Paradojas de la historia: en ese entonces el freno lo puso Dilma Rousseff, por entonces presidenta de Brasil, hoy titular del NBD, para preservar la exclusividad en el hemisferio occidental. Después, el triunfo de Mauricio Macri dejó en suspenso el proceso durante cuatro años. Cuando reapareció el interés la fila para entrar ya era larga. No se hablaba más de BRICSA, ahora de BRICS+, que probablemente sea el nombre que se adopte definitivamente una vez que concluya el proceso para que ingresen cinco o seis nuevos miembros, entre ellos la Argentina, antes de fin de mes, en Sudáfrica.

La noticia esta última semana fue que se vencieron las resistencias a la expansión del grupo que presentaban algunos miembros. Mientras que China, por estar al frente del proceso, se beneficia por la acumulación de nuevos socios, para el resto significa resignar una porción de poder, como temía Rousseff hace una década. Sin embargo en los primeros días de junio los sherpas de los cinco países se juntaron en Durban con el propósito oficial de “desarrollar principios guía, standards, criterios y procedimientos para la expansión”. Las discusiones continuaron durante casi dos meses; se saldaron a comienzos de esta semana.

Eso quedó reflejado en varias noticias que tuvieron escasa repercusión en un país que debería estar siguiendo el proceso minuto a minuto, porque allí se juega buena parte de su futuro: 

  • El miércoles pasado, en una charla en la Universidad de KwaZulu Natal, en Durban, el embajador de Sudáfrica ante los BRICS, Anil Sooklal, anticipó: “El anuncio que estamos planeando, sobre la expansión de los BRICS, en la próxima cumbre, va a marcar un cambio significativo en el orden global”. Como anfitrión del encuentro y próximo presidente protémpore, el gobierno sudafricano es el encargado de diseñar la agenda que va a tratarse.
  • El vocero del ministro de Asuntos Exteriores de la India, Arindam Bagchi, aseguró durante una conferencia de prensa el jueves que su país no va a ser un obstáculo para el consenso de expandir el BRICS. “Estamos encarando esto con la mente abierta y pronóstico favorable. Hemos leído especulaciones sin sustento sobre la reserva de la India respecto a la expansión del grupo. Eso es simplemente falso”, dijo.
  • Ese mismo día, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, confirmó que la ampliación del grupo se discutirá en Sudáfrica y sostuvo que “de una forma u otra la expansión del BRICS va a contribuir al desarrollo y el fortalecimiento de la organización”.
  • Por último, un cable de la agencia Reuters fechado el miércoles cita a tres fuentes diplomáticas de Brasilia para asegurar que “el debate sobre los criterios de admisión parece inevitable en la cumbre de este mes”, horas antes de que el propio Lula dijera en público que “probablemente en esta reunión se pueda decidir de manera consensual qué países pueden unirse al BRICS”.

Lula jugó a fondo y es, junto a Xi, el principal responsable de que la Argentina tenga un lugar de privilegio en la fila cuando se abran las vacantes. Fue en contra de la postura de su propio cuerpo diplomático y apostó a la incorporación del socio/vecino tanto en el banco del BRICS como en el plenario del bloque. Para él es un asunto de supervivencia: a la interdependencia económica se le agrega la fragilidad institucional. La recreación de un andamiaje regional que, como en la primera década de este siglo, pueda funcionar como reaseguro mutuo en caso de crisis, es prioritario para su gobierno.

Las elecciones inminentes en la Argentina aceleraron los tiempos. Los candidatos opositores ya anticiparon que planean interrumpir el proceso de integración con el BRICS si llegan a la Casa Rosada. Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich respondieron sobre el asunto ante la AmCham, la cámara de comercio de Estados Unidos. “Nosotros al BRICS no vamos”, dijo ella. “No voy a virar hacia los BRICS”, prometió él. Javier Milei plantea directamente “romper relaciones con China porque son comunistas”. El plan es el mismo: alineamiento geopolítico automático con Estados Unidos.

Es una disyuntiva central que comenzará a definirse a partir del domingo que viene: qué lugar quiere la Argentina en el mundo. Estados Unidos se encamina a elegir su próximo presidente entre dos octogenarios no aptos para la función pública. Europa tiene un enorme problema por delante, sin gas barato ruso para subsidiar industrias y consumos insostenibles a precios de mercado. Desde hace décadas Washington no hace más que poner barreras: para comprar limones, para vender equipamiento militar, para financian obras, para el 5G. A cambio de nada exigen fidelidad. Actúan como el perro del hortelano.

El BRICS, por otra parte, no implica una subordinación política. Conviven en el bloque países que incluso tienen conflictos entre sí, como la India y China, cuya frontera es un permanente hervidero. Lo que tienen en común es la idea de discutir herramientas novedosas para salir del esquema económico mundial actual hacia uno menos concentrado pero sobre todo pensado desde la periferia, en una lógica no colonial. Argentina tiene la posibilidad de discutir, como socio, minoritario pero socio al fin, con los hacedores del mundo que viene, cuáles van a ser los contornos y relieves de ese mundo. 

Se trata al fin y al cabo de aquella famosa frase sobre estar sentado en la mesa o ser parte del menú. La Argentina se dirige a una encrucijada. Hay dos caminos: en uno nos ofrecen una silla.