Las sorpresas. De pronto, y cuando nadie lo esperaba, el foco volvió a posarse en el Congreso, que parecía agarrotado por la paridad y la polarización. Las sesiones extraordinarias pasaron sin dejar huella, a pesar de la ambiciosa agenda que le había impuesto el gobierno. Las comisiones, que en condiciones normales se hubieran conformado en diciembre pero estuvieron trabadas por la intransigencia opositora y la falta de coordinación oficialista, recién comienzan a definirse por estas horas.
Varios proyectos de ley de alto impacto político aparecen en el horizonte: una nueva conformación del Consejo de la Magistratura, el impuesto a las ganancias inesperadas, el fondo conformado por dinero negro en el exterior e incluso una reforma de la Corte Suprema están transitando o comenzarán en los próximos días la vía legislativa. Las figuras de Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa, presidentes de las dos cámaras, ganan volúmen en el debate sobre el futuro de la coalición oficialista.
Después de pasar un mes en estado de deliberación permanente, el Frente de Todos esta semana mostró un rostro distinto: los anuncios económicos enfocados en aliviar la situación de los más necesitados, la reacción política ante el embate de la Corte Suprema por el Consejo de la Magistratura y el cierre de un puñado de paritarias significativas bien por encima del 50 por ciento fueron el fruto de un oficialismo que exhibió un grado de coordinación y sintonía impensado apenas una semana atrás.
No es que se hayan dejado atrás las diferencias, que a esta altura del partido son claras y no tiene sentido maquillar. Se trata, en todo caso, de comenzar a cartografiarlas; conocer sus márgenes y establecer sus límites. El alto el fuego es precario pero pudo alcanzarse sin que fuera necesaria una cumbre entre los dos generales enemistados: el presidente y la vice no volvieron a hablar pero pudieron aceitar un mecanismo de comunicación a través de terceros que, en estos primeros ensayos, dio resultados.
El descongelamiento responde, antes que cualquier otra consideración, a que todos los actores involucrados (los Fernández, sí, pero también Sergio Massa, los gobernadores, la CGT y los movimientos sociales), tras examinar detenidamente sus cartas y escudriñar el rostro de los otros jugadores, llegaron a la misma conclusión: por necesidad, por conveniencia y por la estrechez de cualquier sendero alternativo, el Frente de Todos sigue siendo el Plan A de cada uno de ellos de cara al 2023.
Consolidar la labor parlamentaria del oficialismo es una condición imprescindible para que el peronismo llegue a las próximas elecciones con chances no solamente de mantenerse en el gobierno nacional sino también sostener bloques considerables en las dos cámaras que dificulten el avance de las políticas de derecha en caso de que alguna de sus versiones acceda a la Casa Rosada. Por eso es tan importante conseguir la aprobación de leyes clave como obligar a la oposición a embanderarse con políticas impopulares.
Algo que se puede apreciar con claridad en los tres proyectos de ley que esperan un pronto tratamiento: tanto la reforma del Consejo de la Magistratura como el impuesto a las ganancias inesperadas y el que establece un fondo financiado por dinero no declarado en el exterior comparten la característica de que dejan a cualquiera que se oponga en el bando de las minorías más poderosas, como el Poder Judicial, las grandes empresas o los evasores fiscales de mayor envergadura.
La ley que regule el órgano que elige y castiga a los jueces es prioritaria, después de la maniobra de Rosatti para tomarlo por asalto. El propio fallo de la Corte Suprema que establecía la inconstitucionalidad del formato anterior del Consejo dice que debe ser el Congreso el que dicte el nuevo reglamento y el Frente de Todos está dispuesto a avanzar con premura. Aunque ya hay un proyecto con media sanción del Senado, existe disposición a hacerle los cambios necesarios para sortear la cámara de Diputados.
El proyecto sobre el Fondo Nacional para la Cancelación de la Deuda con el FMI ya tiene dictamen en el Senado y está previsto que se trate en la próxima sesión, en los primeros días de mayo. Tuvo el visto bueno de las autoridades del Fondo, que se lo transmitieron esta semana a Guzmán en Washington. El mismo apoyo recogió el impuesto a la renta inesperada que afectará a unas 300 empresas entre las más importantes del país. La letra chica de esa iniciativa todavía la trabaja el ministerio de Economía.
Respecto a la reforma de la Corte Suprema, el Senado comenzará a discutirla esta semana. En principio habrá sobre la mesa tres proyectos: uno de la riojana Clara Vega (el único con estado parlamentario al día de hoy), el segundo del rionegrino Alberto Weretilnek y el tercero del puntano Adolfo Rodríguez Saa. Los tres coinciden en plantear una ampliación en la cantidad de miembros y además proponen otras novedades como la paridad de género y la representación federal.
Lo más probable es que se termine dando forma a un dictámen que contemple aspectos de esos tres bocetos y también incorpore otras ideas, para facilitar también su paso por la cámara de diputados. Serán contempladas, así mismo, las recomendaciones que recibió el presidente por parte de un grupo de juristas a los que encargó un diagnóstico de la situación. Un detalle no menor: además de a la comisión de Asuntos Constitucionales, a último momento se giró el proyecto a la de Justicia, encabezada por Oscar Parrilli.
La movida contra la Corte, que lleva el sello de CFK, es una respuesta clara a la embestida institucional de Rosatti pero también puede leerse en clave de la interna del Frente de Todos. Al avanzar unilateralmente en un tema que hasta ahora había conducido la Casa Rosada, la vicepresidenta (que esta semana había mostrado un reflejo similar cuando dividió los bloques para reducir daños en el Consejo de la Magistratura) decide romper con la parsimonia ejecutiva e imprimirle su propio ritmo a la dinámica política.
En simultáneo, deja correr el runrun de un operativo clamor para volver a ser candidata presidencial. En algún punto, es lógico. Algo en lo que coinciden kirchneristas y albertistas, aunque lleguen a esa conclusión a través de razonamientos diferentes: después de casi tres años del experimento del Frente de Todos, si ella considera que debe seguir marcando el rumbo no tiene sentido delegar la tarea. Es temprano para una decisión definitiva pero a CFK le sirve que esa ficha esté sobre la mesa.
Fernández también ratifica, a través de voceros informales, sus lógicas aspiraciones a reelegir. Incluso si no creyera en ellas (no es el caso) tendría que hacerlo para evitar que el poder que todavía le quede termine de licuarse. Él insiste con la estrategia que utilizó hasta ahora y que, considera, está funcionando: como Homero en aquel memorable capítulo de los Simpsons, se deja golpear round tras round sin devolver las piñas pero nunca cae a la lona, mientras espera ganar por cansancio.
Por ejemplo: después de resistir el enésimo embate contra Martín Guzmán, esta semana el gobierno pudo exhibir los números que dan cuenta de que en el primer trimestre hubo un incremento significativo del gasto real mientras se cumplían las metas trazadas junto al FMI, que mejoró la previsión de crecimiento de la economía argentina para 2022 al mismo tiempo que empeoraba el pronóstico global. Postergando el desenlace, Fernández le dio aire y hoy el ministro de Economía parece consolidado en el cargo.
Por cansancio, también, ganó la batalla de las tarifas de energía, que aumentarán de acuerdo a la fórmula pactada con el Fondo, por debajo del aumento de los salarios. En la medida que las paritarias sigan consiguiendo resultados al alza (esta semana, Comercio, el más numeroso de los gremios privados, cerró un 59,5 por ciento), subirá el valor previsto de la factura, por lo tanto se reducirá la cantidad de subsidios y eso impactará positivamente en la cuenta fiscal. Es decir, menos déficit. Un círculo virtuoso.
Las diferencias están claras y ninguna de las partes va a hacer, de ahora en adelante, ningún esfuerzo por disimularlas. El desafío estará en administrar las tensiones para que no entorpezcan la recuperación macroeconómica y, al mismo tiempo, asegurarse de que los frutos de ese crecimiento alcancen a toda la sociedad e impacten de forma significativa en su bienestar. En ese caso, el peronismo tendrá algo que ofrecer a los argentinos en 2023 y llegará con chances a las elecciones.