Puntito inteligente. Alberto Fernández protagonizó su primera cumbre de presidentes del Mercosur en un momento crítico, en minoría ante tres mandatarios que se ubican del centro hacia la derecha en el espectro ideológico, incluyendo al imprevisible Jair Bolsonaro, y se llevó un resultado positivo, dentro de lo que podía esperarse para esta inédita reunión virtual. A dos meses del conflicto por el futuro de las negociaciones de Tratados de Libre Comercio que puso en riesgo la continuidad del bloque regional, la Argentina pudo resistir el embate de sus socios sin ceder demasiado y sin patear el tablero. “Colgados del travesaño”, graficaban en el gobierno. Se obtuvo lo que se fue a buscar, con expectativas realistas.
Primer objetivo cumplido: los cuatro jefes de Estado se conectaron para la cumbre remota. Hasta hace pocos días, en medio del ruido por el conflicto alrededor de los TLCs, no era seguro que Fernández fuera a participar. La presencia virtual de Bolsonaro recién se confirmó tarde a la noche el miércoles, horas antes de la videoconferencia, una vez que las actividades ya estaban en marcha. Segundo objetivo cumplido: los cuatro estamparon su firma en un documento, que sin entrar en cuestiones espinosas sobrevuela asuntos clave para la agenda argentina, desde un compromiso con el multilateralismo hasta el reconocimiento de la soberanía de las islas del Atlántico Sur. Con poco, saldo positivo.
El tercer objetivo es más sencillo en una arena tan burocrática como la del Mercosur: ganar tiempo. El gobierno argentino se encuentra en minoría de uno contra tres países que proponen avanzar ATR con tratados comerciales que pueden resultar ruinosos para la economía local. Ese fue el núcleo del conflicto que estuvo a punto de estallar en abril, cuando el país amagó con retirarse de las negociaciones con Corea del Sur. Aunque el uruguayo Luis Lacalle Pou, que asumió la presidencia pro-témpore, se comprometió con la firma del acuerdo con la Unión Europea, en la práctica es improbable que se concrete en los próximos seis meses. En diciembre lo sucederá Fernández, por orden de rotación.
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Cámaras mediante, la cumbre fue la primera ocasión para que se vean cara a cara el presidente argentino con su par brasileño, después de varios desencuentros y cien días de pandemia. Bolsonaro decidió leer su discurso, sin exabruptos. Fue un gesto apreciado en Buenos Aires. Fernández, que recientemente compartió una conferencia con el expresidente Lula Da Silva donde hubo duras críticas contra el actual mandatario brasileño, se calzó el traje diplomático y, sin dejar de señalar las diferencias, invitó a dejarlas de lado para trabajar en conjunto. “Guardo por todos los líderes el respeto que se merecen aunque no pienso igual a muchos. Estoy aquí para que nos unamos y trabajemos más juntos que nunca”, invitó.
Otros embates de los países aperturistas pasaron por la baja de tasas comunes. La lista de ochenta líneas arancelarias que proponían discutir, terminó reducida a veinte. Por otra parte, el gobierno de Fernández accedió a sentarse a la mesa para volver a negociar la adecuación de la industria azucarera a las normas del bloque, de las que se encuentra exceptuada. El gesto fue narrado en Brasilia como un triunfo de la diplomacia de Bolsonaro y la reactivación de ese canal de diálogo después de 19 años es positiva. Sin embargo, los representantes argentinos advirtieron que no revocarán ese status especial, a causa de las disparidades estructurales y de la importancia socioeconómica que tiene ese sector en el NOA.
Del encuentro participó la presidenta de facto de Bolivia, Jeanine Añez, pero Fernández se desconectó antes de que ella hiciera uso de la palabra, sentando la posición, otra vez solitaria, de Argentina en ese asunto. También estuvieron invitados el chileno Sebastián Piñera y el colombiano Iván Duque, completando un panorama desolador para los movimientos populares en el continente. Como Venezuela permanece suspendido del bloque desde agosto de 2017, Nicolás Maduro no fue de la partida. Por supuesto, tampoco lo hizo el insólito Juan Guaidó, que al día de hoy sigue siendo reconocido como mandatario de ese país por los gobiernos de Brasil y Paraguay.