¿Qué pasó?

23 de febrero, 2021 | 06.00

La expresión descubrir, refiere a poner a la luz lo que está cubierto, de manera que pueda conocerse con precisión ese aquello en principio desconocido, porque quizás lo que vemos, no es lo que en realidad es o sucede. La cuestión puesta a la luz de los hechos en torno a la aplicación de la vacuna que recibieron algunas personalidades públicas sin haberse realizado según los procedimientos y distribución previstas, encaja perfectamente en la noción de descubrir.

La conmoción fue como si un meteorito hubiese impactado en medio de la ciudad; por el COVID, la pandemia, las vacunas y por las personas implicadas en la cuestión. La primera dimensión hizo inevitable que el tema desatara una polémica; la segunda por la relevancia política de las personas cuyos nombres comenzaban a aparecer en los medios y en las redes. La sorpresa se mezcló con la indignación, la bronca, el dolor, la contrariedad. Todas esas sensaciones alientan el grave riesgo de llevar esta situación al plano moral, cuando continúa siendo principalmente una cuestión política. Esta distinción es central, pues si se trata de un tema moral, deseamos abordarlo común hecho moral, el asunto no tiene mucha solución, dependerá de la moral de cada uno. De la ética que lo rige y corremos el serio peligro de concluir que hay personas con moral más alta que otras y entonces en aquella que sería menor, debemos reeducarlos, etc. No han sido gratas las experiencias que fueron por ese rumbo.

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No niego que esto implica una dimensión moral individual y si hubiese algún delito lo determinarán los tribunales, pero no será moralizando la cuestión que llegaremos a mejor puerto. Se trata pues de un tema político, público, sobre el que podemos actuar institucional y socialmente, sin soluciones mágicas, pero sin duda evitar repeticiones y aun mejorar procesos.

Las hipótesis que la ciudadanía comparte en las redes y en las conversaciones dividen aguas en dos vertientes; una de ellas asegura que se trata de una trama organizada perfectamente, planificada con esmero para privilegiar a algunas personas o para dañar a otras, y como fueron dándose las situaciones y que implicó la caída de un ministro, encierran otros temas que aún nos queda descubrir. Otra, por el contrario, afirma que todo se debe a una sucesión interminable de errores, criterios equivocados sobre el manejo de una gestión, informalidades que no se asumen como contrarias al manejo de lo público, errores en la percepción sobre como buena parte de la sociedad procesa ciertos temas.

No sabemos si brilla la Navaja de Ockham, es decir cuál es la explicación más sencilla para que sea la más probable, y eso es también es parte de esta crisis desatada. La idea según la cual existen terceras intenciones o maniobras ocultas, es una tentación casi deportiva entre nosotros. Prácticamente no hay hecho político que no sea sometido a esta lógica; en algún sentido es razonable porque aún en democracia, la barrera de la transparencia sobre todos los asuntos públicos no ha sido totalmente levantada. Vivimos la revolución de la información y podemos conocer dimensiones que hace algunas décadas nos parecía imposible y por sobre todo nos enteramos de diversos hechos en tiempo real, pero no quiere decir que tengamos información perfecta sobre el conjunto de la vida política y económica que nos rodea. No es necesario recurrir a hechos lejanos en el tiempo o el espacio: la semana también cerró con el procesamiento por espionaje a ciudadanos y ciudadanas argentinas por parte de los directores de la AFI en tiempo de Macri. La tecnología al servicio de las practicas más tradicionales…y oscuras.

Insisto: no me ocupo de conductas personales, trato de comprender cómo se desarrollan las políticas públicas; las conductas son concurrentes con aquellas y tienen su influencia, pero no alcanzan para dar en conjunto de la explicación sobre por qué sucedió algo en el ámbito de lo político. El Estado es justamente lo contrario de un conjunto de biografías. Sin embargo, tendemos a creer que las acciones personales son todo, también en el funcionamiento del aparato estatal; y allí la sospecha mina sin límites. En cambio, es momento de sentarse, otra vez, a indagar cuáles son los procedimientos, mecanismos e instituciones que no funcionaron correctamente. Desde luego, eso no quiere decir que a partir de esa evaluación se puedan tomar medidas que solucionen un conjunto complejo de problemas, pero son las herramientas que tenemos a mano. Y son parciales porque, a pesar que el Estado implica un alto nivel de institucionalización, las reglas informales, no escritas, siguen teniendo un peso importante en su funcionamiento.

Es un dato, no un elemento para indignarnos porque en ocasiones permite flexibilizar la rigidez de la maquinaria estatal, incluso frente a procedimientos sobre cuya injusticia o inviabilidad hay cierto consenso, pero están allí; las informalidades son una especie de solución artesanal. Pero claro, también permiten que sucedan estas cosas, que son justamente aquello que los procedimientos públicos buscan impedir. Fue la solución que quienes estructuraron el Estado moderno encontraron para impedir a las arbitrariedades y por eso sabemos que no cumplirlas nos llevan a ese riesgo.

En nuestro país, en la región toda, el Estado tiene serios problemas para responder a los derechos de sus ciudadanos, en particular cuando desde los 70, se destruyó el modelo del Estado social, se desreguló, privatizó, etc. Sigue estando allí nuestro mayor desafío mas que en el sistema de representación política y mucho menos en nuestro país donde las elecciones logran alto porcentaje de participación. Tenemos problemas con el funcionamiento del aparato estatal, dinamitado por el neoliberalismo. Esta pandemia demostró que, con todo, quedan varias capacidades estatales que pueden dar una respuesta satisfactoria y que tienen mucho para crecer Pero mientras trabajamos para reconstruir eso que falta, la política de la praxis, los representantes, debe trabajar para tratar que eso que no es óptimo, pueda complementarse con su acción, con el oído atento a los que sucede en la sociedad y sus demandas de derechos también compuestas de sensibilidades. Ese será siempre el rol de la política que cree en una sociedad inclusiva. Porque si esto es una crisis, lo es porque hay expectativas de que se trabaja para eso. Nadie se indigna, con el individualismo de los individualistas.

 

 

 

 

 

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