En Cancillería le restaban importancia al nuevo reclamo por una "flexibilización" del Mercosur que hicieron los presidentes de Brasil, Jair Bolsonaro, y de Uruguay, Luis Lacalle Pou, al término de su primera reunión bilateral, el miércoles, en Brasilia. "Ya está claro que no pueden avanzar en esa dirección, las reglas del bloque son claras, son declaraciones para dejar contenta a su tribuna", analizaban en el ministerio que encabeza Felipe Solá.
En cambio, tomaron mucho mejor la disposición que adelantaron ambos presidentes para participar de manera presencial en la cumbre por los 30 años del Mercosur que se está preparando en Argentina, bajo la presidencia pro témpore de Alberto Fernández. Buscan presentarlo como el momento para relanzar el bloque, con anuncios de profundización de algunas medidas como el Estatuto de Ciudadanía. Si bien no hay espacio para discutir las flexibilizaciones unilaterales como las que plantearon Bolsonaro y Lacalle Pou, en Gobierno reconocían que la posición argentina con respecto al acuerdo Mercosur-UE cambió y que ahora contempla su aprobación. "No podemos oponernos a todo", argumentaban.
Lo de las flexibilizaciones es una discusión vieja. Desde hace tiempo Uruguay y Paraguay plantean que se debe cambiar las reglas internas para que los países puedan realizar acuerdos comerciales bilaterales con quien quieran. Lo que se modificó a partir de la llegada de Bolsonaro es que ahora también Brasil tomó ese discurso que Argentina continúa rechazando. "El próximo paso en este mundo moderno es la flexibilización", afirmó Lacalle Pou en Brasilia. En la Cancillería subrayaban que eso implicaría modificar el núcleo de acuerdos del bloque, que incluye un arancel externo común, que es imposible sin el consenso de todos los miembros. Además, que una cosa son los discursos y otra la realidad. Ponían de ejemplo lo que sucedió meses atrás: Brasil y Uruguay estaban muy entusiasmados en cerrar un rápido acuerdo de libre comercio con Corea del Sur y fue la poderosa Federación Industrial de San Pablo la que le cerró el paso.
De hecho, luego de las bravuconadas iniciales de Bolsonaro y de los amagues de Lacalle Pou y del paraguayo Mario Abdo, ya nadie amenaza con una ruptura del bloque. "Hay como una resignación de que tenemos que seguir juntos", ironizaba un embajador argentino.
El presidente brasileño dio a entender que la meneada cuestión de las flexibilizaciones podrá ser tratada por los presidentes en la cumbre extraordinaria que se realizará el 26 de marzo, para conmemorar los 30 años del Tratado de Asunción que dio origen formal al bloque. Había surgido la idea de hacerlo en Puerto Iguazú como punto fronterizo multilateral, pero la Cancillería aconsejará realizarlo en Buenos Aires -sería en el Palacio San Martín o en el CCK- porque hay mejores condiciones para cumplir con los protocolos sanitarios. Obviamente, para la organización argentina el planteo de Brasil no está en el temario aunque sí figura la agenda de negociaciones externas, pero del bloque en su conjunto. En primer lugar, claro, el acuerdo Mercosur-Unión Europea.
Alberto Fernández conversó el miércoles con el primer ministro de Portugal, Antonio Costa, que ejerce la presidencia pro témpore de la UE. Allí acordaron reunirse antes de mitad de año para avanzar en la puesta en marcha del acuerdo que el presidente argentino definió en la videoconferencia como "una herramienta fundamental" en la salida de la pandemia. Fue el indicio de una modificación en la posición de Fernández. En la Cancillería explicaban: "Hay un cambio de estrategia porque, por un lado, vemos que ahora las principales trabas al acuerdo están en Europa. Pero, además, no podemos oponernos solos a todo, en algo tenemos que acordar con los países del bloque". Esta nueva postura implica algunas cuestiones que no están contempladas en el acuerdo y que Argentina busca se sumen en la declaración política que lo acompañe. Una de ellas tiene que ver con el respaldo al reclamo por Malvinas, ahora que el Reino Unido se fue de la UE.