Las redes sociales dan la sensación de generar campos de interlocución ilimitados, que nos proveen de una absoluta autonomía de expresión y el acceso libre a información de todo tipo. Se participe o no de esas creencias, es interesante analizar con detenimiento lo que emerge de ese infinito intercambio de mensajes y el nivel de correspondencia que quepa atribuirle como manifestación de la “opinión pública”, en un tiempo histórico singular.
La desmemoria una ceguera peligrosa
En tanto prescindamos de datos históricos señeros difícilmente podamos comprender la realidad en que vivimos, el futuro que se avecina y los márgenes que tenemos para forjar nuestro propio destino.
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El mundo occidental que define en buena medida nuestra situación como país, se muestra convulsionado a extremos que pueden pensarse inconcebibles en orden a una evolución del progreso humano esperable.
La ausencia de liderazgos en los principales Estados europeos exhibe una deriva con un final impredecible, sirviendo de furgón de cola de EEUU en su enfrentamiento geopolítico con China, principalmente, y Rusia.
La cuestión crucial para los países del Tercer Mundo no pasa por el ciego alineamiento con una u otra Potencia, pues como decía Arturo Jauretche no se trata de cambiar de collar sino de dejar de ser perro. Resultando indispensable la acción en bloques que favorezcan la multipolaridad, brinden mejores condiciones de negociación y de desarrollo autónomo, aunque interdependiente, que reafirme la soberanía nacional como la autodeterminación de los Pueblos.
Desde esa perspectiva, y sin dejar de advertir que esas disputas geopolíticas se proyectan con injerencias diversas en todos los puntos del Planeta, en Latinoamérica es determinante la acción de Estados Unidos de Norteamérica que siempre ha pretendido -concretándolo con frecuencia- imponer sus políticas de dominación y de apropiación de los recursos naturales en su exclusivo provecho.
En sus casi 250 años de existencia sólo 17 años no ha estado en guerra, que no significa que se trate de una Nación aguerrida sino con un claro sesgo belicista en su afán de conquista imperialista, depredadora y sin respeto alguno por los derechos humanos.
La primera mitad del siglo XX registra intervenciones varias e incursiones militares directas invocando la “defensa de intereses norteamericanos”; la “protección de ciudadanos o delegaciones consulares” de ese país; crisis por “inestabilidad política crónica”; “serios disturbios revolucionarios”; “promoción de la paz y la estabilidad”.
Entre otros muchas, se verifican en Méjico (1913, 1914/1917, 1918/1919), Panamá (103/1914, 1918/1920, 1921, 1925), Guatemala (1920), Nicaragua (1910, 1926/1933), Honduras (1903, 1904, 1907, 1911, 1912/1925), Cuba (1906/1909, 1912, 1917/1922, 1933), República Dominicana (1903, 1914, 1916/1924), Haití (1914, 1915/1934), Colombia (1901, 1902).
En la segunda mitad del siglo pasado, con excusas similares e idénticos propósitos de dominación, las invasiones militares dejaron paso -centralmente- a la utilización de las fuerzas armadas de nuestros países como ejércitos de ocupación, formados en la “Escuela de las Américas” y en función de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Se recurrió a golpes de Estado para derrocar e imponer gobiernos en forma reiterada, Sudamérica da nutridos testimonios (Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela), que llegan a su expresión más brutal con la conformación de Estados terroristas y genocidas en las décadas del 70’ / 80’.
El siglo XXI muestra una nueva forma de injerencia, más solapada e igualmente perniciosa, en que el adoctrinamiento colonizante no se dirige a los militares -aunque -no se prescinde totalmente de su utilización (Bolivia es un claro ejemplo)- sino a jueces y fiscales convocados para la lucha contra la “corrupción política”, con el apoyo fundamental de los medios de comunicación hegemónicos y la ayuda de agentes de inteligencia con terminales en los “servicios” estadounidenses (Paraguay, Honduras, Brasil, Argentina y Perú son casos emblemáticos).
Encantos que desencantan
El embelesamiento por el “gran país del norte” que profesan capas altas y sectores medios de la sociedad, idealizando valores (institucionales, democráticos) y derechos (civiles, sociales y económicos) que, internamente, son más mitos que realidades y hacia afuera son negados sistemáticamente, difícil es entenderlo para quienes viven en la periferia y son víctimas de esas políticas de dominación.
En ese sentido, las recientes declaraciones de Macri sobre Qatar más que perplejidad causan terror, un país en que sólo un 12% de quienes lo habitan son considerados ciudadanos, aunque ello sea un eufemismo porque carecen de los más elementales derechos ciudadanos, y el resto de la población son inmigrantes pobres sin derecho alguno, literalmente, lejos estaría de poder ser considerado “modelo de nada” hasta para el más despistado.
Un país en el que se han invertido fortunas para el Mundial de Fútbol, que ha costado la vida -sí la vida- a más de 6.000 personas de esos “nadies absolutos” para la construcción de los fastuosos estadios en los que se han jugado los partidos que convocaran a millones de espectadores, presentes y televidentes.
Sin embargo, según el ex presidente -con pretensiones de un segundo tiempo de gobierno- debe ser admirado, porque: “Qatar está en una evolución fenomenal. El eje de modernización que sigue el emir es muy potente, ellos no tienen complejos, traen a los mejores educadores, están haciendo una evolución, todo se mide, se evalúa, se capacita".
Un país que no tiene educación pública, sino que distribuye subsidios para asistir a establecimientos privados y entre unos pocos, de los pocos a los que se les reconoce “ciudadanía”. Y agrega: "Todo lo que queremos hacer en la Argentina y los gremios se oponen. Acá no hay gremios y los chicos reciben cada vez mejor educación”.
¿Qué chicos? ¿Cuántos? No es lo que le importa, lo único importante es que “no hay gremios”, un deseo -y propósito- suyo que excede el ámbito de la educación, porque su mundo ideal es un mundo sin sindicatos. A eso apuntaba con una frialdad criminal el proyecto de una “Gestapo sindical”, que sincerara el ex ministro de Trabajo de la Gobernadora María Eugenia Vidal pero que estaba pensado más allá del territorio bonaerense.
Sin embargo, en otro tramo de la entrevista radial en que desplegara ese pensamiento nodal del “cambio” que postula, se despachó explicando que la Argentina no ha tenido el mismo destino que Qatar, porque: “adoptamos una serie de ideas que se llaman populistas, en las cuales llegamos a creer que se puede vivir sin trabajar, que la ley no importa, y eso hace que se rompa la confianza social”.
Aunque Ud. no lo crea, justamente Macri -el rey del ocio, quien siempre viviera de Franco- lanza eso de que “llegamos a creer que se puede vivir sin trabajar”, sólo admisible como una convicción y realización propia; y remata con eso otro de “que la ley no importa”, únicamente entendible como una patética confesión de lo que ha demostrado en su acción política.
La ideología que subyace a esas “reflexiones” de Macri, el mentor de una fuerza política imbuida de un sentimiento elitista y de pasiva sumisión colonial, expresa un ostensible alineamiento con el poder económico transnacional y las directivas de la Potencia que lo representa en nuestra Región. Que se corresponde con el apoyo recibido para que reeligiera en el 2019, mediante el descomunal -y sin precedentes- préstamo del FMI, cuya motivación puramente política y electoralista ha sido reconocida por funcionarios de ese mismo Organismo multilateral y del gobierno de EEUU.
La manipulación de la opinión pública
Los trolls que tanto se han expandido en las estrategias de penetración y construcción de sentidos, con publicaciones en las redes de mensajes provocativos u ofensivos cuyo propósito apunta más a confundir que a esclarecer al receptor frente a situaciones cotidianas complejas y, con un elemento caracterizante, valiéndose del anonimato o del falseamiento de la identidad del emisor.
Otro factor decisivo es el cuantitativo, en política especialmente, inundando de mensajes con una matriz común y alineado -ya sea replicando o sirviendo de “fuentes” apócrifas- al poder mediático que opera machacando, desde un periodismo cada vez más distante de las reglas básicas de esa profesión, con opiniones desestabilizadoras que se plantean como hechos y descripciones objetivas supuestamente compartidas por la mayoría de las personas.
Sin embargo, esa operatoria que es fruto de una manifestación ficcional deliberada, permite reconocer -también- que se asienta en emociones e inclinaciones existentes en un sector minoritario, aunque relevante, de la población, cargado de odios como de creencias irreductibles acerca del origen de los males y de sus responsables que sintetizan con el mote de “populismo”.
En el fondo consiste en un total desprecio por lo popular y, paradójicamente porque suelen ampararse en símbolos patrióticos, en un menosprecio ostensible por todo lo nacional máxime cuando aparece unido a aquel otro rasgo identitario.
Advertir esa comunidad de sentidos, su amplificación a lo largo y a lo ancho del país por los medios comunicacionales hegemónicos, explica en gran medida la falta de reacción reprobatoria generalizada -personales e institucionales- ante conductas o acciones que ponen en evidencia el estado de putrefacción del Poder Judicial, como su complicidad con maniobras desestabilizadoras en beneficio de intereses antinacionales.
Esa pasividad e indolencia o las reacciones que no exceden de superficiales valoraciones cargadas de prejuicios que abona la antipolítica, imponen analizar cuánto de esa minoría cala en sectores más amplios que se sienten insatisfechos, defraudados o tentados por rebeliones libertarias que, en el fondo, no proponen más que mayores sojuzgamientos y menores libertades.
Cuando golpeen a nuestra puerta será tarde
Son cada vez mayores las señales que indican que, más que por la crisis Económica, debemos preocuparnos por la profunda crisis Política que padece la Argentina, en donde a la ruptura del pacto democrático vigente desde hace casi 40 años se suma la desmesurada y desvergonzada intromisión de la Corte Suprema en el funcionamiento de los otros Poderes del Estado, con la pretensión de entronizarse por encima de los dictados de la voluntad popular y de la Constitución Nacional de la que debieran ser garantes.
La condena a la Vicepresidenta de la Nación en la causa “Vialidad” muestra un sendero de proscripciones y criminalizaciones viciosas de los referentes populares, que se repitió con el fallo del Máximo Tribunal constitucional -apelando a tecnicismos ritualista y negacionista de irregularidades procesales groseras- en perjuicio de Milagro Sala.
En el primer caso, rompiendo con una vieja tradición judicial que considera inapropiado celebrar una sentencia condenatoria, magistrados implicados en maniobras de “lawfare” hicieron público su festejo de la proscripción de Cristina Fernández. En el segundo caso, el gobernador Morales y su fiel servidor, el fiscal general de Jujuy, salieron de inmediato a reclamar prisión efectiva en una cárcel común, demostrando una saña y odio visceral que excede a la líder de la Tupac Amaru pero que en ella se sintetiza, tanto como el deseo de disciplinar a quienes puedan seguir sus pasos y de erradicar para siempre experiencias reivindicativas de esa naturaleza.
Otros muchos ejemplos se encuentran en el campo gremial, con procesamientos seriales de activistas y dirigentes sindicales en conflictos típicamente laborales que se llevan a los Juzgados Penales criminalizando derechos básicos inherentes a la libertad sindical.
A la par que el multi presidente (autoelegido) Rosatti revive una ley muerta, paraliza durante meses el funcionamiento del Consejo de la Magistratura que ahora declama premura por poner en marcha y que, con esa excusa, invade competencias exclusivas de la Cámara de Diputados dándole vida -esta vez- a una resolución de la Presidenta de ese Cuerpo legislativo que había sido dejada sin efecto, así como guarda silencio junto a los demás cortesanos sobre los gravísimos sucesos ligados al viaje “escondido” al lago homónimo.
Cómo, entonces, no recordar aquel difundido poema atribuido a Bertold Brecht:
“Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, / guardé silencio, / porque yo no era comunista. / Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, / guardé silencio, / porque yo no era socialdemócrata. / Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, / no protesté, porque yo no era sindicalista. / Cuando vinieron a buscar a los judíos, / no pronuncié palabra, / porque yo no era judío. / Cuando finalmente vinieron a buscarme a mí, / no había nadie más que pudiera protestar.”
Romper el cerco desinformativo
Recrear la historia recogiendo sus enseñanzas, recordar acontecimientos recientes (2016/2019), reflexionar críticamente sobre nuestra realidad actual en cuanto a las potencias, impotencias y frustraciones de este ciclo de gobierno, es una tarea obligada para buscar una ubicación no tanto a uno u otro lado de una “grieta” presentada como novedad, sino en el campo de interacción y confrontación del reaccionarismo libertario antirrepublicano con la defensa de una democracia, social, plural y respetuosa de las diversidades en todos los ámbitos.
Es preciso tomar debida nota del discurso explícito de la oposición de cuño neoliberal, como de las prácticas obstruccionistas de un desempeño -siquiera aceptable- de las instituciones democráticas. Tanto como del sincrónico afán supremacista de la Corte Suprema, cuatro personas -en verdad, virtualmente dos- que deciden sobre vida y bienes de todos ocupando sus cargos en forma vitalicia y sin que se hallen sujetos a la voluntad popular.
Quienes ya están convencidos en uno u otro sentido difícilmente varíen de opinión, lo importante es la persuasión que se logre sobre una porción nada desdeñable de la ciudadanía ganada por la apatía que aún no se ha definido y que está sometida, como todos, a la información que se recibe y se debe procesar, con frecuencia expuesta a intensas operaciones distorsivas de la realidad.