Macri, el libro, la candidatura y el antagonismo

21 de marzo, 2021 | 00.05

Más allá del texto del libro de Macri -completamente prescindible- importa la oportunidad de su publicación. Se da a conocer en la temporada inmediatamente anterior al comienzo de la campaña electoral y equivale a anunciar que dará batalla en el interior de la coalición que lo llevara a la presidencia. El marco de su presentación no dejó dudas al respecto. Por si hubieran quedado,  aprovechó una pregunta del ex presidente uruguayo Sanguinetti para hacer explícitos sus planes: “el segundo tiempo ya empezó, hay que saltar a la cancha”.

Por otro lado, las crónicas del acto señalan que las personas más aplaudidas entre los presentes fueron Patricia Bullrich y Pichetto, dos expresiones centrales de la llamada “ala dura” del macrismo. Entre las ausencias se destacan la de Carrió y Monzó, claramente diferenciados -desde diferentes perspectivas- respecto del autor de “Primer Tiempo”. Está claro, entonces, que Rodríguez Larreta no tendrá pavimentado el camino para su candidatura; tan claro como que dará la batalla. Todo indica que no habrá en el futuro cercano una coalición de derecha responsable y moderada (nunca la hubo), con Macri en el partido, la competencia se planteará en términos de quién representa a una masa potencial de votantes congregados por el rechazo pleno al peronismo y, sobre todo a su ala kirchnerista. Las “terceras vías” de la derecha -igual que las del peronismo- aparecen, de modo provisorio, claramente clausuradas.

La significación de este giro no concierne solamente a la oposición. En una etapa socialmente crítica como la que vive el país, la competencia en el interior de la derecha será por quién expresa mejor el antagonismo con el gobierno de Alberto y Cristina Fernández. La alocución de Macri en la presentación fue explícita y abundante en el recurso al odio. No se privó de tratar de loca a la ex presidenta, sin usar esa palabra, pero de modo bastante explícito. El hilo conductor fue la colocación del “populismo” como enemigo principal de la democracia y del progreso en Argentina. Al servicio de ese sentido principal no se exponen argumentos ni descripciones fácticas: el populismo es un fantasma al que se le pueden hacer todo tipo de imputaciones sin apelación alguna a la experiencia, ni a los números, ni a cualquier demostración empírica. Llegó a decir que cuando terminó el mandato de CFK, el país se encontraba en situación de “quiebra asintomática” (sic).

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Macri se coloca en el lugar de referente internacional del neoliberalismo de la mano de Vargas Llosa, de quien toma su discurso político esquemático y repetitivo; no así sus virtudes literarias, por lo menos a juzgar por su opera prima. Es muy probable que haya una etapa claramente “internacional” en la campaña del ex presidente, que exhiba amplios contactos con las derechas del mundo. Apoyado en su cargo en la “Fundación FIFA”, procurará viajes de exhibición política, de modo de colocarse por fuera y por encima de la guerra interna de Juntos por el Cambio. Para los sectores de clase media que simpatizan con la oposición, la cercanía del Partido Popular de España y de los republicanos yanquis resultaría un sello de distinción, una muestra de la dimensión internacional de Macri.

Después del discurso presidencial del 1ero de marzo último, la etapa de la “superación de la grieta” parece drásticamente terminada. En realidad, fue un intento unilateral del presidente y un puñado de imágenes compartidas con gobernadores provinciales de derecha en los encuentros para tratar la situación de la pandemia. Claramente las relaciones institucionales con esos gobernadores no desaparecerán en los tiempos que vienen; más bien habrá una superposición de duros enfrentamientos con acuerdos institucionales básicos. Por lo menos en un escenario más o menos civilizado, sin contar con los planes desestabilizadores que nunca dejan de circular, impulsados como están por el complejo mediático oligopólico y sus aliados en el mundo de la gran empresa.

Argentina vive una etapa de pandemia, bajo la expectativa de un proceso de vacunación rápido y eficaz, que dista de estar asegurado en los tiempos necesarios. La “segunda ola” empieza a insinuarse en momentos cercanos y la performance gubernamental en la emergencia será decisiva en las vísperas electorales. Pero además de la cuestión sanitaria, el país vive una situación socioeconómica grave como producto de la superposición en el tiempo del flagelo macrista y el freno a la actividad económica que supuso -y en parte todavía supone- la pandemia. 

Ninguna expresión de deseo alcanzará, por lo menos en tiempos inmediatos, la reconciliación política en nuestro país. El antagonismo no es, como suele presentárselo, un invento de determinados tipos de dirigentes orientado a fortalecer sus posiciones. Lo que está en disputa no son personalismos o juegos electorales; es el rumbo. Es la definición de una vieja querella entre la mitología de la libertad de mercado, la meritocracia y el “derrame” y un proyecto nacional democrático, integrado a la región y al mundo con pleno ejercicio de nuestra soberanía. Del antagonismo solamente se sale con hegemonía. La hegemonía no excluye el diálogo, más bien obliga a encontrar formas de acuerdos parciales, como el que se está intentando alcanzar entre gobierno, empresarios y sindicatos. Finalmente, el camino es un amplio acuerdo entre variados sectores sociales y políticos hacia un proyecto de país justo, productivo y democrático. Quienes participan de la promoción de enconos irreductibles están claramente alineados en la defensa de un país neocolonial, autoritario y socialmente excluyente.