La oposición dialoguista buscó establecer una especie de hoja de ruta común, en términos generales para, luego, avanzar en matices, grises y puntos de pequeñas disidencias a la hora de abordar la ley ómnibus en particular. En una reunión de la que participaron gobernadores, diputados y funcionarios nacionales, se tocaron posibles acuerdos, más que nada económicos, para avanzar con el número necesario para el gobierno una vez atravesado el quórum.
Ante la necesidad de financiamiento, se pidió la coparticipación del impuesto PAÍS. Se acordó que, en un tiempo breve, se elevaría una propuesta de parte de los gobernadores para que sea analizada por el Poder Ejecutivo. Al finalizar la reunión, se confió en un principio de acuerdo para que el 30% de lo recaudado vaya a las provincias y el 70% restante a la Nación con el compromiso de establecer una agenda fiscal para generar distintos proyectos.
Pocos minutos después de conocido este preacuerdo, el presidente Javier Milei informó que el impuesto y el paquete fiscal "se discutirán más adelante". Según se explicó cerca de gobernadores, el detalle de la coparticipación de este tributo se conocerá con la presentación de una ley fiscal.
Entre los ítem negociados con Guillermo Francos, los gobernadores y diputados plantearon su respaldo al Gobierno de cara a la sesión del miércoles, apoyando incluso el primer capítulo del proyecto, el de delegación de facultades. Pero los legisladores pidieron sumar otras tres empresas estatales al listado integrado solo por YPF, el de no privatización. Se trata de compañías que actualmente están bajo la posibilidad de ser privatizadas en forma parcial: Banco Nación, Arsat y Núcleo Eléctrica, Esto podría mantener latente el inconveniente entre los dos sectores.
Con los gobernadores al frente, lo que se buscó fue una conducción. En ese sentido, empezó a avanzar un sector del PRO.
El domingo a la noche, pocas horas antes de que se hiciera pública la solicitud, varios dirigentes del macrismo firmaron un apoyo explícito a Mauricio Macri para volver a comandar el PRO. Hubo un pedido del interior, pero también una breve nota acompañada por muchos ex – ministros, legisladores – y algunos – pocos – actuales. Peso reducido para una jugada tan importante que, más allá de los análisis, fue calificada desde el entorno del ex presidente como “contundente”.
El 10 de diciembre, El Destape anticipó el inicio del operativo clamor. Martín Yeza, diputado nacional, pidió expresamente por un candidato de unidad para evitar el daño de una interna, como sucedió en las elecciones del 2023, y fortalecer al partido. El ex intendente de Pinamar lo señaló a Macri que, en aquel entonces, todavía veía la opción como algo lejana, pero nunca la descartó.
“Siempre fue promotor de la competencia”, se explicó desde su entorno ante la posibilidad de un fracaso de esta jugada dirigencial. El PRO tiene dos caminos: por un lado, lograr la unidad y proclamar a la única lista, algo que sucedería el 19 de marzo, fecha límite para las presentaciones. Por otro lado, no conseguir el acuerdo entre todos los sectores e ir a las urnas el 2 de junio. En esas elecciones, los afiliados votarían a su futuro conductor.
Los comicios del partido amarillo se retrasaron dos meses. El 7 de enero, El Destape adelantó que, para no embarrar la cancha, el PRO optó por patear la definición unos 60 días. Se pasó, así, de marzo a junio. La decisión buscó evitar exhibir fracturas internas producto del debate de la ley ómnibus, el DNU y los cargos ministeriales ocupados. Las diferencias entre bullrichismo, larretismo y macrismo son conocidas, no hacía falta profundizarlas.
Como ministra, Patricia Bullrich ya no puede estar al frente de un partido que, por más amabilidad y ayuda que le garantice al gobierno, necesita gozar de cierta ecuanimidad y reservarse el derecho a disentir. Al menos así se sintió dentro del espacio y ella lo convalidó cuando renunció a la reelección. La actual presidenta del PRO eligió formar parte del gabinete mileista a título personal y se quedó sin la posibilidad de una imparcialidad fingida. Eso redundó en obvios inconvenientes.
La dificultad para coordinar el bloque de Diputados fue, en parte, producto de esta decisión y este limbo extraño. El partido, se interpretó, debería funcionar como escudo para cada una de las situaciones a enfrentar. Al no tener una conducción clara y fuerte, los legisladores ensayaron sus votos a la ley ómnibus en base a motivos diferentes y no por haber sellado un acuerdo con el jefe del espacio político a nivel nacional.
Mauricio quiere volver a recuperar ese espacio de poder. En caso de hacerlo, tendrá a mano el sello para poder negociar con un gobierno que, se descuenta, entrará en crisis. Sin medidas exitosas, sin músculo político, sin estructura, sin experiencia, sin la capacidad de negociar, se vio difícil que Javier Milei no tenga que sentarse a conversar para lograr mayor estabilidad.
Ante esa crisis, quien sea dueño del PRO estaría habilitado para avanzar en el intento de conformar un cogobierno que, a entender del macrismo, debería haberse armado antes y con todo Juntos por el Cambio por una cuestión meramente pragmática. Un pragmatismo que no se vio en este último tiempo con la ley ómnibus. El anuncio de Luis Caputo reforzó la idea oficialista del “todo o nada”, sin darle lugar a la negociación.
Los diputados se encontraron con la falta de un coordinador de negociación y múltiples interlocutores que obstaculizaron el trabajo, además de falta de carácter y de espalda para semejante avanzada. Aún así, el macrismo le dará el quórum y el voto a favor, luego de varias negociaciones que se llevaron adelante para afinar puntos molestos.
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El caso de la educación, por ejemplo, sirvió para lograr lo que no se pudo con otros puntos, encontrar grises. Se quitó la educación híbrida para limitarla a actividades extracurriculares y, a su vez, se incorporaron, a pedido opositor, la esencialidad de la educación y el desarme de la paritaria nacional docente. En contra partida, las retenciones podrían haber encontrado un acuerdo con el agro pero se prefirió sacarlas antes que dejarlas a medio andar.
Con estos idas y vueltas, sumado a indicadores negativos y peleas con todos los sectores, la necesidad de un eventual cogobierno todavía se mantiene como posibilidad. Alguien que esté para darle volumen al Gabinete, al Congreso, y que sepa usar el palo y la zanahoria con sabiduría.
La gran incógnita es si Macri logrará imponerse en marzo, como único nombre, o si tendrá que disputar con otros en junio. Horacio Rodríguez Larreta, que salió de vacaciones con sus hijas, mantiene su intención de trabajar y depositar su energía en un proyecto que le aporte al país. También mantiene el cómo, el camino que debería recorrer esa construcción, con más diálogo para transformaciones duraderas, según dijo en la campaña del año pasado.
Silvia Lospennato, diputada PRO, contó en una entrevista que, en su última charla con Larreta, hablaron sobre "la necesidad de la unidad, de volver a fortalecer nuestro partido, de volver a poner a nuestros dirigentes en el lugar que pueden ocupar para contribuir a esta Argentina, sabiendo que nosotros no somos parte del gobierno".
Larreta todavía no abandonó el tiempo de la prudencia, de dejarle el terreno libre a un gobierno que recién empieza para que lo transite. Hasta ahora, salió a pronunciarse públicamente ante cuestiones puntuales como para no salir de la escena política, pero no encaró un nuevo movimiento político. Desde el 10 de diciembre, se manifestó en contra de las formas parlamentarias elegidas por el gobierno, pero no cuestionó el fondo. Se pronunció sobre la inseguridad, en contra del paro general y celebró que el Ejecutivo haya quitado el capítulo jubilatorio del proyecto de ley. Todos temas centrales envueltos por su lógica del diálogo.