En pleno temblor amarillo, comenzó a flotar en el aire opositor la posibilidad de una ruptura de Juntos por el Cambio. El detonante fue la disidencia de Facundo Manes a la hora de acompañar el juicio político contra el presidente Alberto Fernández. Sin lugar para medias tintas ni anchas avenidas, para un sector de la alianza opositora es todo o nada. Una postura claramente antagónica al discurso antigrieta del médico.
La semana pasada, cuando todos los indicios parecían apuntar hacia cierta normalización en el funcionamiento de las relaciones cambiemitas, estalló una oleada de críticas contra Manes por no apoyar la avanzada contra Fernández. Para el neurocientífico, las declaraciones del Presidente sobre el fiscal Diego Luciani fueron graves pero no ameritaron semejante acción que, en lugar de beneficiar a la oposición, desviaría el eje de lo verdaderamente importante: el juicio contra Cristina Kirchner.
Ese fue el momento que le abrió la puerta a las sospechas y la lluvia de indirectas hacia las propias filas. Con un votante opositor mayoritariamente halcón, se le cerraron las ventanas a una postura tibia. Manes, con necesidad de instalación y crecimiento de cara al año que viene, empezó a tensionar para marcar un diferencial con otros dirigentes de Juntos por el Cambio. Ya lo había hecho con críticas a Horacio Rodríguez Larreta y los recortes en educación en la Ciudad, algo que obligó a pensar alguna estrategia para distanciarse sin romper los vínculos.
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Pero Manes decidió salir a plantear que ni Mauricio Macri ni Cristina Kirchner lo representan y que “Argentina no tiene jefa ni dueño”. Adoptó un discurso antigrieta que, hoy por hoy, no parece calar hondo en un escenario político-social polarizado. El diputado tiene la intención de ampliar Juntos por el Cambio y que la coalición refleje la expresión de la totalidad de las fuerzas que la integran, siempre bajo un determinado consenso, con límites. Por ejemplo, completamente vedada la posibilidad de la incorporación de un Javier Milei que, en algunas filas opositoras, consideran que bajará en las encuestas a medida que se profundice el escenario de polarización.
Pero, más allá de los planes dentro de la alianza, empezó a flotar la idea de una posible ruptura, aunque no compartida por todas las filas opositoras. La chance nació con el crecimiento de una supuesta eliminación de las PASO para el año que viene. En caso de celebrarse las primarias, el neurocientífico jugaría por dentro - el plan inicial - y podría conquistar a un sector del radicalismo y a un peronismo light no kirchnerista.
Ante la posibilidad de una suspensión de las PASO, algunos comenzaron a cuestionar si Manes aceptará una fórmula mixta con el PRO que no lo incluya. Bajo la premisa de “no ser furgón de cola” del macrismo, podría no avalar el acuerdo de listas cruzadas y migrar hacia un espacio que lo deje ser protagonista.
Las fórmulas cruzadas empezaron a tener cierto consenso dentro del armado opositor. Horacio Rodríguez Larreta quiere un vice radical y Patricia Bullrich también. Los que pican en punta son Gerardo Morales, Gustavo Valdés, Carolina Losada y Alfredo Cornejo. Por lo tanto, el neurocientífico no tendría mucho futuro en ese esquema.
La decisión de candidaturas radicales, de todos modos, deberá pasar por el debate de la Convención comandada, en los papeles, por Gastón Manes, hermano de Facundo, pero con fuerte injerencia de Morales y nosliglistas. Por lo tanto, la negociación sería compleja, aunque todo puede suceder en radicalandia.
La versión sobre una supuesta ruptura fue desmentida desde Empatía. “Nada de eso es cierto. Lo instalan quienes quieren que nos vayamos”, porque “están acostumbrados a obedecer o a mandar”. Básicamente, a someterse al PRO o a creerse dueños de la construcción electoral. Además, ante la instalación de Facundo en las encuestas, algunos sectores podrían haber comenzado a tenerle cierto recelo. Su carta más poderosa es el resultado de las elecciones del 2021. Considera que si no se hubiera presentado con una propuesta propia, Juntos por el Cambio no hubiera ganado la provincia de Buenos Aires.
En estos días, la centralidad política del neurocientífico se midió, por ejemplo, en su capacidad de instalar titulares en medios de comunicación después de varias semanas fuera de la agenda. Si no tuviera peso, no hubiera llegado ahí. En otras latitudes de la amplia coalición opositora, consideraron un error “enorme” intentar sacar los pies del plato, con un alto costo político frente a los votantes de Juntos por el Cambio. Por lo tanto, no creyeron que alguno pudiera animarse a una retirada.
En todas las tribus tienen algo bien en claro, tal vez el motivo por el cual todavía no se rompió Juntos por el Cambio: unidos, como coalición, tienen chances reales de disputar la Presidencia de la Nación, gobernaciones e intendencias. Sería muy difícil encontrar valientes con intenciones de salir de un armado con posibilidades de alzarse con un triunfo. Sobre todo, para quienes disputarán comicios locales, como intendencias. En las profundidades bonaerenses, un cacique de la UCR minimizó el cortocircuito Manes, sobre todo frente a la interna PRO, y no creyó en la posibilidad de una ruptura.
En este caso, según las filas de Empatía, habría un caso explícito de doble vara. Algunos socios cuestionaron a Manes por no acompañar el pedido de juicio político contra Alberto Fernández, pero el PRO no siempre actuó en tándem en el Congreso ni tampoco lo hicieron otros dirigentes de la alianza. Además, la posibilidad de una ruptura en manos de Facundo correría el foco de otras posibles rupturas en manos de otros sellos de Cambiemos.
Hoy por hoy, la alianza opositora es un volcán en peligro de erupción. Por varias bocas. Además de esta interna radical, la batalla feroz y pública entre Larreta y Bullrich o las impredecibles apariciones de Elisa Carrió. Desde todos los frentes, en el último mes se amenazó con un quiebre. Pero sería un “error” que, en principio, aún no tendría ejecutor definido.