Llamados telefónicos y clima enrarecido: la previa de la cumbre de Cambiemos

El miércoles, después de haber suspendido la semana pasada, la oposición volverá a tener su reunión de mesa nacional de forma presencial durante la mañana. Será el primer encuentro después de la bomba lanzada por Carrió.

20 de agosto, 2022 | 19.04

"Tenemos que hablar", una frase que más de uno seguramente escuchó a lo largo de su vida y puede significar el fin de algo o el intento de mejorar una situación caótica. Así, después de una cancelación y en medio de un clima enrarecido, se reunirá la mesa nacional de Juntos por el Cambio esta semana. El huracán Carrió pasó, voló muchas cosas durante su recorrido, dejó los escombros y una ardua tarea de reconstrucción por delante. 

El miércoles a las 10 de la mañana, la dirigencia de Juntos por el Cambio volverá a verse las caras para debatir, entre otras cosas, el futuro de la alianza. La oposición tiene en claro que la unidad es indispensable para una construcción nacional de cara al 2023. En principio, ninguno querría irse por fuera ni romper la herramienta electoral que podría posicionar al espacio como una opción potable para el año que viene. Por eso, tal vez una de las primeras cuestiones que se descartó después de la tormenta fue el quiebre de la coalición. Incluso Elisa Carrió planteó, en medio de sus denuncias, una continuidad asegurada. Pero el escándalo quedará como un precedente negativo.

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La reunión del miércoles será presencial, como había sido definido para el encuentro del martes pasado que se suspendió en medio de la bronca generalizada dentro de la alianza frente al temblor Lilita. En esa ocasión, se planteó una suspensión producto del fin de semana largo y problemas para viajar hacia la Capital Federal desde el interior, pero hacia adentro sobrevoló la necesidad de dejar enfriar el conflicto para poder encarar una jornada pacífica todos juntos. 

Casi dos semanas después del torbellino, el clima de la coalición sigue enrarecido. Si bien el rebote mediático disminuyó, junto a los cruces personales en entrevistas y redes sociales, la actitud de Carrió dejó a muchos dirigentes descontentos, de todos los colores políticos, y el episodio quedará como un capítulo negativo en la historia de Cambiemos. Algo que, según cómo se jueguen las cartas que quedaron en la mano, podría ser favorable o desfavorable para la Coalición Cívica. Favorable porque podría darle presencia y cierto margen de negociación en el armado de las listas. Desfavorable porque, dado lo sucedido, los socios tendrían la opción de inclinarse por la atomización de los lilitos.

El poder de negociación se manifestó en la Ciudad de Buenos Aires esta semana, cuando la propia Carrió llamó a Horacio Rodríguez Larreta para acelerar la suspensión de la operación irregular del sistema de acarreo en la Capital Federal. Algo que el Gobierno porteño ya tenía pensado hacer pero, también, tenía demorado. La presión en privado no había generado resultados y se transformó en una presión pública con peligro de rompimiento en la Legislatura. Esa amenaza, en un distrito que enarbola el consenso y la participación societaria, llevó al acuerdo. Algo empujado por la instalación mediática de un conflicto local gracias a las turbulencias generadas a nivel nacional. 

Pero, en la perspectiva a futuro, el panorama podría no ser tan alentador. Sobrevuela por los aires la creencia de que el escándalo perjudicaría a la Coalición Cívica en el armado de listas. De hecho, en estos días hubo muchos llamados telefónicos cruzados para intentar calmar los ánimos. No fue una única persona la que marcó el teléfono. Se trató casi de un operativo enfriamiento que sirvió para sostener el armado pero no para cerrar la herida. 

El viernes, la mesa nacional de la Coalición Cívica (sin Carrió) se reunió para analizar la situación de la alianza. Se remarcaron como "socios fundadores" y reafirmar su "compromiso" para mantener al espacio unido sin que eso sea incompatible con los valores de la "república, la verdad, la transparencia, la austeridad y la lucha contra la corrupción y la impunidad”. El sello distintivo del partido de Carrió para no convertirse en "una maquinaria electoral al servicio del mantenimiento del status quo”.

En general, post sacudón hubo una coincidencia mayoritaria con el motivo del reclamo: panrepublicanismo versus panperonismo. Pero no con las formas. La advertencia no fue, entonces, errada pero sí fue desafortunado el mecanismo elegido para hacerla llegar, con nombres propios y en un contexto sumamente favorable para la alianza.

Ante la interna del Frente de Todos, la oposición había adoptado la postura del espectador. Dejar atrás cualquier tipo de intervención para ver cómo el oficialismo construía su propio final. Incluso, hacia adentro, se llegaron a vivir momentos de victoria electoral anticipada sin ningún esfuerzo extra. Pero, una y otra vez, fracasó la intención de ser el público de la realidad. Los dichos de Carrió llegaron para, nuevamente, hacer estallar por los aires una tranquilidad ficticia en la alianza.

Pero este golpe tuvo algo que otros no tuvieron. Marcó un cambio de relación a futuro. La dirigencia optó por no "dejarle pasar" más verborragias a Carrió. Se instaló la sensación de hartazgo, de cansancio. Algo impensado hace un par de meses. Las explosiones de Lilita no son nuevas, pero antes nadie las cuestionaba. Ahora sí.

Tal vez uno de los antecedentes más próximos en la novela de los escándalos y las reacciones a ellos fue la decisión, también de la mesa nacional, de evitar que los dirigentes hablaran públicamente en nombre de la alianza. Juntos por el Cambio pasó a comunicar sus posturas mediante documentos oficiales o conferencias de prensa. Lo que los referentes pudieran decir en soledad, quedó solo bajo título personal. 

En una nueva edición de la reunión dirigencial, las miradas estarán puestas en las conclusiones. El PRO ya tuvo su encuentro hace diez días, en un almuerzo en la Ciudad, con la resolución de dejar atrás el conflicto porque ya se dijo todo lo que podía decirse al respecto. Algo en lo que Mauricio Macri tuvo mucho que ver, dado que apoyó a Carrió en su queja y cuestionó levemente la forma. El miércoles, con llamados cruzados y un clima para nada amistoso, se volverán a ver las caras. En medio del escándalo, la interna originaria entre el ex presidente y Gerardo Morales quedó como decorado.